ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El Ministerio de Trabajo tiene previsto arrancar la próxima semana toda la maquinaria para determinar la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) para 2026. Pero, en esta ocasión, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, quiere dar “un paso adelante” y blindar los futuros incrementos de esta renta, según ha señalado en declaraciones a EL PAÍS. Para llevar a cabo el blindaje, en Trabajo quieren modificar la norma de forma que esta impida a las empresas compensar o absorber con complementos o pluses salariales cada uno de los aumentos del SMI. El vehículo legal que fija cada año la subida del salario mínimo es un real decreto que el Gobierno puede modificar vía desarrollo reglamentario sin necesidad de pasar por el Parlamento.
El BBVA espera que, si la opa hostil sobre el Banco Sabadell sale adelante, pueda acometer la fusión con la entidad catalana en tres años, tan pronto como expire la condición de mantener la independencia estratégica de ambos bancos impuesta por el Consejo de Ministros. Si bien la legislación bancaria establece que también entonces el Gobierno pueda aprobar o no esta unión y llevar la espera a cinco años, el banco que preside Carlos Torres confía en que el expediente abierto a España por la Comisión Europea le obligue a modificar la legislación antes de los primeros tres años. La cuestión es clave para que el BBVA pueda aflorar las sinergias previstas con la transacción.
Aena prevé destinar 13.000 millones de euros en su próximo programa de inversiones para el quinquenio 2027-2031 y tiene que ser entonces cuando arranquen las actuaciones para cambiarle la cara al Aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat, donde “la inversión será superior a 3.000 millones de euros y se prolongará a lo largo de sucesivos ciclos”, ha informado la compañía. El primer paso será la aprobación del plan director que trazará las líneas maestras de una intervención integral “para conseguir el desarrollo necesario del aeropuerto” con una ampliación de la pista más cercana al mar que tiene que posibilitar alcanzar las 90 operaciones por hora y evitar las limitaciones de operativa que, ahora, fijan como tope las 80 maniobras por hora. El horizonte de ejecución está fijado en el año 2033.
Alemania lleva tiempo inmersa en un debate sobre cómo hacer frente al debilitamiento del sistema público de pensiones, sobre todo en un momento en el que los años boyantes de la economía parecen cosa del pasado. Cada vez menos trabajadores tienen que financiar las pensiones de un número cada vez más grande de personas mayores con una esperanza de vida cada vez más larga. Una presión que aumentará en los próximos cinco años con la jubilación de la generación del baby boom.
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La profesión del diseño tal y como la conocíamos hasta hace muy poco ya no existe. Como muchas, en los últimos años se ha transformado muy rápido. En su caso, se ha expandido hacia áreas totalmente inéditas, de las que han surgido nuevos enfoques y especialidades, sobre todo digitales, pero también de carácter artístico, experimental o especulativo. Su contexto, sus procesos, sus canales y su modo de materializarse (o no) se han desarrollado tanto que lo que antes eran los ámbitos hegemónicos del diseño, ahora representan solo una parte. Sin embargo, fue en aquel contexto, reciente pero ya obsoleto, cuando Miguel Leiro (Santiago de Compostela, 30 años) se obsesionó con el diseño. Procede de una familia en la que su bisabuelo y abuelo habían sido ebanistas en Cambados, especializados en talla de madera y muebles a medida, mientras que su padre, Francisco Leiro, es escultor. Que Miguel terminara estudiando Diseño Industrial parece el resultado del cruce de ambas herencias. Una especie de evolución natural genética.
El cambio de postura de la Comisión Europea, al lanzar a los Estados miembros de la UE un plan para suspender partes del acuerdo comercial con Israel por su guerra contra Gaza, está obligando a los Estados miembros a posicionarse abierta y claramente sobre las vulneraciones de los derechos humanos en la Franja. En medio de una creciente presión, Alemania, gran aliado de Israel y tradicionalmente reticente a aplicar represalias al Gobierno de Benjamín Netanyahu, no ha fijado aún su postura. Pero su silencio en los últimos días puede indicar cierta apertura o una vía hacia la abstención respecto a si parar el pacto comercial, señalan fuentes diplomáticas consultadas por EL PAÍS.
La primera vez que Ana Torroja (Madrid, 65 años) tuvo dudas sobre su futuro en la música fue en 1992, en lo más alto de su carrera. Mecano acababa de terminar la exitosa gira de promoción del disco Aidalai y los tres integrantes del grupo, José María y Nacho Cano y Torroja, decidieron tomarse un tiempo para descansar y reflexionar sobre qué querían para sus carreras. Ana estaba agotada física y mentalmente. Estaba cansada de tanto tour, pero también de la constante tensión que había entre sus compañeros. Su profesor de canto le aconsejó que se olvidara del trabajo y se fuera lejos de España. “Me dije a mí misma: ‘¿A dónde me voy? ¿Dónde no me va a conocer nadie y puedo volver a ser Ana? Me fui a vivir a Nueva York”, recuerda la cantante, mientras se hace un ovillo en una silla de maquillaje.
Fotografía:Javier Biosca
Estilismo:Beatriz Moreno de la Cova
Maquillaje y peluquería:Natalia Belda para Saigu
Producción:Cristina Serrano
Asistente de fotografía:Álvaro Tomé
Asistente de estilismo:Diego Serna
Asistente de producción:Marina Marco
Quizá no haya mentira más piadosa que la de una mujer que oculta a su madre un cáncer cerebral. Menos aún en plena guerra. La hija se llama Inna Kochenko y tiene 30 años. Es de gran envergadura, seria y mirada noble. Se percibe que sufre por su madre, Lubov Uzhishchenko, de 49 años, postrada con su cerebro muy dañado, sin esperanza de mejora, en una casita de una zona rural de Nizhin, en la provincia ucrania de Chernihiv. Dicen los expertos que el estrés de una guerra puede despertar enfermedades, potenciarlas, precisamente cuando crece la soledad, la posibilidad de quedar desahuciado mientras los tuyos huyen o mueren. “Las explosiones y los bombardeos afectan mucho a la condición de mi madre”, se lamenta Kochenko, “y no puedo evitarlos porque no tenemos un refugio cerca”.
Cómo se forman los afectos, de dónde vienen las ideas y de qué modo se aprende a mirar el mundo, y cómo surgen las dificultades, los hábitos adquiridos que complican el trato con las cosas o lo facilitan, los tics heredados, las malas o buenas costumbres, los complejos. Marcos Giralt Torrente se ha ocupado en su último libro, Los ilusionistas (Anagrama), de explorar cómo les fue en la vida a quienes formaron parte de su familia materna. Al hacerlo cuenta de paso una parte importante de la reciente historia de España, pero escribe fijándose en lo que ocurre por dentro, poniendo la atención en la intimidad, en ese ámbito que se escapa siempre porque está lleno de mitos, de viejas cuentas pendientes, de injusticias e imposiciones, de fantasmas. Cosas de familia. Es fácil decirlo; lo complicado es meterse en ese territorio que se va llenando con el tiempo de unas minas que son cada vez son más difíciles de desactivar.
El fracaso del procés ha traído una enorme frustración entre quienes creyeron, como fervientes seguidores de una religión laica, que la independencia de Cataluña estaba “a tocar”. Quedó patente que todas esas figuras vociferantes que animaban a las multitudes a saltarse la ley tenían los pies de barro y estaban en la política por sed de poder y no por otra cosa. Y es que los líderes mesiánicos siempre se mueven por un interés mucho más mundano que los elevados principios que difunden.
De un embrión congelado hace más de 30 años, tras un largo viaje a través del tiempo, nació un niño este verano. El bebé ha abierto los ojos a un mundo ajeno al momento de su concepción. Dado que la pareja que lo ha alumbrado no es la misma que lo creó, el viaje ha sido doble, como si hubiera hecho trasbordo en una estación para tomar otra línea. Hay trasbordos agotadores. Conozco varios en la red del metro de Madrid que conviene evitar porque sus túneles son kilométricos. Tarda uno horas en volver a nacerse. Otro asunto: la criatura de la que hablamos es casi más vieja que sus padres gestacionales, pues fue concebida cuando ellos tenían apenas cuatro o cinco años y muchísimo antes, claro, de que se conocieran. El niño lleva en su código genético y en sus marcas epigenéticas la nostalgia de un mundo de cabinas telefónicas y cintas de VHS que jamás conocerá.
El execrable asesinato del comentarista ultraconservador Charlie Kirk el pasado día 10 en Utah es otro episodio de la violencia con armas de fuego que cada año mata a más personas en Estados Unidos que en el resto de los países del G-7 juntos. Aunque muchos se apresuraron a buscarle motivaciones políticas al asesino, la investigación todavía no ha encontrado pruebas concluyentes. Sin embargo, ello no ha impedido al trumpismo radicalizar su discurso en contra de la oposición y de cualquier organización progresista hasta poner contra las cuerdas un derecho consagrado nada menos que en la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense: la libertad de expresión.
Madrid es la excepción. Mientras varios de sus centros educativos públicos y concertados han recibido desde la semana pasada llamadas de la Inspección de Educación para que retiren la simbología relacionada con el apoyo a Gaza, el resto de colegios e institutos españoles no ha tenido que atender a ningún veto, según confirman las diferentes consejerías de Educación. La inspección educativa de la Junta de Andalucía, sin embargo, sí obligó al instituto Columela de Cádiz a retirar las banderas de Palestina y Ucrania que, desde el pasado mes de marzo, estaban colocadas en la puerta de su edificio. El centro de educación secundaria acató la decisión y las descolgó, pero las sustituyó por una pancarta con los colores de Palestina en la que se lee “Stop Genocidio”, con lo que no hubo ningún problema, por lo que continúa en el mismo sitio donde la colocaron.
“España huele a pueblo, / a descalzo y a fuente, / a trabajo y a queso, / a arrugas en la frente”. Junto a algunas flores selectas de Paco Martínez Soria, España huele a pueblo fue uno de esos productos culturales que, derivados del éxodo rural, nacieron como odas pero pronto se iban a entender como elegías. Benito Moreno compuso la canción en la marea alta del folk de los setenta y Manolo Escobar, un sabueso del casticismo, la popularizó. Se trataba de curar las nostalgias de aquellos que, con más anhelos de subsistencia que sueños de clase media, habían dejado atrás sus pueblos y volvían a evocarlos con un baile en la Feria de Abril de Barberà del Vallès o con un casete de Juanito Valderrama en Alemania. Menéndez Pelayo, en un golpe de brillo, escribió que la “antigua libertad” española era de carácter “municipal y foral”, y para honrar esa intuición bastará con recordar que Extremadura, con un millón de habitantes, tiene más municipios que Portugal, con 11 millones. Precisamente hasta el éxodo rural esos pueblos españoles continuaban siendo —como observó Azorín— iguales que en tiempos de Cervantes: “Plazas anchas, con soportales ruinosos, por las que de tarde en tarde discurre un perro”. Hoy seguimos teniendo más de 8.000 municipios, cuatro de cada cinco por debajo de los 10.000 habitantes. Y si nunca estuvieron muy poblados, hoy están diezmados y envejecidos, presa de la corrosión que desencadena el éxodo: el padre se va, el hijo no vuelve, el quiosco cierra, el bar apenas abre y —si se clausura la escuela— solo quedarán viejos hasta que ya no queden viejos. De los setenta a esta parte, fijar la población al territorio ha sido un principio rector de la vida nacional: por eso hemos abierto universidades y tendido vías férreas, y por eso prevemos mecanismos para fusionar municipios que chocan con el hecho de que a un pueblo no le gusta cómo huele el otro pueblo. Hemos tenido, en fin, mucho regocijo con las rotondas, pero si en algo es puntera la inversión pública es en polideportivos a una escala más adecuada a Toronto que a Villanueva de Gállego. El resultado de los esfuerzos ya sabemos cuál es: nuestra democracia ha tenido más éxito en recuperar al lince ibérico que al joven zamorano. Tenemos un problema —como si nos faltaran— con los pueblos.
Un fantasma recorre el mundo digital: el fantasma de los usuarios falsos. A finales de agosto la plataforma Twitch, hogar de Ibai, Auronplay, El Rubius o Xokas, anunció que iba a tomar medidas serias contra los bots usados para inflar las estadísticas de los creadores de contenido. La noticia ha caído como una bomba nuclear digital: fuentes de la propia plataforma precisan que unos 40.000 canales podrían estar hinchados, la audiencia media ha caído estos días un 25% y algunos de los streamers más grandes han llegado a perder entre el 50% y el 60% de su audiencia diaria. Por eso, sorprende mucho que, salvo excepciones, los medios de comunicación tradicionales hayan prestado tan poca atención a un fenómeno que les toca muy de cerca, ya que supone que sus enemigos, aquellos que venían a comerles la tostada, sencillamente, hacían trampas.
En La guardiana, recién publicada novela de la debutante Yael van der Wouden (Tel Aviv, 1987) que hurga en las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial en los Países Bajos, las protagonistas —y, a priori, antagonistas—, Isabel y Eva, se ven obligadas a convivir durante unas semanas. La historia, galardonada con el Premio de Ficción Femenina de 2025 (Women’s Prize for Fiction, uno de los más prestigiosos del Reino Unido), presenta a Eva como la novia de Louis, el hermano mayor de Isabel, que debe salir de viaje por trabajo, circunstancia que provoca el encuentro de las dos mujeres en la casa familiar. La distancia que las separaba se va estrechando hasta el punto en que, en un momento dado, a modo de broma, Eva le roba un beso a su cuñada. Con aquel gesto, la hasta entonces recatada Isabel se tira de cabeza: “Tenía la mano abierta en abanico sobre la ingle de Eva, en la juntura con la pelvis; el pulgar tocando la ropa interior. La delicada piel se había humedecido en ese punto. Isabel la besó con más vehemencia”.
LecturasLa guardiana. Yael van der Wouden. Traducción de Victoria Alonso Blanco. Salamandra, 2025. 288 páginas, 21 euros.
A cuatro patas. Miranda July. Traducción de Luis Murillo Fort. Random House, 2025. 384 páginas, 22,90 euros.
Intermezzo. Sally Rooney. Traducción de Inga Pellisa Díaz. Random House, 2025. 416 páginas, 22,90 euros.
Leche cruda. Ángelo Néstore. Reservoir Books, 2025. 208 páginas, 18,90 euros.
Pureza. Garth Greenwell. Traducción de Inga Pellisa Díaz. Random House, 2021. 240 páginas, 19,90 euros.
Iluminada. Lidia Yuknavitch. Traducción de Sergio Chesán. Horror Vacui, 2025. 304 páginas, 19,90 euros.