ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El canciller alemán, Friedrich Merz, lleva días envuelto en un acalorado debate después de que, al hablar de los logros de su Gobierno en materia migratoria, que según dijo, está “corrigiendo los errores cometidos”, añadiera: “Pero, por supuesto, seguimos teniendo este problema en el paisaje urbano y, por eso, el ministro del Interior está trabajando para permitir y llevar a cabo repatriaciones a gran escala”.
Hace tiempo que el Ártico dejó de ser una región remota, inhóspita, prácticamente inaccesible y todo menos tangible para el común de los mortales. Lejos de aquella imagen, esta zona hoy es un hervidero en dos frentes: el económico, con vastos yacimientos de recursos energéticos y mineros, y el geopolítico, con una pelea por su dominio cada vez más feroz entre las principales potencias del hemisferio norte. Una carrera que requiere, sí o sí, de un ariete naval: grandes (y costosísimos) buques necesarios para abrir trocha sobre un mar aún gélido.
El Ministerio de Juventud e Infancia quiere combatir la sobreexposición de los menores en las redes sociales. Por ello, trabaja en una norma legislativa para regular lo que se conoce como sharenting, la práctica de compartir fotos, vídeos e información sobre los hijos en estas plataformas, según ha sabido EL PAÍS de fuentes del departamento que dirige Sira Rego. En los próximos días, el ministerio sacará a consulta pública su intención de legislar al respecto. Es el primer paso antes de redactar la norma.
Trabajar o estudiar en la universidad presencial más grande de España, la Complutense de Madrid, resulta cada vez más complicado por la asfixia financiera a la que le somete la Comunidad de Madrid: las transferencias corrientes regionales han subido un 5% desde 2007, mientras la inflación ha escalado un 44%. Esta semana es clave en las negociaciones para que el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso (PP) le conceda un crédito de 34,5 millones ―la Comunidad ya ha reservado la partida― y siguen llegando malas noticias: las ayudas para estudiantes que la necesitan no se están tramitando a tiempo para todos ellos porque no hay suficiente personal; los doctorandos becados este año por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades tienen que pagar la matrícula y ya se les devolverá en 2026; y hay profesores que afirman a este diario que no reciben el dinero entregado por otras instituciones a la UCM y que les corresponde. El rectorado asegura, por su parte, que los fondos no están retenidos.
La cultura puede volver a ser el mejor puente entre México y España. En un momento en que la relación política y diplomática pasa por horas bajas, el arte, la creación y la memoria ofrecen una vía de reencuentro. Las exposiciones que Madrid acogerá sobre el arte de las mujeres indígenas mexicanas no son solo un gesto simbólico: representan una invitación a reconstruir los lazos entre ambos países desde el respeto y la admiración mutua y no desde el reproche. La cultura, al fin y al cabo, ha sido siempre el terreno donde España y México se han comprendido mejor.
El hambre extrema no es una privación: es un objeto con peso y presencia. Llega a ocupar el espacio entero del cráneo y llena el paladar de una nada seca. El hambre es insaciable, no permite pensar, llevando al límite de lo humano a quienes se les condena a sufrirla. El hambre enmudece, paraliza la lengua de manera que deja de alojar palabras y hacer sintaxis. Esa hambre aguda y radical acaba convirtiéndose en un sufrimiento nítido, un pensamiento único, un sentimiento puro: solo está ella; es la única y absoluta compañía. Con ella la identidad propia se altera de modo que no se tiene hambre, sino que se es hambre. Quien haya padecido el castigo del hambre llevará su huella grabada para siempre en el cerebro, inscrita en la memoria animal. Esa hambre provocada, dirigida al castigo y al exterminio, producirá daños físicos y psicológicos duraderos, quizá genéticos; culpará incluso a los supervivientes, cargando con la vergüenza única de haber tenido que decidir a quién alimentar y a quién dejar morir.
El poeta Luis Cernuda comprendió que la apuesta por la soledad puede significar un gran abrazo en este mundo que suele quedar arrasado por las deshonestidades. Lo explicó en su Soliloquio del farero, cuando nos confesó que la soledad no era sólo una gran compañera para distanciarse del ruido, sino un modo de defender el valor más decente de la convivencia con otros seres humanos: “Por ti, mi soledad, los busqué un día. / En ti, mi soledad, los amo ahora”. La resistencia de los solitarios ante la vorágine bien puede suponer un modo de compañía para otras muchas personas, también solitarias, que flotan en mares contaminados por el vertido de hidrocarburos. Muchas soledades, rodeadas por las urgencias de la crispación, necesitan de ejemplos para no darse por perdidas. Pienso en la luz que lanza sobre la sociedad una jueza digna en el desempeño solitario de su trabajo. No quiere participar en las corrientes submarinas que intentan legitimar la labor del presidente de la Generalitat valenciana que abandonó a su ciudadanía en los momentos más críticos. Para las personas que necesitamos creer en la decencia democrática de la Justicia, la luz de esta jueza es un faro de compañía, un motivo para seguir remando.
El 28 de octubre de 2000 fue un día histórico en el pequeño pueblo leonés de Priaranza del Bierzo. Aquel sábado, terminaron las labores de exhumación de una fosa común situada en una pequeña parcela en la entrada de la localidad. Era la primera realizada con métodos científicos, apoyada en el cruce de disciplinas que sostiene hoy cualquier exhumación: la historia, la arqueología, la antropología y la genética. De aquella chispa prendió una hoguera que todavía arde, la de la memoria. Como recuerda una placa conmemorativa, esta exhumación “rompió el silencio sobre miles de desaparecidos y dio lugar al nacimiento de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica”.
Umberto Eco pronunció hace 30 años en la Universidad de Columbia un discurso que intentaba definir las fronteras del fascismo. En una suerte de invitación a reconocer y aislar las premisas culturales del movimiento político, el semiólogo y escritor italiano retomaba, sin mencionarla abiertamente, la desarmante pregunta formulada por George Orwell medio siglo antes, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial: ¿Qué es el fascismo? Aparte de lo obvio, esto es, la aplicación criminal de un conjunto de consignas, Eco se centró en la observación del fenómeno que había conocido de primera mano durante su infancia. En su exposición identifica 14 indicadores de lo que llama Ur-fascismo, donde el prefijo alemán significa primordial o “eterno”, como él mismo lo traduce. Esas señales no solo resuenan en el tablero global, en las relaciones internacionales o en la degradación de los proyectos políticos, sino que permean a diario el clima de las redes sociales.
Anunció Donald Trump esta semana que el jefe del FBI y la jefa de Seguridad Nacional de su Gobierno están trabajando para garantizar que lo que ocurrió en las elecciones de 2020 no vuelva a suceder jamás. “Sé que Kash [Patel] está trabajando en eso, todos están trabajando en eso. Y ciertamente Tulsi [Gabbard] también está trabajando en eso”. Se entiende que John [Ratcliffe], jefe de la CIA, no está trabajando en eso porque sigue ocupado purgando su oficina de gente capaz de demostrar que Rusia intervino en las elecciones presidenciales de EE UU de 2016 para que ganara Trump. La cuestión es: ¿cuál es la estrategia de Trump para no volver a perder las elecciones?
Mi padre murió antes de que yo naciera. Tal vez por eso siempre me han fascinado los ecos del pasado, las huellas a partir de las cuales es posible evocar lo que fue y ya no es. También a quienes nos dejaron, a quienes ya no están. Por ejemplo, me conmueve descubrir que un rasgo que creo muy mío es, en realidad, una herencia indirecta de alguien a quien no llegué a conocer.
Los gimnastas vuelan y despiertan admiración sus movimientos, hijos de años y años de horas y horas de trabajo y repeticiones que les elevan sobre la miseria cotidiana. Sobre ellos, los dirigentes deportivos ejecutan peligrosos saltos mortales hacia el abismo.
Se llamaba Autógrafo. Era un bar de copas en Nueva Numancia, Vallecas. Celebraba numerosas actividades culturales, tenía una tienda de ropa en el sótano y un gran ambiente cada noche. “En la Movida la gente salía todos los días”, recuerda Mario Sanz (Madrid, 1960), propietario de aquel local junto a su pareja, Amalia López. El negocio iba bien, pero ella suspiraba por vivir en la costa. Y un día, Sanz vio en EL PAÍS el anuncio de una academia que preparaba oposiciones para farero. “Le dije: Me voy a presentar. Y como tenga suerte te vas a hartar de mar”, relata. Dicho y hecho. Estudió, aprobó y, buscando el sur, en 1992 obtuvo plaza en el faro de Mesa de Roldán, en pleno territorio volcánico de Cabo de Gata (Almería). Hasta hace unas semanas era el último farero en activo de esta provincia andaluza, pero su reciente jubilación ha dejado al sector huérfano. “Me dio mucha pena, pero ahora tampoco vivo mal”, cuenta desde su vivienda en Carboneras, cuya terraza ofrece vistas al Mediterráneo y al que ha sido su trabajo durante 33 años. En los 190 faros de todo el país apenas residen ya una quincena de personas en activo.
Son casi las seis de la tarde y La Rosaleda del madrileño parque del Retiro es el escenario perfecto para los selfis. En uno de los bancos se sienta Laura Puchades (Cullera, Valencia, 33 años) para las fotos y, una vez acabadas, estima oportuno continuar ahí la conversación, con el agua de la fuente de fondo, un sonido que da calma y podría servir para conciliar el sueño. Porque de eso sabe y a eso se dedica Puchades, a trabajar como asesora de sueño infantil. Ella, que tuvo una infancia de la que prefiere olvidarse, quiere que los niños de hoy duerman bien, en el país que lidera el consumo de pastillas para dormir. Ella, que dice que siempre ha dormido fenomenal. “En eso soy un robot. Aprietas un botón y chao”, dice.
Mientras varias capitales europeas negociaban a destajo más “flexibilidades” para cumplir los objetivos climáticos de 2040 que la UE debe aún confirmar por ley, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, hacía una sombría constatación a pocas semanas de la cumbre de la COP30 que Brasil celebrará en noviembre: el rebasamiento en los próximos años del límite de 1,5 grados del calentamiento global fijado en los Acuerdos de París —de los que Europa se declara defensora máxima— es ya “inevitable”.
El próximo miércoles 29 de octubre, cerca de 13,4 millones de ciudadanos de Países Bajos —de una población de 18 millones— elegirán un nuevo Parlamento en un clima de descontento y con la extrema derecha de Geert Wilders encabezando los sondeos. En segundo lugar está la alianza entre ecologistas y socialdemócratas (GroenLinks-PvdA), que espera demostrar la solidez ideológica de su acuerdo. Hace apenas cuatro meses, el líder ultra dinamitó el Gobierno, una coalición de cuatro grupos en la que su Partido por la Libertad (PVV) era el mayoritario, porque no se endurecieron las leyes de asilo. Ese Ejecutivo, comandado por Dick Schoof, un alto funcionario de pasado socialdemócrata, había tardado 223 días en poder formarse. Sin embargo, solo logró mantenerse 13 meses en el poder.
En el siglo II a. C., los vetones ―una cultura celta que ocupaba el entro y oeste de la Meseta― alcanzaron un alto grado de desarrollo social y económico que los convirtió en una especie de “Estado tribal”. Se trataba de una sociedad jerarquizada que vivía en asentamientos urbanos fortificados (oppida), regida por una aristocracia militar que fundamentaba su riqueza en la ganadería, reses bovinas y porcinas fundamentalmente. Por eso, colocaban grandes esculturas de piedra de estos animales (popularmente conocidas como verracos) en los alrededores de sus ciudades y en zonas de pasto y manantiales. Una especie de señales que marcaban, entre otros significados, que se accedía a un pueblo prerromano con características propias. Los arqueólogos llevan censados más de 400 de estos ejemplares, unos 200 de ellos solo en la provincia de Ávila.
Ahí estaban los Ramones, una de las más grandes bandas de la historia del rock, empapándose la melena con la sopa de pescado de la familia Vega, que los veía muy flacuchos. Esta saga de Melgar de Fernamental (Burgos, 1.500 habitantes) convirtió a un modesto pueblo burgalés en capital de la música gracias a Las Vegas 2, una discoteca y sala de conciertos donde lo mismo actuaba el indómito líder de Motörhead, Lemmy Kilmister, que a mediodía había un bautizo. Los mercaderes han tomado el templo del rock y un supermercado ocupa hoy esa catedral por donde pasaron los dioses de la música. Yo estuve en Las Vegas 2, una mezcla de documental y ficción (estreno en cines el 8 de noviembre), cuenta su historia e impacto en Melgar y en la escena musical mediante los testimonios de quienes lo vieron desde las tablas y quienes lo disfrutaron como público y vecinos. El director del filme, el melgarense Javier Castro, confiesa su “emoción” por presentar este trabajo que ha ido rodando desde 2019.