ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Hace tiempo que Podemos se borró de la foto. Si en el último ciclo electoral la izquierda se enredó durante más de dos años en el debate de la unidad, hoy casi nadie en Sumar espera ya al partido de Ione Belarra. La formación ha entrado en una estrategia atrincherada de enfrentamiento con el Gobierno que solo va a más y esta semana ha hecho caer una norma fundamental para la estabilidad de la legislatura: el traspaso de competencias en materia migratoria a Cataluña. Por mucho que la ultraderecha esté más fuerte que nunca —por encima del 17% en las encuestas—, y que la ley electoral penalice la división, la decena de voces consultadas para este reportaje ven la fractura casi irreversible y creen que Podemos se ha colocado ya en un escenario de resistencia para después de las generales.
Asun Polo, de 41 años, y Aida Casas, de 31, han sido madres en el último año. La primera, ingeniera de telecomunicaciones, tomó paracetamol en el embarazo durante un proceso gripal. La segunda trabaja en comunicación y recurrió al fármaco para aliviar unas fuertes contracciones en el primer trimestre de gestación. El pasado lunes, al leer que el Gobierno de Donald Trump anunciaba —como un gran hallazgo y en contra de todas las guías clínicas— que el medicamento puede causar autismo, las dos reaccionaron con una mezcla de sorpresa, incredulidad y rabia.
Javier Milei se arrojó a los brazos de Donald Trump y fue correspondido. Esta semana, el republicano ofreció a Argentina un rescate inédito de 20.000 millones de dólares, además de un crédito sin fecha y hasta la posibilidad de que Estados Unidos compre bonos de su deuda. Trump no se anduvo con chiquitas, como es su costumbre: dijo que Milei era “un líder verdaderamente fantástico y poderoso” y, tal vez mal informado del calendario electoral argentino, hasta le ofreció su “completo y total respaldo” para su “reelección como presidente”. Milei sonreía a su lado con los ojos achinados, mientras mostraba a la cámara una versión impresa del mensaje que su amigo acababa de prodigarle en Truth, su red social. La calma regresaba a la Casa Rosada tras una semana en la que todo se encaminaba hacia una crisis económica y política sin remedio.
Tras escaparse de un centro de menores en Bélgica en otoño del año pasado, fue contratado por una organización criminal de Países Bajos. Desde allí voló el 7 de diciembre de 2024 a Málaga. Aterrizó cerca de la medianoche y fue recogido en coche por dos miembros de la banda de narcos. Le llevaron a un hotel para entregarle un fusil de guerra y después lo trasladaron hasta Fuengirola. Cerca del paseo marítimo, en la calle Asturias, le mostraron el club de cannabis del que, antes o después, saldría un hombre al que debía matar. Encapuchado, esperó con paciencia. De madrugada, apenas dos horas después de llegar a España, apretó el gatillo a sangre fría y huyó en bicicleta, luego a pie y finalmente en taxi.
El dedo en la llaga lo ha puesto esta semana Estela Vidal, que expresa en un correo su “profunda decepción por el tratamiento que han dado en su edición online a la histórica hazaña de Aitana Bonmatí, quien acaba de conquistar su tercer Balón de Oro consecutivo”. La lectora cuestiona que EL PAÍS dedicara a la categoría masculina el titular de la entrega de los premios anuales de la revista francesa France Football a los mejores jugadores profesionales, en lugar de mencionar juntos a los dos principales galardonados, Aitana Bonmatí y Ousmane Dembelé.
1. Unos meses después de establecerse en Madrid, Irving fundó una costumbre. La practicaría cada domingo, con sol o lluvia, frío o calor, con algún o casi ningún dinero en los bolsillos. Saldría de su minúsculo piso rentado en Chueca, bajaría hasta la plaza de Vázquez de Mella, donde desayunaría con un cruasán y unos churros mojados en café cortado. Luego compraría la edición dominical de EL PAÍS y buscaría la calle de Alcalá para cruzar la Cibeles. Ya con la puerta de Carlos III a la vista, siempre cantaría en voz baja los versos más pegajosos de aquella canción que desde hacía mucho lo perseguía: “Mírala, mírala, mírala, la puerta de Alcalá…” y, dejando a su izquierda el monumento, penetraría en el parque del Buen Retiro.
Cuando la niña vio a aquellos gigantes en la puerta de su casa, preguntó: “¿Mamá, quiénes son?”. Así llamaba la pequeña de tres años a los adultos. “Tenemos que hablar, cariño”, le respondió Jessica A., mientras la cría le decía que no, intuyendo lo que estaba pasando. Jessica era la madre de acogida de Carla desde que esta tenía cinco meses. En esa casa estaba todo su mundo. Su cocinita de juguete y sus cuentos. Allí le gustaba peinar a sus muñecas, y hasta a su abuelo. Pero todo aquello estaba a punto de desaparecer. La Administración había cambiado la medida de protección: de acogimiento familiar a adopción. Y eso implicaba cambiar de familia.
Este lunes se cumple un año desde la suspensión de las oposiciones al puesto de informador en RTVE por la filtración previa del examen, que obligó a repetir la prueba escrita a cientos de aspirantes afectados por un escándalo todavía entre sombras. Su rastro permanece en las diligencias previas abiertas en el juzgado de instrucción número 48 de Madrid, donde dos integrantes del sindicato UGT en la corporación están investigados por un delito de revelación de secretos. Uno de ellos formó parte del tribunal de oposiciones donde se confeccionó el examen filtrado. El otro envió a una opositora afiliada a su mismo sindicato el documento llamado Lobo, donde aparecía la mayor parte de las respuestas a las preguntas de la prueba. Como contó este periódico, ella fue quien destapó la filtración al ponerla en conocimiento de varios responsables de la corporación. Ambos imputados borraron datos de sus respectivos ordenadores y dispositivos móviles, así como comunicaciones entre ellos, durante los días posteriores a la cancelación de las oposiciones. Así lo refleja un informe policial al que ha tenido acceso EL PAÍS y donde los agentes concluyen que esa actuación de los dos presuntos implicados “podría tratarse de una ocultación de información en aras de entorpecer la presente investigación y mantenerse al margen”.
Antonio Vercher (Tavernes de la Valldigna, Valencia) cumplió 72 años hace justo una semana, el 21 de septiembre. Ese es el tope para ejercer como fiscal. Su jubilación supone la salida de un actor clave del medio ambiente en España en los últimos 20 años. Porque Vercher era el coordinador de la Fiscalía de Medio Ambiente y Urbanismo desde que se creó en abril de 2006. Hablar con él es adentrarse en un viaje por dos décadas de protección del medio ambiente.
Junior Healy no es muy callejero. Trabaja ―lee, investiga, graba sus podcasts y emite sus directos ante el ordenador― sin salir de su casa. Un piso minúsculo “que por no tener no tiene ni salida de humos”, dice, en un barrio popular de Madrid, donde vive con su novio de los últimos 10 años, pese a que hace algún tiempo que rompieron. Su expareja se está mudando “poco a poco” tras la ruptura, por lo que declina amablemente que nos veamos en su casa y propone un macrocentro comercial cercano. Aquí, a la una de la tarde de un día entre semana, entre jubilados y jubiladas echando la mañana, pasa desapercibido. Pero Junior Healy, como prefiere ser llamado, pese, o quizá debido a lo común de su nombre real, es una celebridad para la pequeña legión de seguidores de la generación Z que imita su característico acento y jerga y cita sus frases textuales en vídeos de TikTok. Sin ir más lejos, esta boomer que firma, ni siquiera sabría quién es si una zeta no la hubiera puesto sobre la pista.
JUNIOR EL SENIORJunior Healy tiene la sensación de haber llegado tarde a demasiadas cosas. Por eso, este licenciado en Publicidad que trabajó durante casi una década vendiendo las bondades de unos centros de estética, decidió, al ser despedido, no esperar más y, con el colchón de la idemnización, atreverse a dedicarse a su pasión: contar historias. Ahora, vive de ello. Sus podcast Francisco Frankie y ¿Solteras y fabulosas?, junto a su colega y amiga Esty Quesada, La Pringada, atraen a una audiencia compuesta mayoritariamente por mujeres de la generación Z.
Inés B., una joven de Barcelona, aprovechó este año sus vacaciones de agosto para trasladarse a Cuenca y en apenas una semana acelerar el proceso, a 500 kilómetros de su casa, para obtener el carnet de conducir. “Cuando di mi código postal en la autoescuela, supieron de qué barrio venía”, explica ahora revelando que decidió seguir el ejemplo de amigos que, como ella, no quisieron esperar los meses de demora –la media es de medio año y en Barcelona o Girona puede ser de ocho meses– para tener cita con un examinador. El Govern admite que más de 70.000 personas –78.000 ya, según datos de la Federació de Autoescoles de Catalunya–, con la teórica en el bolsillo, están en la lista de espera para hacer las prácticas. El Ejecutivo ha pactado la llegada de más examinadores (25) y plantea posibles encargos de gestión ahora en estudio para aliviar el problema.
“Ya está todo hecho”, dice Mavi García, que tiene 41 años y ha estado 10 buscando la que ya se bambolea en su pecho colgada del cuello sudado, una medalla en un Mundial de ciclismo. “Ya lo he hecho todo”, repite la mallorquina, que ha terminado tercera en la colina de Kimihurura, meta del circuito del Mundial de ciclismo que ha invadido Kigali, la capital de Ruanda. “Quiero disfrutar el año que viene haciendo bici, que es lo que más me gusta, ayudando a otras…” Mavi García, la única luz durante una década del mortecino ciclismo femenino español, quizás no es consciente de que, en realidad, ya ha ayudado a otras, y solo tiene que mirar alrededor para verlo. Su bronce es la cuarta medalla del ciclismo femenino español esta semana. Las otras tres, y un arcoíris, las han ganado dos jóvenes con edad para ser sus hijas casi, y si no biológicas, sí hijas deportivas, pues quizás no serían ciclistas si ella no hubiera existido. Es su mayor contribución a un ciclismo español que, falto de grandes estructuras, equipos, carreras, falto de casi todo, da a la luz regularmente a genios surgidos de la nada.
Murió tantas veces y de tantas maneras, que cuando llegó la definitiva no se le tomó muy en serio y Luis Barboo cayó en el olvido durante casi 25 años. Precipitado desde lo alto de un faro o desde la cornisa de un edificio, tiroteado, asaeteado, quemado, explosionado, apuñalado, infartado, sádicamente torturado, desgarrado por el hombre lobo. “Era muy intrépido”, reconoce su hijo mayor, Alfonso, y nunca dijo no a una muerte espectacular en el cine. El actor y especialista Luis Bar Boo, Barboo como nombre artístico más habitual (Vigo 1927-2001), pudo fenecer en el 80% de su filmografía y lo hizo a manos de estrellas tan fulgurantes y memorables como Kirk Douglas (La luz del fin del mundo, de Kevin Billington, 1971), Lee Van Cleef (El halcón y la presa, de Sergio Sollima, 1967) o Clint Eastwood (Por un puñado de dólares, de Sergio Leone, 1964).
Los días en Palacio Nacional empiezan antes de que salga el sol. Al filo de las seis de la mañana, Claudia Sheinbaum se cuadra ante su guardia presidencial. Saluda con el protocolario gesto militar y sigue caminando por los solemnes pasillos de techos altos que separan su estancia personal de la sala donde tiene la primera reunión de la mañana con la cúpula del Ejército y su gabinete de Seguridad. Luego, se trasladará a otro de los salones del edificio colonial para su rueda de prensa matutina y durante el resto del día puede llegar a juntar más de 10 reuniones. Hasta ahí, todo encaja como una continuación de los ritmos maratonianos implantados por Andrés Manuel López Obrador. Pero el estilo de gobernar ha cambiado tanto hacia dentro como hacia fuera. La política mexicana ha entrado en una nueva etapa con la llegada al poder de la primera mujer en su historia. Un estilo más contenido y prudente, pero igualmente infatigable y no exento de ejemplos de firmeza durante este primer año.
Alberto Núñez Feijóo y los barones autonómicos del PP llevan desde la tarde de este viernes encerrados en un palacete de Murcia trabajando en diversos asuntos para coordinar la estrategia común de los populares ante el nuevo curso político. La última en acudir a la cita, prevista desde hace semanas, fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que tomó el AVE de la 10 de la mañana y llego las 12.45 a la estación murciana. Tras haberse sumado tarde porque en la jornada anterior “tenía la ronda de portavoces parlamentarios de la Asamblea”, según su gabinete, la dirigente madrileña se plantó directa para intervenir con un discurso muy preparado en el debate que más le interesaba: el apartado sobre inmigración.
El señor Carlos Garamendi, presidente de la CEOE, es un hombre muy ocupado que añora la cultura del esfuerzo. “¿Tú te crees que Carlitos trabaja 37 horas y media a la semana? No”. Se refería al tenista Alcaraz, por si la confianza del nombre de pila en diminutivo induce a pensar que se refería a un esclavo bonachón y agradecido por los azotes.
Hagamos historia comparada, entre un documento marxista de hace casi un siglo y la actual primera potencia del capitalismo. El primero es la película Sopa de ganso, de los hermanos Marx, de 1933. Tenemos a un tipo estrafalario y sin escrúpulos que solo piensa en el dinero y las mujeres, se convierte en un dictador de un país llamado Freedonia —juego de palabras sobre la tierra de la libertad— y solo hace cosas sin sentido (hay un diálogo sobre aranceles), que acaban por llevarle a la guerra. Dos frases del filme son muy actuales como reflexión política. Una: “¿A quién va a creer, a mí o a sus propios ojos?”. Dos: “Señores, puede que parezca un idiota y hable como un idiota, pero no se dejen engañar, es realmente un idiota”. En el número musical final, toda la corte de aduladores y descerebrados de Freedonia se lanza a cantar que todos los hijos de Dios tienen armas y que ir a la guerra será maravilloso.
La economía estadounidense es como un gigantesco carguero de 30 billones de dólares al que es difícil hundir. Ocho meses después de su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump no lo ha conseguido con su testoterónica política, pero la ha desviado de su camino. Lo acaba de decir la OCDE en sus previsiones semestrales: si con Biden la economía crecía un 2,8% ahora lo hace a un 1,8%, y se prevé que en 2026 solo crezca un 1,6%; la inflación era entonces del 2,5%, en estos momentos es del 2,7% y el año que viene llegará al 3%.
La sorprendente decisión de que sea un jurado popular el que juzgue a la esposa del presidente del Gobierno por la también sorprendente acusación de malversación de caudales públicos (en concreto, haber pedido a su asesora en La Moncloa alguna gestión particular) ha desviado la atención esta semana de algo mucho más grave: por segunda vez en menos de dos años, la Audiencia Nacional ha puesto en libertad a dos de los principales capos de la mayor red de tráfico de drogas de Europa, la peligrosísima banda holandesa Mocro Maffia, alegando un “lamentable error” en ambos casos.