ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El sector agrícola y ganadero agoniza por la virulencia de las llamas y la quemazón de miles de hectáreas ―más de 350.000, según el sistema de vigilancia satelital Copernicus― que agrandan cada día el impacto económico que dejarán los fuegos de este agosto. Hasta que las llamas se apaguen no será posible evaluar con precisión un daño sobre un sector primario que representa (incluyendo la pesca y la silvicultura) algo más del 2% del PIB de España, y da trabajo a 759.000 personas (el 3,4% del total). Pero los daños superarán con creces los de cualquier episodio anterior. Aun sin cifras, las organizaciones más representativas de los productores, y los propios afectados, proyectan pérdidas multimillonarias.
Por primera vez en varios años, el mercado hipotecario español ha dado señales de mayor accesibilidad para hogares que tradicionalmente quedaban fuera del juego inmobiliario, principalmente los jóvenes. Pero esas notas positivas, que llegan principalmente de unas condiciones hipotecarias más favorables y de la mejora de los ingresos en un contexto de crecimiento económico, se están viendo contrarrestadas por la escalada del precio de la vivienda, que encadena 11 años consecutivos de subidas en la estadística oficial del INE y se ha encarecido más de un 70% en la última década.
El agua del Lago de Sanabria está turbia, amarillenta. En la orilla, donde se acumula la ceniza, es incluso negra. Y está templada. La imagen contrasta con la de hace una semana, o más bien con la de siempre en este paisaje zamorano. La del agua transparente, propia de un lago de origen glacial con una superficie de 350 hectáreas de extensión, el más grande de España. La zona, dentro de un Parque Natural, está acordonada bajo unas estrictas medidas de seguridad y el sonido de las sirenas es constante. También el ruido de los motores de los hidroaviones. Un helicóptero sobrevuela el embalse, envuelto en humo. Desciende, se carga de agua y se dirige a uno de los tres focos del incendio de Porto (Zamora) que aún este viernes están activos.
La reciente invocación del líder de Vox, Santiago Abascal, para resucitar el catolicismo en España mientras critica a los obispos españoles está plagada de falsedades y de medias verdades. El ataque de Abascal a los prelados germinó hace dos semanas tras la postura de la Conferencia Episcopal Española contra la enmienda del Ayuntamiento murciano de Jumilla para vetar las celebraciones musulmanas. “Estoy perplejo y entristecido”, dijo el diputado en una entrevista en el canal de Youtube Bipartidismo Stream. La declaración de Abascal no se quedó ahí y encadenó un rosario de acusaciones que iban desde el “silencio” del episcopado español ante las políticas progresistas del Gobierno hasta su pasividad a causa de “los casos de pederastia” que mantienen “amordazada” a la Iglesia.
Sentado en un sofá, John Fogerty (Berkeley, 80 años) está esperando como una estatua de sal en lo profundo de una sala de reuniones del hotel cuando, en un movimiento lento, se levanta y se disculpa. “¿Te importa que salude a mis nietas antes de empezar?”, pregunta. Su tono es educado y casi de apuro. La entrevista lleva un retraso de 45 minutos y no esperaba que, por la puerta por la que ha llegado el último periodista de la mañana, apareciesen sus dos nietas, que achuchan al abuelo sin apenas levantar la voz porque saben que está trabajando. A pequeños pasos, Fogerty regresa al sofá, toma asiento, estrecha la mano y suelta: “Discúlpame, está siendo una mañana sin respiro y no hay nada mejor para un abuelo que ver a sus nietas. Siento tanto retraso”.
Los guardias civiles encargados de contener a los numerosos jóvenes que se lanzan al mar en Marruecos para intentar llegar a nado a Ceuta, y cuya prioridad es prestarles auxilio, están “desbordados”. La situación que la ciudad autónoma vive en las últimas semanas, en las que algunos días se han contabilizado 200 o 300 intentos de entrada de nadadores, les genera un gran desgaste debido a la falta de agentes para realizar estas labores en el mar y a que no cuentan con embarcaciones “convenientemente equipadas o diseñadas para la labor que realizan”, según coinciden varias fuentes consultadas. “Se dan verdaderas palizas con medios no apropiados”, señala una de estas fuentes.
Canta la cigarra y llueve en Venecia. El diluvio obra maravillas en el clima tropical de la laguna, pero, en una ciudad flotante sin apenas espacios verdes, para oír el milagroso chicharreo que lo invoca (cuentan que el chirriar de los insectos es una plegaria al cielo para que mande agua cuando el calor ya no se puede aguantar) hay que cruzar de canal hacia la Giudecca. Insospechadamente a salvo aún de la marabunta turística, la isla de pescadores que mira a San Marcos desde su orilla septentrional abunda en árboles, huertas y jardines frondosos. En los del hotel Cipriani, bautizados Casanova en honor del gran libertino italiano, la coral cicádida entona su propia canción anunciando la temporada alta del dolce far niente.
Avanzamos por la carretera sin pavimentar. El calor del verano humedecía el cuerpo con gruesas gotas que bajaban por la espalda o las diminutas que perlaban la frente. Las ventanillas del coche iban abiertas y el polvo de ese camino rojizo cosquilleaba en la nariz. Leo iba a mi lado y yo era feliz. Nada perturbaba aquella primera aventura a la finca de sus padres, en un remoto paraje de la llanura nicaragüense, verde siempre, donde las vacas pastaban plácidamente. Para un chico que casi nunca salía de la ciudad —por aquel tiempo tendría 23 o 24 años—, visitar el campo, quedarse a dormir en el campo, pasar una semana en el campo era de verdad una experiencia nueva. Estaba locamente enamorado y hacer aquello con aquel hombre 10 años mayor me parecía una promesa deliciosa.
Las generaciones que han vivido la etapa de relativa estabilidad posterior a la Segunda Guerra Mundial —y que en España edificaron el régimen democrático a la muerte del dictador— han crecido a la sombra permanente de Estados Unidos como potencia hegemónica, a pesar de la lógica desconfianza que nos ha inspirado a muchos porque fueron ellos quienes consolidaron nuestra dictadura y la utilizaron como cabeza de puente para dominar la bipolaridad. En los años contiguos al cambio de régimen en España, nuestra relación con EE UU fue intrincada porque este país, que nos expulsó de América en el XIX, siempre vio con malos ojos el intento europeo de formar al otro lado del Atlántico otra gran potencia occidental. Por lo demás, la China comunista era entonces una férrea dictadura bien poco atractiva, que representaba aquel inhumano socialismo real que tenía concomitancias con las demás dictaduras totalitarias.
Trump ha dicho en algún momento de los últimos días que “el mejor modo de acabar la guerra horrorosa entre Rusia y Ucrania es ir directamente a un acuerdo de paz que acabaría la guerra, y no un mero acuerdo de alto el fuego, que a menudo se acaba incumpliendo”. No es la posición que defienden ni Ucrania ni la Unión Europea, pero todo apunta a que las cosas van a hacerse al dictado del mandatario estadounidense. Es el que está moviendo las fichas con mayor determinación, o eso es por lo menos lo que parece. El primer paso fue la cumbre con Putin en Anchorage, que no duró mucho más de dos horas y media y aparentemente no produjo grandes frutos, salvo acaso el más importante, el de reconocer a Putin como el interlocutor fundamental para acabar el conflicto. Otro de los comentarios recientes de Trump, en este caso refiriéndose a Ucrania, resulta clarificador: “Rusia es una potencia muy grande y ellos no lo son”.
Las ciudades españolas han vivido en los últimos años un cambio radical en las formas de moverse por ellas. Uno de los ejemplos más evidentes es la gran proliferación de los vehículos de movilidad personal (VMP) eléctricos, muy mayoritariamente —pero no solo— patinetes. Como ocurre con tantos otros avances tecnológicos, su desarrollo no ha ido acompañado a igual velocidad de la necesaria regulación normativa, algo que resulta particularmente relevante cuando hablamos de seguridad y responsabilidad en la circulación. Uno de esos limbos legales quedará cerrado el próximo 2 de enero —o antes si el Gobierno desarrolla la correspondiente norma reglamentaria—. Desde esa fecha, los dueños de un patinete eléctrico deberán tener un seguro de responsabilidad civil para poder circular.
La historia del comercio está llena de coincidencias. En junio de 1936 se aprobaron en Francia las vacaciones pagadas, un éxito sindical y político histórico que estableció el derecho de todos los trabajadores a disfrutar de asueto. El veraneo dejó de ser un privilegio y aquel año las playas de la Costa Azul se llenaron de turistas procedentes de todo el país. Y la inmensa mayoría de ellos acudió en masa a comprar un producto que acababa de salir a la venta y que prometía lo nunca visto: “broncearse sin quemarse”. Ambre Solaire, el primer protector solar industrial, fue una intuición del ingeniero químico Eugène Schueller, que supo anticiparse al furor playero. Por aquel entonces Schueller había inventado un innovador tipo de champú y fundado una empresa de productos capilares que fue el germen de lo que hoy es L’Oréal. Cuentan que encargó a sus laboratorios la creación de un protector solar harto de quemarse en sus regatas, pero el resultado de aquella petición fue mucho más allá de lo previsto. Porque, además de eficacia contra los rayos del sol, Schueller decidió perfumar su nuevo producto. Lo hizo con jazmín, uno de los aromas más populares de la época. No se imaginaba que, además de perfumar aquella loción, ese olor daría aroma a las playas y, por extensión, al verano. El olor a crema solar, con infinitas variaciones, es uno de los marcadores olfativos de la temporada estival. Y, como tal, es muy eficaz a la hora de evocar los meses más cálidos del año.
Igual que las fotografías en blanco y negro que se graban a fuego en la psique de todos los niños israelíes en el Día en Memoria del Holocausto —unas imágenes cuyo propósito es garantizar que nunca olviden lo que se le hizo a su pueblo—, veo ahora las imágenes que llegan de Gaza. Las imágenes de Muselmen, un término cargado de cruel ironía, acuñado en los campos, que significa “hombre musulmán” y se utiliza para describir a esas figuras esqueléticas que se encuentran en las últimas fases de la inanición. Veo cuerpos macilentos de adultos y niños física y mentalmente destruidos, con las mejillas demacradas, los ojos hundidos y una única expresión que es el reconocimiento mudo de la muerte inminente.
A Donald Trump le gusta que le digan lo bien que lo hace todo. Así que no es de extrañar que, al comienzo de la cumbre sobre Ucrania del lunes, se vanagloriara de ser el presidente que más líderes ha recibido de una sola vez en la Casa Blanca. Eran tantos los europeos llegados para hablar con él sobre la guerra en Ucrania que tuvieron que reunirse fuera del Despacho Oval. La satisfacción del mandatario estadounidense por ese récord fue un primer indicio de que la estrategia europea de acudir en masa a acompañar al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en su segunda y muy sensible visita al republicano en menos de seis meses, podía salir todo lo bien que cabe esperar ante un mandatario tan imprevisible como Trump. Aunque los resultados no estaban garantizados.
El personal del Hospital La Paz irá a trabajar el próximo 26 de agosto, pese a haber convocado una huelga para ese día. Esta situación atípica esconde, en realidad, una estrategia para recibir refuerzos porque ante un paro la dirección del centro está obligada a activar un protocolo de servicios mínimos. Esto es lo que buscan los trabajadores del hospital, más compañeros para aliviar su saturación. Aseguran que se han cerrado 397 camas en lo que va de agosto y que los contratos de verano solo cubren al 21% del personal que se va de vacaciones.
Casi todos conocemos los síntomas: la ansiedad trepando por la garganta, la jaqueca pulsando en las sienes, el cansancio generalizado… Pero quizá no siempre acertamos en el diagnóstico, puede que no sea solo resaca. Un estudio ha analizado los patrones de sueño de más de 70.000 personas durante tres años para poner nombre a una enfermedad que nos ahoga y agota en las noches de fin de semana: la apnea social. Esta sería una variación o agravamiento de la apnea del sueño, un trastorno en el que la respiración se detiene o se vuelve muy superficial repetidamente mientras se duerme. Los investigadores de la Universidad de Flinders, en Australia, le han puesto este apellido, social, porque los desencadenantes podrían ser ambientales: el consumo de alcohol, el tabaco y la falta de sueño, que se vuelven más habituales durante el fin de semana.
Esta suela representa al verano en estado puro, aunque su pisada se alargue durante la rentrée y la caída de la hoja los meses venideros. Con una larga historia a sus espaldas que se remonta al Antiguo Egipto, el calzado de esparto y yute se ha convertido en sinónimo de ese Mediterráneo aspiracional que hemos sabido exportar a todo el planeta. Su pátina artesanal que revela un pasado como calzado de labranza, se define ahora por su talante sostenible que aporta comodidad y estilo a partes iguales.
Después de 22 meses de ofensiva militar, tras matar a 62.000 palestinos, un tercio de ellos niños, sin haber conseguido uno solo de los objetivos que prometió a los israelíes, perseguido por la justicia internacional y la de su país, en medio de un clamor mundial por el horror de la hambruna provocada entre la población palestina, Benjamín Netanyahu ha decidido recrudecer aún más la operación militar de Israel en Gaza con el comienzo de la ocupación de las últimas zonas en las que aún no ha entrado el ejército.