ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha conseguido la aprobación del gabinete de seguridad para lanzar la ocupación militar de Ciudad de Gaza. Así lo ha confirmado un comunicado de la oficina del mandatario en la madrugada del viernes, más de 10 horas después del inicio de la reunión. El primer ministro israelí logra así superar el rechazo de la cúpula militar y de las calles, donde las concentraciones han vivido un repunte ante la oposición social a esta ofensiva, que se percibe como potencialmente letal para los cautivos que siguen con vida.
La remolacha cocida es uno de esos productos que demuestran que no todos los procesados son el mal. Se vende lista para usar, es económica, ahorra mucho tiempo en la cocina y permite disfrutar de todo su sabor poner la encimera hecha un Pollock. Es un aliado comodísimo para preparar ensaladas, cremas o untables frescos pero con cierta enjundia, de esos que no te duran un suspiro en el estómago, perfecta para recetas rápidas y ligeras, especialmente en verano, cuando buscamos platos refrescantes que no nos tengan esclavizados a los fogones.
Llevaba muy poco tiempo en España y era la primera vez que ponía un pie en un tribunal. Una profesora de la Escuela de Periodismo de este diario nos había enviado a un juzgado de lo penal en Madrid para que aprendiéramos a escribir crónicas judiciales. Recuerdo estar sentada en una sala donde un grupo de manteros senegaleses esperaba, junto a un abogado, su turno para entrar. Entonces, un hombre corpulento, acompañado de una mujer, pasó a mi lado. Alcancé a oír algo parecido a “el juicio de los negritos se va a demorar”. Se me heló la sangre. Acababa de llegar de Francia, donde solo se escucha ese tipo de lenguaje en boca de los votantes más radicales de Marine Le Pen o Éric Zemmour. Pero no estaba en la barra de un bar ni en un mitin de Vox, sino —nada menos— que en una institución judicial. Poco después me percaté de que, para colmo, ese hombre era el juez que iba a instruir el caso de esos chicos. Desgraciadamente, el juicio se aplazó, me fui a otra sala y no supe más. Salí del tribunal bastante turbada, preguntándome cómo alguien capaz de esencializar a un colectivo y deshumanizarlo, disfrazando su racismo ordinario de seudopaternalismo, estaría en condiciones de emitir un juicio justo. ¿Cuánta empatía podría movilizar ese hombre ante personas que, por lo visto, ni siquiera consideraba sus semejantes?
El escándalo por los falsos títulos de los políticos es un trampantojo. Es sabido que en política demasiado a menudo se asciende por hacer la pelota, callar debidamente o tener un núcleo leal. Maquillar el currículum quizás solo les sirva a algunos para aliviarse ese sonrojo. Lo que debería soliviantarnos, en realidad, es cómo se está degradando el hecho de tener a académicos, altos funcionarios o profesionales de prestigio en las instituciones, si los partidos cada vez premian más a quienes repiten sus relatos prefabricados sin pestañear.
Donde antes había un bar con mantel de hule y olor a vino peleón, ahora hay alojamientos rurales con nombres en inglés y cortinas de lino. Donde había abuelos jugando al dominó y vecinas tomando el fresco, hoy hay silencio, códigos QR y café de cápsula. Es la España vaciada. Así la llaman, como si se hubiese vaciado sola. Como si la gente hiciera las maletas por capricho, y no por una decisión política sostenida: desmontar lo común para que el mercado lo ocupe todo. Allí ya no sobrevive quien quiere, sino quien puede convertir su casa en decorado. Confiamos en el progreso y este dejó a medio país convertido en pueblos fantasmas, llenó barrios enteros de Airbnb, y transformó nuestras decisiones más íntimas —tener hijos, quedarnos, volver— en lujos de clase. En el camino vendimos el pan recién hecho, la siesta larga, la puerta abierta. Lugares en los que lo cotidiano y lo compartido daban espesor a la vida. Quizá no baste mirar al futuro con esperanza sino empezar a hacerlo también con memoria si queremos conservar el lugar desde el que imaginarlo.
Este episodio forma parte de una selección para el verano de EL PAÍS Audio.
A los cinco años, Alba S. Torremocha (Salamanca, 32 años) ya tenía un violín entre las manos. A los siete, lo tocaba en el Conservatorio Profesional de Música de su ciudad. Pero lo que verdaderamente le fascinaba era entender lo que salía de sus entrañas. “Me interesaba más el contrapunto y la armonía que tirarme cuatro o cinco horas tocando el violín todos los días”, recuerda. Estudió el bachillerato de Ciencias Tecnológicas, un “trato” para no molestar a sus padres, pero al mismo tiempo empezó a alternar el arco con la batuta. Entró en el Musikene —el Centro Superior de Música del País Vasco— para estudiar composición y con solo 20 años decidió trasladarse a Estados Unidos para especializarse en la composición de música para cine en la New York University (NYU).
Hay un director casi desconocido en España practicando un cine que (casi) nadie hace. Un cine de género, sin mayores pretensiones sociales (aunque subyazcan algunas esquirlas), fresco, entretenido y efervescente, cuyos referentes parecen estar lejos de este país, aunque en algún momento se pueda pensar que sus dos últimas películas hubieran encajado bien en la ola de nuevos directores de los años noventa del pasado siglo, la de los jóvenes Alejandro Amenábar y Álex de la Iglesia. Se llama Alberto Utrera y, aunque ya tiene una edad (45 años), se ha destapado con dos películas singulares y estimables. Desmontando a Lucía, del año pasado, era un neonoir en tono de comedia negra con toques de thriller. Uno equis dos, ahora, es un thriller generacional sobre la ambición y el desconsuelo, que desemboca casi en el terror, ambientado en un único escenario y con apenas cinco personajes, alrededor de un pleno al 15 en una quiniela de fútbol.
Uno equis dosDirección: Alberto Utrera.
Intérpretes: Paco León, Stéphanie Magnin, Raúl Tejón, Kimberley Tell.
Género: thriller. España, 2025.
Duración: 87 minutos.
Estreno: 8 de agosto.
Como uno de esos superhéroes con doble identidad, Freida McFadden (Nueva York, 45 años) es, durante la jornada laboral, una médica especializada en lesiones cerebrales que trabaja en Boston, Estados Unidos. Su tiempo libre seguramente lo dedique a escribir, porque fuera del hospital es una autora de novelas superventas, la escritora de moda dentro del género del thriller psicológico, que levanta pasiones y vende ejemplares por toneladas. “Vive con su familia y su gato negro en una casa de tres pisos y siglos de antigüedad frente al mar”, dice en la solapa de sus libros, y es de la poca información personal que se conoce de ella. Con sus historias llenas de intriga e inesperados giros de guion, esta mujer de gafas y flequillo, tan prolífica (más de 20 libros en 12 años), ha despachado más de 750.000 ejemplares en España (solo desde 2023) y más de 20 millones en todo el mundo. Parece pegada con superglue a la lista de los más vendidos: siempre está ahí. Y, como una superheroína, es muy celosa de su identidad secreta.
Los directores Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha (El perdón, 2020) rodaron de forma semiclandestina su nueva película, Mi postre favorito, una tierna y sombría tragicomedia que se estrenó en la última Berlinale sin la presencia de sus dos creadores, condenados en su país a 14 meses de cárcel, una multa de 14.000 dólares y cinco años de inhabilitación.
'Mi postre favorito'Dirección: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha.
Intérpretes: Lili Farhadpour, Esmaeel Mehrabi, Mohammad Heidari.
Género: tragicomedia, Irán, Suecia, Alemania, 2024.
Duración: 97 minutos.
Estreno: 8 de agosto.
En el centro de coordinación de los Mossos d’Esquadra —una sala con todos los altos mandos del cuerpo implicados en la seguridad de la investidura de Salvador Illa y el anunciado regreso de Carles Puigdemont— la huida del expresidente de la Generalitat se vivió entre gritos, estupefacción y parálisis. Con una orden de detención en vigor dictada por el Tribunal Supremo, y casi siete años de jugar al gato y el ratón, el expresidente catalán se esfumó en los morros de la policía catalana en Barcelona, el 8 de agosto de 2024. De nada sirvieron ya las operaciones jaulas [cerrar el tráfico], y las carreras por detenerlo. Un año después de aquella fuga televisada en directo, las heridas siguen abiertas, marcadas por el proceso judicial contra los tres mossos que ayudaron al expresidente a huir.
Sallent, un comisario marcado por la detención fallidaLa carrera del comisario Eduard Sallent ha quedado marcada por la detención fallida del expresidente Carles Puigdemont. Aupado en su trayectoria dentro de la policía catalana por los partidos independentistas, Sallent arremetió con dureza contra Puigdemont en rueda de prensa por su actitud en su regreso fugaz a Cataluña. “Se enemistó con todos”, analizan fuentes policiales. El comisario enseguida ordenó un informe del operativo, que se entregó al juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, con todos los detalles de lo ocurrido el 8 de agosto de 2024. Poco después, el PSC le cesó y fue nombrado jefe del área sud de Barcelona.
Sallent, además, estaba inmerso en un proceso de ascenso al máximo rango en la policía catalana: el de major. Es un galón que hasta ahora solo tiene Josep Lluís Trapero, en excedencia para ejercer de director de la policía catalana, un puesto de designación política. ERC quiso ascender a Sallent antes de dejar la consejería del Interior, pero varios sindicatos torpedearon el nombramiento, denunciando las bases de la convocatoria Un juez dictó medidas cautelares que frenaron el proceso, y Sallent fue destituido sin una resolución definitiva sobre su ascenso.
Dos sentencias han dado finalmente la razón a Sallent, tal y como avanzó la cadena Ser, y otorgado luz verde a que finalice su promoción a major. Los sindicatos han recurrido de nuevo la decisión, pero en esta ocasión no hay medidas cautelares. Fuentes policiales aseguran que es probable que en septiembre Sallent pida el galón, para el que fue elegido por el anterior director general, Pere Ferrer. La decisión última recae el Departamento de Interior, pero depende de un informe de idoneidad del actual director, Trapero, con el que históricamente ha estado enfrentado.
“Señor presidente, si no se aplican sanciones inmediatas a Israel, lo que acabará por reconocer será un cementerio”. Así se expresaban hace unos días los historiadores Elie Barnavi, también exembajador de Israel en Francia, y Vincent Lemire en una tribuna en el periódico Le Monde en la que pedían a Emmanuel Macron más presión a Israel ante la grave situación en Gaza. El anuncio del presidente francés de que reconocerá el Estado palestino durante la Asamblea de la ONU en septiembre ha agitado el debate en una Francia muy dividida ante esta cuestión. Es el país con la mayor comunidad judía de Europa (500.000 personas, menos de un 1% de la población) y también con más musulmanes, casi seis millones, un 8% del total.
“¿No hay más preguntas? Pues querría hacer un comentario”, dijo Salvador Illa el sábado en Shanghái (China) ante un grupo de periodistas en la rueda de prensa de balance del curso político. El president sorprendió y reiteró que aún esperaba que el Gobierno de Aragón diera las gracias al Museo Nacional de Arte de Cataluña por cuidar 80 años de las pinturas de Sijena que por mandato judicial (él llama a acatar la sentencia) deben volver al monasterio de Huesca. La entrega de esos murales irrita y no deja indiferente a buena parte del Parlament, pero solo 50 personas, convocadas por la Asamblea Nacional Catalana, han protestado ante las puertas del museo. Casi es una metáfora de cómo ha decaído el pulso soberanista justo un año después de la investidura de Illa cuando Cataluña, agotada, ha cerrado el libro del procés y encara el pulso por la financiación.
A través de las redes sociales, Javi Martínez Onsalo, dirigente de las juventudes de Vox, calificaba este miércoles de “hazaña” lo conseguido por su partido en la localidad murciana de Jumilla y exhibía una noticia de La Gaceta de la Iberosfera. “Una moción de Vox logra prohibir celebraciones islámicas en dependencias municipales y en la vía pública”, titulaba el periódico de la fundación Disenso, que preside el propio Santiago Abascal. Pese a la euforia del joven, la noticia ha desaparecido de la web ultra, quizá porque era exagerada —la moción, enmendada por el PP, no prohíbe celebraciones religiosas musulmanas en la vía pública, sino solo en instalaciones deportivas municipales— o por temor a provocar reacciones adversas, como la de la Conferencia Episcopal, que la ha reprobado por atentar contra los derechos fundamentales de todo ser humano.
El despacho de la alcaldesa de Jumilla era este jueves una trinchera. La edil, Seve González, del Partido Popular, ha observado perpleja cómo la aprobación de una enmienda del municipio murciano de 27.000 habitantes el 28 de julio abría esta semana todos los telediarios en España. La medida —que había propuesto Vox y que su partido aceptó con la enmienda para evitar los motivos que ella misma considera “inconstitucionales”— impide de facto que la comunidad musulmana, compuesta por unos 1.500 vecinos, celebre en una instalación deportiva sus dos grandes festividades religiosas, la del fin del Ramadán y la Fiesta del Cordero, como veían haciéndolo hasta ahora. “Se ha sacado todo de contexto. Nosotros no hemos prohibido rezar a nadie”, advierte antes de conceder una entrevista a EL PAÍS desde su oficina.
A un lado de un césped cuidadosamente cortado y vacío, caminan con prisa unos niños con chanclas. Otro grupo manda pelotas de tenis fuera de la pista, un conserje rescata a un gato esquelético y una concejala se da un baño en la piscina minutos antes de que comience un curso de natación. Hay un circo pegado al recinto. Y la noche de este jueves, está previsto un evento para la “exaltación del vino” de Jumilla. En este macroespacio público de la localidad vinícola por excelencia de Murcia se pueden hacer muchas cosas al mismo tiempo. Pero ya no se puede rezar.
Castigar a la India por comprar petróleo ruso es un arma contundente dirigida al objetivo equivocado. La decisión de Donald Trump de imponer un arancel adicional del 25% a las importaciones estadounidenses procedentes del país asiático puede resultar muy dañina para Nueva Delhi. Pero es poco probable que perturbe los flujos que mantienen en marcha la maquinaria bélica de Vladímir Putin. Al igual que algunas de las medidas comerciales anteriores del presidente de EE UU, es posible que el ruido supere al impacto. Eso explica por qué los inversores petroleros no se muestran preocupados.