ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Desde la ventana, mientras fregaba los platos, vi algo moverse en el agua. Se agitaba con desesperación. Vivo cerca del Estrecho de Gibraltar, así que lo primero que pensé fue que era un hombre. Cogí una toalla y le dije a mi hija de tres años que nos íbamos a la playa. Mientras bajábamos a toda prisa, iba pensando en cómo sacarlo sola, en que un cuerpo al borde del ahogo puede hundirte con él. Recordé que en algunas zonas de Japón los socorristas, cuando no tienen otra opción, golpean la cabeza del ahogado para desmayarlo antes del rescate.
Llevábamos semanas buscando un cuadrito de Picasso que creíamos robado en un asalto como el que ha cometido con todo descaro una banda en el Louvre y resulta que una pareja lo había encontrado dentro de un paquete abandonado en el portal y lo habían subido a casa por si alguien lo reclamaba. Y es que las cosas son mucho más sencillas de lo que parecen. En la mayoría de los casos, lo simple es más verdad que lo rebuscado. Pese a la imaginación de los guionistas de series y las ambiciones de los tecnólogos no hemos entrado en una dimensión del progreso asombrosa, sino que más bien podríamos definir nuestra época como el miserable imperio de la paquetería a domicilio. Si uno pudiera condensar todos los males del mundo en un solo gesto sería este: desear un poke de remolacha y un café macchiato y pedirlo por teléfono para que te lo traigan de inmediato. A esa civilización no le puede esperar nada bueno a la vuelta de la esquina.
Si eres creyente, cuando dudas en un asunto, te planteas: ¿Qué diría Jesús?; si eres ateo: ¿Qué opinaría Hannah Arendt, el Dalai Lama o Marx?; pero, si eres aragonés, te preguntas: ¿Qué pensaría Labordeta? Su espíritu, inquisitivo y bonachón, hace mucho que abandonó el purgatorio del hemiciclo y ascendió a los cielos. Pero hete aquí que, en ocasiones, parece que se reencarna en Gabriel Rufián. Te gustará o no su estilo, comulgarás más o menos con su ideología, pero Rufián tiene, como Labordeta, la virtud de —cuando todo el mundo anda distraído con dimes y diretes, mentiras y mentirijillas— poner sobre la mesa la cruda verdad.
A veces, no nos damos cuenta de que la mayoría de cosas que pensamos o decimos las hacemos dictaminadas por nuestro entorno. ¿Realmente crees que todos los que se llaman Mamadou escuchan el mismo tipo de música? ¿En serio piensas que todos hablan de la misma manera, se visten de la misma manera y tienen los mismos comportamientos? Está completamente normalizado que Juan pueda escoger su propia personalidad, gustos y manera de ser, pero Hakim tiene que ser exactamente como el resto de personas racializadas que has conocido. Porque, querido lector blanco, ya sé que te resulta difícil de creer que Mohamed escuche música clásica mientras que Francisco escucha rap. Las diferencias culturales son algo innegable, pero también es innegable saber que cada persona es diferente independientemente de su raza o procedencia. No esperes cosas de mí solo por mi procedencia, ni tampoco que seré igual que tu amiga la africana que conociste en el bar. Sean estereotipos positivos o negativos, siguen siendo estereotipos.
Este verano, sumergida en la elaboración de un catálogo detallado de la obra de la fotógrafa húngara Kati Horna (Budapest, 1912-Ciudad de México, 2000), reflexionaba sobre la importancia de dar nombre a los rostros anónimos en las imágenes de la Guerra Civil. Identificar a quienes aparecen en estas fotografías no es solo un acto de memoria, pensaba, es también hacer historia. Supone resignificar la fotografía, amplificarla, dotarla del peso documental que da vida a la imagen.
Una senderista realiza una ruta por las montañas que discurren entre Navacerrada y Cercedilla (Madrid), por un precioso paraje escarpado de la Sierra de Guadarrama. A lo lejos, entre árboles y riscos, ve una forma que le llama la atención. Se va acercando despacio y descubre lo que parece un águila muerta, por lo que decide llamar a la Guardia Civil. “He encontrado un águila muerta, está como agarrotada, tiene una posición muy poco natural”, les explica, y les pasa la ubicación. Esa operación del Seprona ocurrió hace unos días, pero los agentes realizan una reconstrucción este lunes para mostrar cómo actúan contra los cebos envenenados —prohibidos por ley— que en los últimos meses han causado la muerte de al menos 665 animales, muchos de ellos protegidos, como águilas imperiales, buitres negros y milanos reales.
Los profesionales sanitarios no confían en la vacuna de la gripe. Solo el 39,5% de los trabajadores de la sanidad pública se inmunizaron frente a esta enfermedad el año pasado a pesar de las recomendaciones de las autoridades sanitarias, un porcentaje que lleva cuatro años descendiendo desde el pico del 65,6% alcanzado en 2020 —con la mayor concienciación de la pandemia— y que ha regresado a los niveles de la pasada década.
Desde asistentes virtuales capaces de detectar tristeza en la voz hasta bots diseñados para simular el calor de un vínculo afectivo, la inteligencia artificial (IA) está cruzando una frontera más íntima. El fervor que despierta la IA avanza sobre un colchón cada vez más denso de preguntas que nadie termina de responder. Y pese a que tiene el potencial de reducir la burocracia o predecir enfermedades, los grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) que son entrenados con datos en múltiples formatos —texto, imagen y voz— están siendo capaces de algo más inquietante: pueden comportarse como si comprendieran los sentimientos humanos.
Es una fresca mañana de otoño en la colonia Tercio y Terol, en el distrito madrileño de Carabanchel. El silencio reina, como si se tratara de un pequeño pueblo en la España profunda. De repente, el estruendo de una pulidora corta abruptamente la tranquilidad. A pocos metros se escuchan fuertes martilleos que no provienen de una sola vivienda, sino de varias. También hay material de construcción y escombro en algunas calles. La colonia parece estar en una reforma permanente. En septiembre, la asociación de defensa del patrimonio Hispania Nostra incluyó a Tercio y Terol en su Lista Roja (relación de bienes patrimoniales en riesgo de desaparecer). El motivo, dicen, es que las viviendas han sufrido modificaciones que ponen en “grave riesgo” el valor arquitectónico y urbanístico de la colonia.
“Las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) son una cuestión de lucha contra la pobreza; si logramos eliminarlas, la situación económica de estos países mejorará”, asevera la doctora María Rebollo (Madrid, 46 años), líder del Programa Mundial de Eliminación de la Oncocercosis (ceguera de los ríos) en la Organización Mundial de la Salud (OMS) y experta en estas dolencias. Sin embargo, los avances en la prevención, tratamiento e investigación de este tipo de patologías —predominantemente endémicas en zonas rurales empobrecidas del continente africano— se ven hoy amenazados por los recortes de financiación de Estados Unidos y otros actores internacionales.
La noche del 22 de agosto de 1968, en la casa de campo donde vivía la familia De Felice, sonó de repente el timbre. Francesco, el padre, carpintero, miró la hora: las dos de la madrugada. ¿Quién podía ser? Resultaba tan extraño que su mujer, Maria, le sugirió asomarse por la ventana, en lugar de abrir la puerta. Cuando el hombre lo hizo, se sorprendió más aún. Era un niño. Y le dijo algo que nadie debería decir jamás, sobre todo con seis años: “Ábreme, porque tengo sueño y a mi papá enfermo en la cama. Después me acompañas a casa, porque mi madre y mi tío están muertos en el coche”. Arrancaba así la pesadilla de Natalino Mele, que hoy tiene 64. Y la de una nación entera. Aunque Italia solo descubriría muchos años después, y casi por azar, que aquel delito inauguraba la caza del primer asesino serial de parejas de su historia.
Al final del pasillo de la segunda planta del Museo Reina Sofía de Madrid, una niña de tres años y otro de cinco llevan unos 10 minutos doblando una hoja con dibujos y palabras que, con la ayuda de dos mediadores, consiguen convertir en un comecocos. Al cerrarlo, se forma el cuadro Un mundo, de Ángeles Santos. Una vez hecha la práctica, los dos, acompañados de su madre y una educadora, empiezan la aventura por el museo. El comecocos será su brújula por las salas hasta llegar al imponente cuadro que ideó a los 18 años una de las grandes representantes del surrealismo y el expresionismo español.
Arte en familiaBárbara Arena (Madrid, 1988) llevaba tiempo queriendo hablar sobre su España, la España del Club de Campo, los veranos en Comillas, las monterías, las corridas de toros, los salones elegantes y las pastas de Embassy. Cuando le ofrecieron escribir una entrega de los Episodios Nacionales coeditados por Lengua de Trapo y el Círculo de Bellas Artes, colección en la que se cuentan estos casi 50 años de democracia, no dudó en aceptar. “Mi clase social es muy literaria, da para mucha literatura: ambientes saturados, familias de toda la vida”, explica la autora, hija de un importante banquero y una conocida aristócrata. “Pero sentía que en las ficciones españolas se había tendido a caricaturizar al pijo. Encontraba pocos retratos que se ajustaran a la realidad que yo conozco. Quería enseñar mi España”.
Un adiósBárbara Arena Lengua de Trapo, 2025 120 páginas, 17,50 eurosPocos edificios resultan tan llamativos en las islas. Ubicado en una discreta calle peatonal de Santa Cruz de Tenerife, su fachada ofrece imponentes columnas palmiformes que sostienen al ojo “que todo lo ve”. Y vigilando las escalinatas de entrada, cuatro esfinges —durante años todas sin nariz, como la de Giza—. Desde la apertura del Templo Masónico en 1904 hasta la Guerra Civil, sus salas albergaron las discusiones de una de las logias masónicas que proliferaron en las islas, y fue lugar de encuentro y reflexión. Y pese a ello, el inmueble ha sufrido durante las últimas décadas un importante abandono que lo dejó prácticamente en ruinas. Hasta este lunes. El alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez; acompañado por el presidente de Canarias, Fernando Clavijo, además del ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, y la presidenta del Cabildo tinerfeño, Rosa Dávila, han presidido la reapertura del palacete tras una “minuciosa” rehabilitación —según las propias palabras del alcalde—, emprendida en el año 2022 que ha costado algo más de tres millones de euros aportados por el Ministerio de Cultura.
Quizá lo peor de este nuevo mundo crispado y polarizado en el que vivimos sea la desaparición progresiva del sentido del humor, de las ganas de pasárselo bien. De frivolizar. Ya no se puede bromear, todo es de una gravedad insoportable. La ironía, ese viejo y extraño mecanismo de refinada inteligencia, es hoy síntoma de descaro, motivo de penitencia. Un chico de 18 años no puede hacer una coña en un programa de coña de un torneo de coña. Porque al final del partido 10 hombres hechos y derechos, entre ellos el capitán de su selección, que le tiró al público encima cuando fue a darle la mano, querrán ir a partirle la cara y tendrá que intervenir la policía. Desconcierta cómo se toma tan en serio a sí mismo el mundo del fútbol, con las tomaduras de pelo a las que nos ha sometido en los últimos años.
Algunas series tienen la virtud de interpelar a mucha gente en su conjunto. Otras, las menos, pretendan o no llegar a todo el mundo, atesoran como principal logro la intimidad con el espectador. Mientras las ves, sientes que te están hablando solo a ti. Y no necesariamente por identificación. Tiene más bien que ver con la desnudez progresiva de sus personajes. Se nos van revelando de a poco en todos sus matices, lo que provoca que la implicación del espectador con ellos sea mutua, por mucho que cada uno, desde el sofá, no les esté contando nada. La primera temporada de La ruta es un buen ejemplo de esto.
Muchas de las conversaciones que tengo con padres amigos tratan sobre crianza. Nos desahogamos, nos preguntamos consejos y, sobre todo, nos vamos comparando para ver si estamos todos en la misma sintonía paternal. Porque el gran temor pocas veces reconocido es estar haciéndolo mal o no lo suficientemente bien, y que esto provoque una infancia medio traumática para nuestros hijos.
Nada más lejos de los valores universitarios que los discursos de miedo y de odio, el ataque a los principios democráticos y la expansión de fake news. Una espiral de bulos y provocaciones que algunos se empeñan en exportar a los campus bajo una impostada invocación a la libertad de expresión que, en el fondo, solo se puede entender desde un ataque consciente y deliberado al rigor, al debate de ideas y al respeto a la pluralidad. Estamos ante una realidad que nos interpela a todas y todos y que nos exige reivindicar la Universidad como espacio crítico, plural y autónomo. No debemos olvidar que la ciencia, la innovación y los valores compartidos son el mejor instrumento no solo para garantizar el progreso económico, sino también, y no es una cuestión menor, para preservar el modelo social de convivencia.