ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
El juicio del que está pendiente toda la política española entra en su fase decisiva. Entre este martes y el próximo jueves, se cerrará la vista por revelación de secretos contra Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, un proceso que en sus tres primeras sesiones públicas no ha aportado una prueba incriminatoria, más allá de los indicios que ya se tuvieron en cuenta para sentarlo en el banquillo. En esta recta final se abordará uno de los pilares de la acusación contra García Ortiz: el borrado de sus dispositivos electrónicos. En ese punto se prevé un choque entre la Fiscalía y la UCO por las deducciones que esa unidad de la Guardia Civil incluyó en sus informes.
Claudio Rivas, el principal socio del empresario Víctor de Aldama en la trama de los hidrocarburos, estuvo el fin de semana de Halloween en una montería en la que se cazaron unos 90 jabalíes en la Finca Matasanos (Cáceres), según unos vídeos a los que ha tenido acceso EL PAÍS. Este enclave natural, ubicado en la localidad de Cilleros, frontera con Portugal, está bajo el foco de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil porque Rivas, dicen los agentes, es dueño de la propiedad y la mantiene oculta supuestamente a través de testaferros. Sospechan que pudo guardar allí dinero en efectivo derivado del fraude del fuel. Rivas es el principal investigado, junto a Aldama −que no acudió a la cacería−, por el juez Santiago Pedraz en la Audiencia Nacional por un presunto desfalco a la Hacienda Pública de 231 millones de euros.
Hace tiempo un escribidor me dijo en medio de una fiesta una frase que no consigo olvidar: “La Transición la hizo la zarpa”. Se refería a que si durante las horas más tensas de la reconstrucción democrática de la España que son dos no hubiese habido por el medio sustancias euforizantes nunca se habrían sentado las bases de la concordia. Cuatro de los siete padres de la Constitución tenían menos de 40 años cuando se retiraron en el Parador de Gredos y me los imaginé haciéndose lonchas sobre una mesa de madera de nogal mientras discutían el capítulo de la Corona. Zarpa, por si no se habían enterado, es jerga para cocaína (lonchas lo es para rayas), una sustancia que ha sido para la parte privada de la vida pública española mucho más importante de lo que nadie está dispuesto a admitir. No creo ni por asomo que durante el pacto del mantel los comensales se levantasen furtivamente al baño: para eso hace falta tener una cierta disposición a perder el control por un rato y aquellos políticos se tomaban tan en serio los asuntos de Estado como su ego. Pero me gustó la idea. Los años del subidón constitucional también fueron los de la reconversión industrial: drogas mucho menos elegantes arrasaron a generaciones de jóvenes que se refugiaron en ese dios. Hubo en prime time campañas de la FAD advirtiendo sobre la fina línea (guiño) que separa la diversión de la adicción pero también una Lola Flores que defendía que “todo se puede hacer con método”. Alguien me contó esta semana que en un barrio muy céntrico de Madrid (eludo el nombre para evitar el estigma) se están volviendo a ver drogas baratas de las que se consumen en portales y dejan sin dientes. Esa visión horrible está llevándose a vecinos que siempre fueron muy de izquierdas muy a la derecha. Una cosa es que los acomodados nunca hayan dejado de ponerse hasta el culo y otra que los pobres vuelvan a hacerlo.
El verbo “amenazar” y el sustantivo “amenaza” se profieren a menudo con la intención de parar los pies a quien avisa de algo: ¿Me está usted amenazando? Esa acusación asusta, sobre todo cuando quien había hablado no pretendía conminación alguna: No, por supuesto que yo no pretendía amenazarle, señor. Cómo voy a hacerlo si puede constituir un delito recogido en el artículo 169 y siguientes del Código Penal.
El presidente de la Generalitat Valenciana en funciones, Carlos Mazón, comparece este martes por la tarde en la comisión de investigación de la dana de las Cortes Valencianas para dar cuenta de los trabajos de reconstrucción de la zona afectada por la riada de octubre de 2024, que se cobró la vida de 229 personas, y someterse a las preguntas de los grupos parlamentarios. Lo hace una semana después de su dimisión, el pasado 3 de noviembre, y de su última aparición pública en el pleno del Gobierno valenciano que tuvo lugar al día siguiente en Alicante. Desde entonces, silencio.
La cruzada de Vox contra el centro de menores tutelados en la pedanía de Santa Cruz, en Murcia, ha funcionado. El cierre de este espacio era para los de Santiago Abascal una condición indispensable para apoyar los presupuestos de la comunidad autónoma y, desde el pasado 15 de octubre, es una realidad. Los 70 menores que residían en él, españoles y extranjeros no acompañados, han sido trasladados a otros recursos de la comunidad autónoma, un movimiento muy criticado por las entidades que trabajan con estos jóvenes, y que tampoco tiene del todo contento al partido ultra, que exige ahora acabar con todas las instalaciones de este tipo.
La investigación judicial sobre la menor presuntamente vendida por su familia de Corella (Navarra) a una familia de Mollerussa (Lleida) ha acabado, como ocurre a menudo con los matrimonios infantiles, en fracaso. El juez de Tudela (Navarra) se ha visto abocado a archivar de forma provisional la causa después de que la adolescente, de 14 años, lo negara todo en su declaración: dijo que estaba con la nueva familia de forma “voluntaria”, negó que la hubieran casado con un joven de 21 años y rechazó que la estuvieran obligando a mendigar.
El calendario para el cierre de la central nuclear de Almaraz vuelve a tensionar al Gobierno de coalición, esta vez por una iniciativa del PP en el Senado que podría alterarlo. La semana pasada, la Cámara alta aprobó una enmienda de los populares a la ley de movilidad sostenible —que se vota definitivamente en el Congreso este jueves y de la que depende el desembolso de 10.000 millones de euros de Bruselas—que pospone la fecha de cese definitivo de explotación de las centrales de Almaraz (Cáceres), Ascó I (Tarragona) y Cofrentes (Valencia). Aunque la modificación no tiene nada que ver con lo que regula la norma, los populares utilizaron su mayoría absoluta para introducir ese cambio en una ley fundamental para el Ejecutivo, una forma de legislar cada vez más habitual entre los partidos.
“Esta novela no retrata una ciudad real, sino una ciudad fantasma, una metáfora del mundo degradado en el que vivimos”. Luis Mateo Díez (Villablino, León, 83 años), premio Cervantes y narrador de mundos imaginarios, habla despacio, con el tono de quien se sabe habitante de varios tiempos. Recibe en su casa y conversa en un salón en el que se mezclan libros de Roberto Arlt, Buero Vallejo, James Ellroy o Stephen King. Reinante, en medio de la mesa y como no podía ser de otra manera, un enorme ejemplar de El Quijote. También varios ejemplares de su última novela, El vigía de las esquinas (Galaxia Gutenberg, 2025), un viaje al corazón de una ciudad deshecha, una parábola sobre el poder y la decadencia y un canto al extraño humor que aún sostiene a los hombres frente al desastre. “Creo que es un libro divertido… y perturbador”, sonríe.
China está inmersa en una estrategia para transformar el peso de su economía en influencia política. Quiere tener un papel protagonista en el mundo de bloques que se está configurando, ahora que Estados Unidos ha sacudido de forma irreversible el tablero geopolítico al tratar de imponer sus normas y arremeter por igual contra rivales y aliados. Pekín ha pasado a la ofensiva y su presidente Xi Jinping está decidido a utilizar todas las bazas que tiene en su mano, de las materias primas a la tecnología, las inversiones o nuevas instituciones multilaterales, para hacer valer su poder. La duda es dónde se va a situar la Unión Europea en el nuevo escenario global y cómo va a hacer valer su modelo basado en reglas, que es la razón de ser misma del proyecto europeo.
Ya son 70 las personas ejecutadas por el ejército estadounidense en el mar Caribe bajo la acusación de que en sus lanchas transportaban droga. Hasta el momento se desconocen las identidades de los cadáveres ni se han ofrecido más evidencias que la sospecha de que esas embarcaciones eran lo que parecían. El control del tráfico de drogas es una de las grandes carencias del sistema mundial. Muchos países desarrollados albergan un submundo criminal que pone en peligro nuestra convivencia. Todos los consumidores de drogas, como los de la prostitución, saben que el dinero que destinan a ambas cosas va a parar a manos de la economía criminal, sin embargo, no se sienten concernidos por el problema. Estados Unidos ha emprendido una acción de dudosa legalidad en aguas internacionales que parece tener más que ver con amedrentar a gobiernos locales que con la persecución del narcotráfico. En España conocemos bien el asunto y por ahora a nadie se le ha ocurrido que la Guardia Civil ejecute a los que pilotan esas numerosas embarcaciones que atraviesan el Estrecho. Quizá todo llegue en esta carrera por despojarnos de derechos y garantías y abrazar la dinámica del miedo y la violencia del Salvaje Oeste.
Recién aterrizado en Kuala Lumpur, el pasado 26 de octubre, Donald Trump fue recibido por el primer ministro malasio, Anwar Ibrahim, quien, rompiendo con el protocolo de seguridad, se coló discretamente en el coche del mandatario estadounidense para poder hablar a solas durante el trayecto hacia la residencia oficial. Un gesto que, al igual que el que tuvo con Vladímir Putin en Alaska, remite a la atmósfera cargada de sospecha que presidió la Guerra Fría.
Se habla mucho de cómo los jóvenes, en especial los varones, caen en brazos de la ultraderecha y mimetizan sus consignas contra el feminismo o los inmigrantes. Pero, aunque el auge es preocupante y la alerta sea necesaria, ni son mayoría ni todos los que son jalean en la universidad a Vito Quiles. El descontento es más complejo y quizás deberíamos plantearnos si cargar las tintas sobre ese segmento demográfico no es una forma de retroalimentar su furia contra un sistema que, al igual que les sucede a parte de los votantes de Trump o de Milei, sienten no solo que los excluye, sino que de algún modo los desprecia. Si observamos por ejemplo sus posturas antiimpuestos, podemos comprobar que su libre albedrío es relativo. En un país que, desde que la madre del Lazarillo de Tormes decidiera arrimarse a los buenos, ha hecho de la picaresca una manera de vivir, no puede sorprender que un joven quiera ser como el influencer que muda el domicilio fiscal a Andorra. Ese muchacho ha visto antes cómo su padre o su jefe en un trabajo mal remunerado ha preferido cobrar o pagar en negro, les ha escuchado atribuirle al Gobierno un asfixiante afán recaudatorio y odio hacia el emprendedor o los autónomos.
Como progresista, recelo de Mamdani. Dudo si el recién elegido alcalde de Nueva York es el mejor antídoto contra el trumpismo o su mayor energizante. En los cuarteles generales republicanos empatan los asustados por la onda expansiva del “socialista” Zohran Mamdani y los que se frotan las manos ante un político que es el póster perfecto de todo lo que excita a la derecha radical: cosmopolita, universitario, woke e inmigrante musulmán que quiere subir los impuestos y controlar los precios de las verduras y los pisos.
¿Las mujeres han arruinado el trabajo? No me lo pregunto yo, es lo que planteó el periodista conservador Ross Douthat hace unos días en Interesting Times, el podcast que presenta y coordina para The New York Times. “Los hombres y mujeres son diferentes. Esta es una premisa fundamental del conservadurismo en la era de Trump: que el liberalismo y el feminismo han fracasado al pretender que ambos sexos son iguales. Pero, ¿qué significa realmente esa diferencia? ¿Debería la derecha intentar revertir toda la era feminista? ¿O existe una forma de feminismo conservador que corrija los errores del liberalismo?”, anticipó en su alegato al iniciar un programa de una hora de duración. Para probar su ¿teoría?, una que daba al movimiento feminista interseccional por perdido, el también columnista invitó a dos mujeres a defender, dentro de la postura de que solo el conservadurismo nos salvará, dos lados en una balanza que siempre se inclinaba hacia la derecha. Por un lado, Helen Andrews, autora de la teoría de la “gran feminización”, que viene a decir que la igualdad es malísima para las mujeres. Por otro, Leah Libresco Sargent, una escritora atea que se convirtió al catolicismo y que predica la dependencia femenina con valores cristianos. Cuando The New York Times subió el podcast a su web, lo hizo con el discreto titular “¿Arruinaron las mujeres el lugar de trabajo?“. Como era previsible, se montó una buena.
Ubicado en la Glorieta de Bilbao, frente al emblemático Café Comercial, el quiosco de Rafael Martín se erige como una pequeña isla circular flanqueada por periódicos, revistas, películas, vinilos para los más melómanos e incluso muñecos de futbolín. A sus 58 años, Martín representa la tercera generación de una familia que lleva vinculada a la prensa desde hace casi un siglo y suyo es uno de los apenas 300 quioscos que siguen abiertos en la capital. “Antes la venta era ambulante, con una banqueta, una mesita y a veces ni eso, sino con el montón de periódicos en el suelo. Se voceaba en la boca de metro”, recuerda desde el establecimiento que regenta su familia desde 1979 y en el que empezó a trabajar con 15 años. Tras toda una vida detrás del mostrador se pregunta qué pasará el 15 de septiembre de 2029, fecha aún lejana pero que se encuentra marcada en rojo en el calendario de los quiosqueros madrileños. Será entonces cuando expiren más de 200 concesiones municipales de prensa.
El joven gazatí Shaban Kilani creyó que moriría aquella noche. Tenía 16 años y su pueblo, Beit Lahiya, a siete kilómetros de Ciudad de Gaza y como toda la Franja, vivía bajo un toque de queda casi permanente impuesto por Israel tras la guerra de 1967. “Cada dos o tres días el ejército nos daba una hora para salir de casa; fuera de ella, cualquiera que estuviera en la calle era fusilado, sin preguntas”, explica. Su madre enfermó e ingresó en el hospital Al Shifa, hoy reducido a escombros, y decidió “utilizar esa hora para estar con ella”. El toque de queda le sorprendió en el hospital y el médico le obligó a salir “por orden del ejército” alegando que si no lo hacía, él sería el culpable: “No lo entendí: sabía que me matarían. ¿Por qué él o yo?”. Shaban se agazapó en el recinto hospitalario hasta el día siguiente. Evitó ser descubierto. “Esa noche juré que sería médico, como forma de rebelarme contra la injusticia. Sí, estudié Medicina por esta situación trágica”, reconoce.
La historia del número 1 de la calle María Guerrero, en el distrito madrileño de Carabanchel, es una colección por fascículos de muchos de los fantasmas que arrastra la vivienda desde la burbuja del ladrillo. La última entrega, al menos por el momento, es el desahucio al que se enfrentan seis familias el próximo 12 de noviembre por parte de la Sareb, la entidad creada tras la crisis para la gestión de activos tóxicos de los bancos rescatados. “Yo llevo cuatro años aquí con mi hijo, mi pareja, y coger y buscarse una habitación uno por un lado, otro por otro lado… es un poco complicado”, dice Alfredo Remigio Abad, uno de los afectados. Otros ocho vecinos han recibido una propuesta de alquiler social con cláusulas que identifican como abusivas y han decidido no firmar para lograr una negociación colectiva. La Sareb ha dividido estas 14 viviendas en dos grupos, pero sus residentes van todos a una.
Se le atribuye al Negro Roberto Fontanarrosa (1944-2007), historietista y escritor argentino, una frase en homenaje a Diego Armando Maradona tan pegadiza como esperpéntica: “No importa lo que hiciste con tu vida, importa lo que hiciste con la nuestra”. Según la periodista y escritora Leila Guerriero, es un mensaje de vampiros. Lo bueno, traducido en alegría y esperanza en un campo de fútbol, me lo quedé para mí; el resto, drogas, obsesiones, traiciones, todo tuyo. La frase, sin embargo, no representa a Fontanarrosa. Hay, en cambio, otra idea menos pomposa, esencialmente más simple, que sí lo hace: “A mi hijo solo le deseo que los amigos sonrían cuando lo ven llegar”. Y es ese concepto —el de la amistad auténtica y desinteresada— el que lleva a Joan Manuel Serrat a charlar con EL PAÍS en la previa del homenaje al Negro Fontanarrosa, organizado este lunes por Casa América Catalunya en el marco de la Semana del Humor Latinoamericano.