ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El recorrido de Gothic Modern, la exposición que el museo Albertina de Viena inauguró este viernes, comienza uniendo El caballero, la muerte y el diablo, un grabado que Durero realizó en 1513 y que forma parte de su colección permanente, con la traslación que Alberto Giacometti hizo justo cuatro siglos después. Copiar a los viejos maestros no tiene nada de especial. Es una forma atemporal de mejorar la técnica artística. Y más si se toma como referencia la insuperable precisión de trazo del pintor alemán.
Sus figuras talladas en madera, con una impronta rabiosamente contemporánea —las oscuras vestimentas atemporales, los brazos articulados—, aparecen majestuosas en la sala IV del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Son los tres personajes más célebres de los llamados 26 mártires de Nagasaki y han pasado a la historia con sus nombres cristianizados: San Pablo Miki, San Diego Kisai y San Juan Soan de Goto, que murieron crucificados en febrero de 1597 en uno de los martirios colectivos más dantescos de la persecución del cristianismo en Japón, aquellas islas a las que Colón y sus coetáneos occidentales conocían vagamente como Cipango, y hasta donde habían llegado las misiones de los franciscanos y de una entonces recién nacida orden llamada Compañía de Jesús (los Jesuitas), a la que se habían adscrito estos tres jóvenes locales.
Patricia Simón (Estepona, 42 años) se ha asomado varias veces a lo que ella denomina “los abismos” con una grabadora en la mano y una cámara al hombro, para escuchar, captar y, luego, contar los horrores de la humanidad. A los 22 años, cubrió la lucha contra el trabajo esclavo en la industria siderúrgica de Brasil y, a los 23, asistió a su primera guerra, la de Israel contra Líbano. Dos décadas después, suma coberturas en más de 25 países y en conflictos como el de Ucrania, Malí, Sudán, Palestina y Colombia.
Se puede sospechar cierta alma de topógrafo en Xabi Alonso; con la cuadrícula que ha hecho pintar en los campos de entrenamiento de Valdebebas, su inquietud por las distancias a las que se sitúan los futbolistas y el dron con el que las vigila. Por ahí empezó a operar en el Real Madrid en julio para preparar el Mundial de Clubes: “Si tenemos mejores distancias, tanto sin balón como con balón, vamos a estar mejor posicionados y todo va a funcionar mucho mejor”, subrayaba EE UU. Y en efecto, la primera gran transformación del Madrid es geográfica: defiende casi 10 metros más adelante. Produjo su ejemplo más refinado en el comienzo de partido contra el Olympique de Marsella.
El Espanyol ha renacido esta temporada. Un club habituado al sufrimiento, a caminar siempre al borde del precipicio y con un propietario ausente al que la grada se enfrentaba con protestas, se descubre renovado de ilusión. Tras la urgencia ha llegado la calma institucional, la movilización social y los buenos resultados deportivos. “El Espanyol ahora mismo está volando”, resumía días atrás Manolo González, el técnico. La transformación se ha traducido hasta el momento en 10 de 12 puntos posibles, invicto tras derrotar a Atlético, Osasuna y Mallorca, y empatar contra la Real Sociedad. El equipo ocupa puestos de Champions, empatado con el Barcelona. Ahora el club vive su propia redención, pasando de sufrir la temporada pasada hasta el último partido por conseguir la permanencia a completar el mejor arranque de temporada en 30 años.
“A nadie le extrañaría que Moha Attaoui ganara el 800. Eso da una medida de lo que es”, dice Jorge González Amo. El sabio español del atletismo en general, del mediofondo en particular, y del 1.500m en particularísimo, ha encontrado la fórmula exacta para hablar de la posición que el mediofondista cántabro ocupa en el mundo y de las posibilidades del atleta que levanta más ilusión en el aficionado desde los tiempos de Fermín Cacho y Reyes Estévez, que eran de 1.500m. Expectación de viejos tiempos. Attaoui es del 800m, una prueba para sibaritas del atletismo que recuerdan a Peter Snell, Sebastian Coe, Joaquim Cruz o a David Rusdisha, único que en la historia ha entrado en el terreno de los 100 segundos pelados (1m 40s) y acoge generosa tanto a atletas de resistencia con cambio atómico como a velocistas musculosos con resistencia.
Lo que define un desierto es la gran amplitud térmica diaria. Eso es lo que nos asombra de estas áreas geográficas, que tenemos temperaturas máximas muy altas y mínima muy bajas durante una sola jornada. Este fenómeno tiene una explicación física.
Respecto a la muerte tenemos muchas carencias, de ahí el miedo que nos da y el silencio en el que la envolvemos para hacer como que no existe. Hay que hablar de ella, de la ausencia, para evitar que el sufrimiento crezca. También para evitar el sentimiento de culpa. Tampoco se debe ocultar el dolor delante de un niño. Muchos padres optan por no pronunciar la palabra muerte pensando que así protegen a sus vástagos, cuando hacerlo influye de manera positiva en su desarrollo emocional y madurativo.
Conozco a numerosas personas, algunas de ellas impensables, que aseguran haberse puesto de acuerdo con la vida, y sentirse inmejorablemente desde que visitan cotidianamente el gimnasio y hacen yoga e incluso meditación. Me aconsejan con la mejor voluntad practicar esas actividades que a mi ignorancia le resultan esotéricas intuyendo el vacío de mi existencia. Y celebro que seres tan normales hayan encontrado refugio tan terapéutico, pero creo que si lo intentara me sentiría como un pulpo en un garaje. Y deduzco, cuando veo a tantos ancianos intentando pasear en medio de calles tomadas por infinitas hordas enganchadas sin tregua a un teléfono y que tampoco piden excusas a los que atropellan, que otro recurso de los viejos para matar el infinito tiempo es sentarse durante múltiples horas delante del televisor. Droga muy chunga, capaz de embrutecer los sentidos y que provocaba alteraciones mentales y físicas bastante desagradables.
El ecosistema de las galerías de arte madrileñas lleva tiempo esforzándose por ampliar su público y motivarlo más allá de la tradicional semana de Arco, esa convocatoria sui generis que para muchos significa una especie de ITV anual con la que cubrir el expediente y puesta al día en lo que se refiere al arte contemporáneo. Desde 2009, Apertura es la versión local de los gallery weekends cada vez más extendidos por capitales de todo el mundo, y cede luego el testigo a Barcelona y a Valencia en fines de semana sucesivos para desestacionalizar y fidelizar (perdón por los palabros) las visitas de coleccionistas y aficionados. Parte del éxito de la iniciativa, impulsada por las salas inscritas en la asociación Arte Madrid, ha sido elegir la segunda semana de septiembre para sacarle partido al respiro de un clima algo más dulce tras veranos cada vez más caniculares y las ganas de encontrarse y lucir moreno de cualquier vuelta al cole tras las vacaciones.
Bromea Patrick Watson y dice que, lamentablemente para sus amigos, ya ha recuperado la voz. Si no la hubiera perdido, no existiría el disco que publica el jueves que viene, Uh Oh (Secret City / Music As Usual), un álbum de pop de autor de colores y texturas tan diversos que se disfruta como un caleidoscópico viaje. “Pensé que quizá no podría volver a cantar, pero quería escribir canciones, y me pareció que era una buena oportunidad para componer para artistas a los que quería oír cantar”, dice. Está en Madrid, es una mañana de septiembre. La última que pasa fuera de casa. “Mañana vuelo de vuelta. Echo mucho de menos a los niños. Muchísimo”, confiesa. Se toquetea el pelo. Su flequillo airado y frondoso, similar al de David Lynch.
Uh OhPatrick Watson Secret City / Music As UsualEl Ministerio de Igualdad recibió durante meses avisos del mal funcionamiento de las llamadas pulseras antimaltrato por parte de técnicos que trabajaban con ellas, y hasta la fecha no se han solucionado esas deficiencias.
Es una paradoja de la que dependen millones de likes y de visualizaciones (y, por tanto, de dólares) en grandes plataformas virtuales como Youtube: la nostalgia no es algo inerte, sino que evoluciona y se presenta en formatos cada vez más innovadores y sorprendentes. De hecho, uno de los fenómenos musicales que más están creciendo en Youtube son las videorreacciones frente a clásicos del rock: alguien joven, normalmente “un productor musical de la generación Z”, escucha o finge escuchar por primera vez un éxito de los sesenta o setenta y, ante el despliegue de talento, gesticula, se lleva las manos a la cabeza y, en definitiva, flipa.
La grave crisis de la vivienda ha convencido a miles de ciudadanos de que hipotecarse —con permiso de la banca, que revisa mucho más que la solvencia económica— es la opción menos mala, ahora que la financiación sale más barata. Dicho de otro modo, el altísimo precio del alquiler y la falta de pisos disponibles están inclinando la balanza en favor de la propiedad para aquellos que en algún momento apostaron por el arrendamiento y el pago de rentas mensuales como solución vital.
Se ha vuelto a liar. Otra vez arde Twitter con el debate más reaccionario de la política española: la aburrida guerra de mileniales contra boomers (y viceversa). Esta vez la piedra la ha tirado la periodista Analía Plaza (milenial de 36) que acaba de publicar La vida cañón (Temas de hoy), donde critica la vidorra que se están pegando los boomers con sus buenos sueldos, mejores pensiones y casas pagadas frente a lo chungo que lo tienen sus legítimos herederos, los mileniales. Pues bien, inmediatamente ha sido respondida con iracundo fervor por boomers de todos los colores. En este periódico, la columna de la boomer Luz Sánchez Mellado suma más de 600 comentarios. Una cuestión, la intergeneracional que lo incendia todo a condición de que nada cambie y la injusticia siga igual.
Romper escaparates, quemar neumáticos, cruzar contenedores, saquear almacenes, enfrentarse a las fuerzas policiales. Los disturbios tienen una larga historia y han protagonizado goznes de la civilización, desde la Revolución Francesa al Mayo de 1968, el movimiento antiglobalización, los chalecos amarillos en Francia o las frecuentes protestas raciales en Estados Unidos. Recientemente una nueva ola de disturbios ha retado al gobierno francés de Emmanuel Macron y ha puesto a Nepal patas arriba, en una grave ola de violencia. Sobre el bloqueo de la última etapa de la Vuelta Ciclista a España, en Madrid, su carácter fue más de ocupación ciudadana del espacio público, aunque hubiera rifirrafes puntuales y alguna carga policial, sin comparación con los otros casos citados. El disturbio se configura como la forma de protesta propia de una época en el atolladero. Y aunque con mucha frecuencia se haya visto como un mero problema de orden público o un estallido de frustración social, hay quien lo ve como un fenómeno estructural e incluso como un correlato de la historia del capitalismo.
Cuando en 2022 Marie-Christine Frison entró a vaciar la buhardilla parisiense en la que había habitado Monique Gies, su madre recién fallecida, se topó con un centenar de pequeños cuadros apilados en una estantería, como si fueran libros. Los bajó para verlos bien, y entonces -así lo cuenta- sintió que el cielo caía sobre su cabeza. Aquellas pinturas, con mujeres convertidas en muñecas desmembradas, vulnerables, encerradas o maltratadas, describían las experiencias traumáticas de Monique Gies, su autora, con una precisión y una crudeza perturbadoras. Pero, además, su calidad era evidente. “Hablé con mis hermanos para preguntarles qué podíamos hacer con aquello, y ellos me dijeron que tirarlo a la basura”, recuerda. “Respondí que, mientras yo estuviera con vida, no haríamos tal cosa. Y me obsesioné con los cuadros”.
Quizá sea exagerado decir que ha sido el Papa actual quien ha puesto a Chiclayo en el mapa. El nombre de esta ciudad del noroeste de Perú, y sobre todo el nombre del departamento del que es capital, Lambayeque, eran y son bien conocidos por arqueólogos, aventureros y amantes del arte. Aunque no tan célebres como Machu Picchu, Cuzco o las figuras de Nazca, los vestigios en esta parte del país de culturas muy anteriores al imperio inca son de extraordinario relieve.
El primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer, entendió desde un primer momento que el puente de regreso a la colaboración con la UE, después de los agrios años del Brexit, era la defensa. Bruselas siempre lamentó la pérdida de un socio cuya potencia militar reforzaba el músculo europeo, y Londres entendió pronto que, sin el continente, su posición en el mundo era más débil. La voluntad de Downing Street de dar un salto gigante en su gasto armamentístico y tecnológico, con el compromiso de llegar al 2,6% del PIB en 2027, ha abierto su mercado a las empresas con ambición de utilizar esta oportunidad.