ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El domingo le preguntaron a Angelina Jolie por la situación de Estados Unidos, y admitió con tristeza que en estos momentos le cuesta mucho reconocer a su país. Supe a qué se refería porque solo dos días antes me había pasado exactamente lo contrario. Fue cuando hubo un desfile internacional en la Plaza Mayor de Madrid y tras los asistentes vip que contemplaban en primera fila el espectáculo vi a los españolitos de a pie guardando una compostura civilizadísima, apoyados con ilusión en la discreta barrera mientras en el centro de la plaza ocurrían cosas bellas. Me parecieron muy similares a los que, llegado el momento, fueron capaces de saltar las vallas y parar una vuelta ciclista: la defensa de lo humano puede cobrar formas extrañas. Por ejemplo, yo estoy ahora mismo defendiendo un desfile de moda privado que ocupó un espacio público. Llegó Pedro Almodóvar a coronar el front row vestido con una camisa como de señora y un bolso en bandolera como de paisano y se me ocurrió entonces que tengo una suerte enorme de vivir en un país donde uno de sus más ilustres ciudadanos (y artistas) defiende a los maricones, a las trans, a los pecadores. Y no solo eso: les lleva con él a la alfombra roja para que brillen por las cosas que importan. No soy monárquica, ni nacionalista, ni, Dios me libre, religiosa, pero cuando (gracias a un dron que despegó de la cabeza de ese Felipe III a caballo que Italia le regaló a España cuando los Medici aún eran importantes) contemplé a vista de pájaro la pasarela de terciopelo rosa y neones en la que se había convertido lo que un día fue el mercado central de la Villa, me santigüé del stendhalazo: soy de un país donde la religión aún de vez en cuando puede ser arte y no dogma. Uno donde una millonaria de primer nivel, con presupuesto para alquilar una plaza herreriana, aún puede meterse en un cine frecuentado por pobres, ella sin miedo a que la atraquen, ellos sin miedo a que les arresten por su nacionalidad. Cuanto más digno es un país menos falta le hacen policía o patriotismo.
“Siempre bien”. El sacerdote Jorge de Dompablo (Las Navas del Marqués, Ávila, 68 años) responde con una enorme sonrisa al recurrente “¿Qué tal estás?” del inicio de casi cualquier conversación. Enseguida se lanza a contar cosas, mientras enseña las dos casas (una de ellas una antigua estación de tren) a las afueras de Madrid en las que convive con doce migrantes. “El año pasado tuve la suerte de viajar a Roma a ver al papa Francisco con el capellán de la cárcel de Navalcarnero, varios presos y sus familias y Javi Baeza, de San Carlos Borromeo de Vallecas. ¡Fue un encuentro tan bonito! Yo le conté que en mi parroquia celebramos comunitariamente y que el evangelio lo lee una mujer y me respondió: ‘Sigue haciéndolo”.
En España, la gran mayoría de la ropa usada se tira a la basura cuando se desecha, unas 990.00 toneladas al año. “El 90% de la ropa usada acaba en el vertedero. No hay ningún aprovechamiento: se produce, se usa, se tira y adiós”, describe Juan Ramón Meléndez, director general de Re-Viste (Asociación para la Gestión del Residuo Textil y el Calzado). Solo se recoge entre un 10% y un 12% que tras una selección se envía a tiendas de segunda mano o a países del Norte y Sur global, donde en muchos casos finaliza en montañas de ropa inservibles y contaminantes.
El chico se adentró en el desierto de Utah con dos burros. Tenía 20 años y un sombrero para protegerse del sol despiadado. Era 1934, en plena Gran Depresión, y mientras Duke Ellington estrenaba al piano su canción Solitude para lamentar la tristeza que sentía en la soledad del desamor, él, Everett Ruess, el chico de los burros y el sombrero, que se había lanzado a la aventura de viajar en solitario por las míticas tierras del oeste americano, desapareció. Sin dejar rastro. Sin cadáver ni carta de despedida. Con todos los ingredientes para alimentar su leyenda: la del poeta, dibujante y aventurero, asceta de la belleza y esteta de la naturaleza, que se volatilizó en su búsqueda de la libertad extrema y de la vida sencilla en medio de ríos, cañones, barrancos, acantilados, desfiladeros, solitarias mesetas y un vasto horizonte azul.
En YouTube y TikTok, lo bizarro se cuela en los vídeos. Con la ayuda de la inteligencia artificial, creadores transforman las historias bíblicas en contenido audiovisual de estética infantil. Los pasajes se desarrollan a través de voces robóticas, que llegan desde un lugar distorsionado y se alternan entre la de un hombre y una mujer, sin que necesariamente se ajuste a los personajes y tiempos. La lógica se disuelve en un universo raro, infantil y falso, que la inteligencia artificial fabrica en segundos.
Las arañas y las quitameriendas siempre tienen prisa por regresar al paisaje enlutado después de un incendio forestal. Las primeras se descuelgan como comandos especiales desde los esqueletos negros de los árboles, dejándose balancear por el viento para adentrarse sigilosamente en el espacio desolado. Las segundas laten bajo tierra y se desperezan con las primeras lluvias, una tras otra e incluso en ramilletes, hasta urdir una alfombra morada sobre las cenizas. La vida empieza así a renacer, en un trabajo colaborativo, constante, de reconstrucción del orden natural que puede tardar décadas, o siglos, en restaurarse. Esto, si otro fuego no lo trunca en lugares tan castigados como la provincia de Ourense, pasto reiterado de las mayores oleadas de incendios en Galicia: 13 en los últimos 50 años.
“Permitidme nombrar esta noche a los que no están entre nosotros, pero están por derecho de la alta poesía (...). Quisiera saludar a todos los desterrados españoles”. La voz de Rafael Alberti, entre solemne y emocionada, es uno de los testimonios sonoros que perduran de aquel 8 de junio de 1966, en el que el poeta gaditano recibió un homenaje en París. Alberti llevaba entonces 27 años en el exilio y más de un centenar de artistas españoles, de dentro y fuera del país, se unieron como pudieron para rendirle tributo. El acto, grabado por Radio París, es bien conocido en los círculos especializados. Lo que quizá es menos es la azarosa vida de buena parte de la obra pictórica surgida de aquel evento. Reunida en una carpeta, pasó décadas entre París, Barcelona y Bilbao, hasta acabar en Cádiz, donde por fin ha encontrado ahora su casa definitiva: la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz.
En Madrid hay un mono disecado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Un señor que duerme contra un árbol. Una cabeza de cerdo en la carnicería de un mercado. En Madrid hay chavales estudiando en bibliotecas. Gente tomando el sol en el parque de las Tetas. Un futbolín en una cafetería abandonada. En Madrid hay un túnel lleno de grafitis. Una tienda inundada en caramelos. Un plato combinado comido por el sol. Madrid es el Paraíso del Jamón.
La traducción de un clásico de la historiografía sobre la Antigüedad merece siempre un aplauso. Quien haya leído La revolución romana, de Ronald Syme (1903-1989), uno de los historiadores más lúcidos sobre la Roma antigua, correrá a hacerse con este Tácito que nos regala la Editorial Gredos, un magno tributo al seguramente más grande historiador romano del que quizás no sepan que su retrato de claroscuros de la historia romana forma parte de nuestro imaginario gracias a la novela de Robert Graves y la magnífica serie de la BBC Yo Claudio. La lectura del historiador romano nos interpela hoy y siempre, en especial su Anales, por la sencilla razón señalada por Syme de que la oligarquía es el tema sobresaliente y permanente de la historia romana, quizás de todos los tiempos, y que la elección entre libertad y seguridad es un dilema que se plantea una y otra vez a lo largo de la historia.
Tácito I Ronald Syme Traducción de Roc Filella Escola Gredos, 2025 606 páginas 24,90 eurosTácito IIRonald Syme Traducción de Roc Filella Escola Gredos, 2025 464 páginas 24,90 eurosEl trumpismo ha declarado una guerra cultural contra Europa, afirma un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), que se publica este martes. Si hubiese que señalar el momento en el que comenzó, argumenta el autor, Pawel Zerka, el día sería el pasado 14 de febrero, y el lugar, la Conferencia de Seguridad de Múnich. Aquel día el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, sacó toda la artillería ultraconservadora al lanzar un ataque ideológico contra Europa, cuestionando los valores y la democracia del continente. En sus andanadas contra la UE, advierte el documento, el presidente estadounidense, Donald Trump, cuenta con actores que amplifican su discurso y le sirven de aliados, y cita al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y a sus homólogos, la italiana Giorgia Meloni y el eslovaco Robert Fico.
George Rizkallah se detiene en su terreno baldío a observar cómo se marchitan las viñas. Hace décadas que cultiva estas tierras de Zahle, en el Valle de la Bekaa, junto a la frontera sur de Líbano. “Antes cultivaba una superficie de hasta 300 dunums (30 hectáreas). Ahora solo puedo aprovechar 60 (6 hectáreas)”, explica Rizkallah. Los años de lluvias irregulares y la escasez de agua en los pozos han hecho que la agricultura sea cada vez más insostenible, explica. “Antes regábamos 10 dunums (1 hectárea) en un día, ahora tardamos una semana”. Las dificultades que este agricultor enfrenta en el campo es un síntoma más de que Líbano está padeciendo la peor sequía de su historia.
Xabi Alonso va construyendo el edificio por fases, en gran parte debido a las exigencias del guion. Hasta agosto no pudo contar con Kylian Mbappé, muy debilitado durante el Mundial de Clubes por una gastroenteritis aguda. Desde el segundo partido de Liga le ha dejado claro a Vinicius que ha perdido el coto privado en la banda izquierda, una brecha interna que va creciendo y que el técnico ya admite de forma implícita en público. Y a partir de ahora afronta la cuestión sensible del encaje futbolístico de Jude Bellingham, que ha acelerado los plazos de recuperación tras operarse el hombro izquierdo. El sábado disputó contra el Espanyol sus primeros minutos de la temporada y la visita este martes al Levante (21.30, Movistar) supone otra oportunidad para avanzar en su integración dentro de un equipo que suma pleno de triunfos.
Dios aprieta, pero no ahora. Siempre que digo o escribo esta pequeña variación del dicho original con la que me gusta celebrar las pequeñas alegrías que nos da la vida y, en particular, la ficción, me acuerdo de mi amigo Juan, que un día, apurado, me preguntó si yo sabía que la frase era “Dios aprieta, pero no ahoga”. Me reitero: Dios aprieta, pero no ahora, porque el jueves se estrena la segunda temporada de Poquita fe en Movistar +. Una nueva remesa de los avatares de Berta y José Ramón (Esperanza Pedreño y Raúl Cimas), en la descacharrante línea de la primera temporada, a la que la única pega que se le puede poner es que se acabe tan pronto. Esa y que hayamos tenido que esperar más de dos años para reencontrarnos con la serie de Montero y Maidagán.
La represión que sufrieron miles de manifestantes kenianos que protestaron en Nairobi en junio de 2024 contra la reforma fiscal del Gobierno de William Ruto no solo ha marcado la memoria colectiva, sino también la creación literaria. Al menos 60 personas murieron entonces en unas de las jornadas más violentas de la historia reciente de Kenia, y otras 25 un año después, en el aniversario de las movilizaciones. “Es innegable que ha habido un despertar político, un aumento en el número de ensayos políticos, e incluso de relatos de ficción escritos en torno a la política y la gobernanza”, reflexiona Keith Ang’ana, escritor y editor keniano, durante el Festival de Literatura de Macondo, celebrado en Nairobi el pasado fin de semana.
“El trabajo es la única cosa que me ha permitido encontrar un lugar en el mundo y pensar que podía ser útil en algo”, dice al otro lado de la pantalla Michele Rech (Arezzo, 42 años). Es el creador de Zerocalcare, su alter ego en uno de los cómics más exitosos del mundo, que le han llevado a ganar el premio Feltrinelli o adaptar su obra a una serie de Netflix, que tiene ya dos temporadas. Sin embargo, se encuentra en un momento extraño: no sabe si está trabajando o de excedencia.
El 16 de noviembre de 1855, el escocés David Livingstone tuvo que alucinar. Y eso que había visto cosas ya alucinantes en los 15 años que llevaba dando tumbos por África. Había cruzado dos veces a pie el desierto del Kalahari, había remontado por primera vez la cuenca alta del Zambeze hasta salir por el océano Atlántico y volver sobre sus pasos. Pero cuando a finales de ese año, tras descansar en la cabaña de su amigo Sekeleku, jefe de la tribu de los makololos, emprendió viaje de nuevo río abajo dispuesto a explorar esta ocasión lo que le quedaba de cuenca hasta la desembocadura, no imaginaba lo que le esperaba. Sekeleku ya le había advertido que se encontraría con “mosi” o “tunya”, el humo que truena. De esta manera se convirtió en el primer europeo en ver las impresionantes cataratas Victoria, por las que el río Zambeze se desploma al fondo de una gran grieta de 1.700 metros de largo y algo más de 100 de fondo. Aunque era poco dado a cambiar el nombre que los aborígenes daban a los accidentes geográficos, esta vez hizo una excepción y las bautizó con el nombre de su reina.
Rodeado de lo que parece un taller de manualidades, el arquitecto malagueño Álvaro Carrillo dibuja a lápiz sobre una mesa. A su alrededor las paredes están tapadas con fotos, ilustraciones, collages. También hay multitud de libros, herramientas de albañilería, ladrillos, un sofá repleto de objetos que no dejan hueco para sentarse y hasta una mesa de ping pong. Es su estudio de trabajo, que cuenta con ventanales que dan a una de las principales calles del centro de Málaga y cuyo suelo está tomado por maquetas, muchas maquetas. Los trazos que deja con el grafito sobre la madera se refieren precisamente a una de ellas, la que de momento es su última obra terminada. Una vivienda unifamiliar a base de ladrillo, hormigón y vidrio cuya escalera ha entrado por el techo. Y donde la estética y los materiales han pesado igual que el escaso presupuesto de sus propietarios. El resultado es “casi como un extraterrestre” al compararla con el resto de inmuebles en la zona donde se ha levantado, como afirma el propio Carrillo sobre la Casa Nuez Moscada, construida con “súper muros” de termoarcilla con los que se consigue evitar la necesidad de calefacción en invierno y que el aire acondicionado apenas se use en verano.
Cuando la cantante canadiense Tate McRae (Calgary, 22 años) se mira al espejo posiblemente vea reflejada en él a Britney Spears, su principal referente. La canadiense, que también saltó a la fama de niña cuando con 13 años quedó en tercera posición en el programa estadounidense So You Think You Can Dance (Así que crees que sabes bailar, en español), no ha parado de mejorarse a sí misma y de llevar su espectáculo hasta el límite, con el baile por bandera: “Creo que, como bailarina, soy adicta al trabajo por naturaleza, así que el tiempo libre no me sienta muy bien”, explicaba en una entrevista el pasado febrero con Vogue.
La Comunidad de Madrid acaba de poner en marcha un proyecto para integrar la oferta de los cursos de primero y segundo de la ESO en 52 colegios públicos de Primaria. La medida responde en parte a problemas prosaicos ―la falta de espacio en institutos― pero, una vez más, llega con una puesta en escena habitual del Gobierno de Isabel Díaz Ayuso: adelantarse a los debates, marcar agenda y buscar las costuras de la izquierda, como ya ocurrió con la jornada escolar o la tecnología en el aula. Y una vez más, la música suena mejor que la letra. Sin embargo, el fondo es relevante: tras un cuarto de siglo, seguimos sin resolver la ruptura pedagógica entre las dos etapas obligatorias del sistema. La pregunta clave no es en qué edificio cursa 1º y 2º de ESO el alumnado de la pública, sino qué políticas garantizan que el salto desde 6º de Primaria no sea un abismo.