ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Cortado por obras. Es el aviso que cuelga de las vallas metálicas que cortan el tránsito a la altura de la plaza de la Campana, una de las principales vías de acceso al corazón histórico de Sevilla. Este lunes comienzan aquí los trabajos del tranvibús que unirá el centro de la capital andaluza con el barrio de Sevilla Este, de 100.000 habitantes, a unos seis kilómetros. Esta actuación se suma al otro medio centenar de obras que se están desarrollando en todos los rincones de la ciudad y a las que se añaden las de la ansiada línea 3 del metro. La mayoría son para mejorar la movilidad y las comunicaciones, pero otras tienen que ver con la modernización del alcantarillado y el suministro de agua o con intervenciones del departamento de Parques y Jardines. Una coincidencia que ha sumido a la ciudad en un caos circulatorio, levantando las críticas por la ausencia de planificación del Ayuntamiento a la hora de acometer las actuaciones y dejando en evidencia la falta de un modelo de ciudad sostenible, donde la presencia del coche se hace inevitable.
Las ayudas económicas que ofrece la Comunidad de Madrid para que niños de la Educación Infantil y Primaria reciban la primera comida del día en los colegios tienen un alcance mínimo. Solo 1.182 estudiantes recibieron la prestación el pasado curso, a pesar de que se calcula que hay unos 140.000 menores con carencia material severa en la región en edad escolar, según un informe de CC OO. En definitiva, teniendo en cuenta esos datos, la obtiene un 1% de los posibles candidatos. Y la cifra de beneficiados será similar este año, según ha anunciado el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Las solicitudes se abren en septiembre y el plazo de resolución tarda meses, por lo que las familias pasan las primeras semanas de clases en una incertidumbre, sin saber si contarán o no con la ayuda. A ello hay que sumar la baja financiación del programa y la poca promoción que tienen estas ayudas, una de las razones, según los propios implicados, de que la pidan muchas menos personas de las que la necesitan.
Casi 59.000 becas comedor denegadas el pasado cursoEl curso 2024-2025 la Comunidad de Madrid concedió unas 103.000 becas de comedor en la primera vuelta, que a lo largo del año escolar llegaron hasta las 127.000 con la resolución favorable de las reclamaciones de muchas de las familias que quedaron fuera. La cifra final estuvo muy por debajo de la que había prometido el Gobierno de Ayuso, que preveía llegar a 137.000 ayudas.
Sin embargo, según los datos obtenidos por Lorena Morales, diputada del PSOE en la Asamblea de Madrid, y a los que ha tenido acceso este diario, ese mismo curso se denegaron casi 59.000 solicitudes de becas comedor. La cifra representa el 21% del total de presentados, es decir, que una de cada cinco familias que pidieron ayuda para darle de comer a sus hijos en el colegio recibió la negativa de la Administración regional.
Si nos fijamos en los apellidos de los profesionales que lideran las tardes de la televisión en abierto, podría parecer que seguimos en la parrilla de los años ochenta. Gonzalo Miró, hijo de la cineasta y exdirectora de RTVE Pilar Miró, debutó hace una semana como presentador en la cadena pública con el programa de actualidad Directo al grano. Una semana antes, Joaquín Prat Sandberg, hijo del legendario presentador y pionero de la televisión española, regresaba a las tardes para pilotar en Telecinco un magacín con clara referencia a uno de los concursos de su padre El precio justo —que el propio Prat explicó recientemente en este periódico que fue propuesta de Miró a su padre—. Ambos llegan a una tarde que en la que reina desde hace varias temporadas en Antena 3 Sonsoles Ónega, hija del veterano periodista Fernando Ónega.
Reconocer ahora el Estado palestino, en el momento exacto en que el ejército israelí está diezmando a la población de Gaza y demoliendo lo que queda de su capital, tendrá previsiblemente escaso impacto real sobre el terreno, pero es una inequívoca forma de presión diplomática para que un día se consiga una tregua, sean liberados los rehenes en manos de Hamás y se abra una negociación de paz.
En los últimos días, el debate sobre la desigualdad generacional ha estallado con más fuerza que nunca. Los datos hablan por sí solos: en dos décadas, la brecha de riqueza entre quienes tienen 65-74 años y los que hoy rondan los 35-44 se ha multiplicado por nueve. La fotografía es clara: la distancia crece a un ritmo alarmante.
El grito de “Libertad, carajo”, se hizo popular en el ascenso neoconservador. Convenía para mejorar las expectativas electorales abrazarse a un aroma de contestación antisistema, que le quedaba grande a la izquierda puritana, y funcionó. Se trataba de una apropiación indebida, porque hasta ese momento libertad había sido una reclamación evidente contra el poder y los poderosos. Pero es asombroso ver que Trump ha logrado el éxito popular jugando a ser rebelde y millonario, guardián de la clase trabajadora y golfista cada fin de semana. La otra apropiación indebida era la de ese juramento, carajo, que con tanto tino utilizan los mexicanos, pero que suena siempre a impostado y falso si no sale de su boca. Pero ahí quedó. Lo previsible es que una vez llegados al poder, los que se envolvían en ese lema no han tardado demasiado en revelarse como verdaderos defensores de otra opción que les cuadra mucho mejor: ¡A censurar, carajo! La lista es larga y aumenta cada día.
Sobre el fragor de las bombas israelíes que han convertido la franja de Gaza en un inmenso cementerio se libra la batalla dialéctica por el calificativo que debe aplicarse a la mayor carnicería de civiles de este siglo. Quienes quieren subrayar la crueldad de condenar a casi dos millones de personas al exterminio, matando de hambruna a quienes sobreviven a los bombardeos, enarbolan la palabra genocidio, mientras que los que desean minimizar la gravedad del crimen se resisten a emplearla.
La radio en directo ―más que la televisión, donde es difícil olvidar la cámara― enseña las costuras de fábrica. En mi caso, una pesadilla recurrente es soltar, sin querer, una de las tantas expresiones racistas con las que fuimos criados en la España de los ochenta y que siguen tatuadas en algún lugar ignoto de mi cerebro. En el caso de Mònica Terribas, el mayor peligro es que le salga, en tromba y sin matices, la periodista que lleva dentro.
El domingo le preguntaron a Angelina Jolie por la situación de Estados Unidos, y admitió con tristeza que en estos momentos le cuesta mucho reconocer a su país. Supe a qué se refería porque solo dos días antes me había pasado exactamente lo contrario. Fue cuando hubo un desfile internacional en la Plaza Mayor de Madrid y tras los asistentes vip que contemplaban en primera fila el espectáculo vi a los españolitos de a pie guardando una compostura civilizadísima, apoyados con ilusión en la discreta barrera mientras en el centro de la plaza ocurrían cosas bellas. Me parecieron muy similares a los que, llegado el momento, fueron capaces de saltar las vallas y parar una vuelta ciclista: la defensa de lo humano puede cobrar formas extrañas. Por ejemplo, yo estoy ahora mismo defendiendo un desfile de moda privado que ocupó un espacio público. Llegó Pedro Almodóvar a coronar el front row vestido con una camisa como de señora y un bolso en bandolera como de paisano y se me ocurrió entonces que tengo una suerte enorme de vivir en un país donde uno de sus más ilustres ciudadanos (y artistas) defiende a los maricones, a las trans, a los pecadores. Y no solo eso: les lleva con él a la alfombra roja para que brillen por las cosas que importan. No soy monárquica, ni nacionalista, ni, Dios me libre, religiosa, pero cuando (gracias a un dron que despegó de la cabeza de ese Felipe III a caballo que Italia le regaló a España cuando los Medici aún eran importantes) contemplé a vista de pájaro la pasarela de terciopelo rosa y neones en la que se había convertido lo que un día fue el mercado central de la Villa, me santigüé del stendhalazo: soy de un país donde la religión aún de vez en cuando puede ser arte y no dogma. Uno donde una millonaria de primer nivel, con presupuesto para alquilar una plaza herreriana, aún puede meterse en un cine frecuentado por pobres, ella sin miedo a que la atraquen, ellos sin miedo a que les arresten por su nacionalidad. Cuanto más digno es un país menos falta le hacen policía o patriotismo.
“Siempre bien”. El sacerdote Jorge de Dompablo (Las Navas del Marqués, Ávila, 68 años) responde con una enorme sonrisa al recurrente “¿Qué tal estás?” del inicio de casi cualquier conversación. Enseguida se lanza a contar cosas, mientras enseña las dos casas (una de ellas una antigua estación de tren) a las afueras de Madrid en las que convive con doce migrantes. “El año pasado tuve la suerte de viajar a Roma a ver al papa Francisco con el capellán de la cárcel de Navalcarnero, varios presos y sus familias y Javi Baeza, de San Carlos Borromeo de Vallecas. ¡Fue un encuentro tan bonito! Yo le conté que en mi parroquia celebramos comunitariamente y que el evangelio lo lee una mujer y me respondió: ‘Sigue haciéndolo”.
En España, la gran mayoría de la ropa usada se tira a la basura cuando se desecha, unas 990.00 toneladas al año. “El 90% de la ropa usada acaba en el vertedero. No hay ningún aprovechamiento: se produce, se usa, se tira y adiós”, describe Juan Ramón Meléndez, director general de Re-Viste (Asociación para la Gestión del Residuo Textil y el Calzado). Solo se recoge entre un 10% y un 12% que tras una selección se envía a tiendas de segunda mano o a países del Norte y Sur global, donde en muchos casos finaliza en montañas de ropa inservibles y contaminantes.
El chico se adentró en el desierto de Utah con dos burros. Tenía 20 años y un sombrero para protegerse del sol despiadado. Era 1934, en plena Gran Depresión, y mientras Duke Ellington estrenaba al piano su canción Solitude para lamentar la tristeza que sentía en la soledad del desamor, él, Everett Ruess, el chico de los burros y el sombrero, que se había lanzado a la aventura de viajar en solitario por las míticas tierras del oeste americano, desapareció. Sin dejar rastro. Sin cadáver ni carta de despedida. Con todos los ingredientes para alimentar su leyenda: la del poeta, dibujante y aventurero, asceta de la belleza y esteta de la naturaleza, que se volatilizó en su búsqueda de la libertad extrema y de la vida sencilla en medio de ríos, cañones, barrancos, acantilados, desfiladeros, solitarias mesetas y un vasto horizonte azul.
En YouTube y TikTok, lo bizarro se cuela en los vídeos. Con la ayuda de la inteligencia artificial, creadores transforman las historias bíblicas en contenido audiovisual de estética infantil. Los pasajes se desarrollan a través de voces robóticas, que llegan desde un lugar distorsionado y se alternan entre la de un hombre y una mujer, sin que necesariamente se ajuste a los personajes y tiempos. La lógica se disuelve en un universo raro, infantil y falso, que la inteligencia artificial fabrica en segundos.
Las arañas y las quitameriendas siempre tienen prisa por regresar al paisaje enlutado después de un incendio forestal. Las primeras se descuelgan como comandos especiales desde los esqueletos negros de los árboles, dejándose balancear por el viento para adentrarse sigilosamente en el espacio desolado. Las segundas laten bajo tierra y se desperezan con las primeras lluvias, una tras otra e incluso en ramilletes, hasta urdir una alfombra morada sobre las cenizas. La vida empieza así a renacer, en un trabajo colaborativo, constante, de reconstrucción del orden natural que puede tardar décadas, o siglos, en restaurarse. Esto, si otro fuego no lo trunca en lugares tan castigados como la provincia de Ourense, pasto reiterado de las mayores oleadas de incendios en Galicia: 13 en los últimos 50 años.
“Permitidme nombrar esta noche a los que no están entre nosotros, pero están por derecho de la alta poesía (...). Quisiera saludar a todos los desterrados españoles”. La voz de Rafael Alberti, entre solemne y emocionada, es uno de los testimonios sonoros que perduran de aquel 8 de junio de 1966, en el que el poeta gaditano recibió un homenaje en París. Alberti llevaba entonces 27 años en el exilio y más de un centenar de artistas españoles, de dentro y fuera del país, se unieron como pudieron para rendirle tributo. El acto, grabado por Radio París, es bien conocido en los círculos especializados. Lo que quizá es menos es la azarosa vida de buena parte de la obra pictórica surgida de aquel evento. Reunida en una carpeta, pasó décadas entre París, Barcelona y Bilbao, hasta acabar en Cádiz, donde por fin ha encontrado ahora su casa definitiva: la Real Academia Provincial de Bellas Artes de Cádiz.
En Madrid hay un mono disecado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Un señor que duerme contra un árbol. Una cabeza de cerdo en la carnicería de un mercado. En Madrid hay chavales estudiando en bibliotecas. Gente tomando el sol en el parque de las Tetas. Un futbolín en una cafetería abandonada. En Madrid hay un túnel lleno de grafitis. Una tienda inundada en caramelos. Un plato combinado comido por el sol. Madrid es el Paraíso del Jamón.
La traducción de un clásico de la historiografía sobre la Antigüedad merece siempre un aplauso. Quien haya leído La revolución romana, de Ronald Syme (1903-1989), uno de los historiadores más lúcidos sobre la Roma antigua, correrá a hacerse con este Tácito que nos regala la Editorial Gredos, un magno tributo al seguramente más grande historiador romano del que quizás no sepan que su retrato de claroscuros de la historia romana forma parte de nuestro imaginario gracias a la novela de Robert Graves y la magnífica serie de la BBC Yo Claudio. La lectura del historiador romano nos interpela hoy y siempre, en especial su Anales, por la sencilla razón señalada por Syme de que la oligarquía es el tema sobresaliente y permanente de la historia romana, quizás de todos los tiempos, y que la elección entre libertad y seguridad es un dilema que se plantea una y otra vez a lo largo de la historia.
Tácito I Ronald Syme Traducción de Roc Filella Escola Gredos, 2025 606 páginas 24,90 eurosTácito IIRonald Syme Traducción de Roc Filella Escola Gredos, 2025 464 páginas 24,90 eurosEl trumpismo ha declarado una guerra cultural contra Europa, afirma un informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), que se publica este martes. Si hubiese que señalar el momento en el que comenzó, argumenta el autor, Pawel Zerka, el día sería el pasado 14 de febrero, y el lugar, la Conferencia de Seguridad de Múnich. Aquel día el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, sacó toda la artillería ultraconservadora al lanzar un ataque ideológico contra Europa, cuestionando los valores y la democracia del continente. En sus andanadas contra la UE, advierte el documento, el presidente estadounidense, Donald Trump, cuenta con actores que amplifican su discurso y le sirven de aliados, y cita al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y a sus homólogos, la italiana Giorgia Meloni y el eslovaco Robert Fico.