ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Las entradas para los cuatro conciertos de Radiohead en Madrid se pusieron a la venta el pasado viernes. Después de siete años de ausencia, el grupo británico anunció una peculiar gira: cinco ciudades europeas, cuatro actuaciones en cada una. Empieza en Movistar Arena de Madrid los días 4, 5, 7 y 8 de noviembre. En total, serán 65.000 entradas. Luego, el grupo viajará a Bolonia, Londres, Copenhague y Berlín, donde finalizarán el 12 de diciembre. A pesar de que se diseñó un sistema para evitar la reventa ya existen páginas digitales que ofrecen tíckets con un incremento considerable. El precio oficial en pista en Madrid era de 97 euros.
México vive atrapado en una espiral de violencia que parece no tener fin. Las guerras entre cárteles, que atraviesan estados y generaciones, han convertido amplias regiones del país en territorios disputados donde la vida cotidiana se rige por la ley del miedo. El caso de Sinaloa, epicentro histórico del narcotráfico, que desde hace un año vive una guerra entre dos facciones del cartel es hoy un recordatorio brutal de lo que ocurre cuando el poder del crimen organizado desborda a las instituciones y somete a la sociedad a un régimen de terror permanente.
Un día después de que un pirado le metiese un tiro a Charlie Kirk leí por ahí que el finado representaba lo más interesante que el mundo digital en la medida que usaba las redes para proponer sus ideas sin más armas que su lengua y su cerebro. Me escandalizó esa aseveración no tanto porque obviase que el difunto orador esparcía odio contra mujeres y migrantes con las mismas armas que usa la ultraderecha española para hacerle creer a los jóvenes que su mayor problema son “los extranjeros”: el cerebro y la lengua. Es que existiendo los memes de lomitos peludos, las recopilaciones de mejores vestidos de Cher, las series de caídas de Juan Gabriel, los perfiles especializados en pixel art medieval, los psicodramas protagonizados por conejitos Sylvanian Families, los reposteros que convierten con un chasquido de dedos (y Rosalía como pinche de cocina) 12 toneladas de fresas en una rosa de chocolate rojo gigante rellena de mermelada y las recetas de LaAwela777 OMG dudo mucho que Kirk, un misógino que solía decir que las mujeres no debían soñar con una carrera profesional y que afirmaba que las muertes por posesión indiscriminada de armas son el precio que los americanos tienen que pagar a cambio de la segunda enmienda, pueda aparecer siquiera en el último puesto de las cien mil mejores cosas de internet. Ni aunque la lista la confeccionasen a pachas Santiago Abascal y Steve Bannon. El mismo día que un pirado le metió un tiro letal a Charlie Kirk, escuché al gobernador de Utah (el lugar donde tuvo lugar el horrible suceso) decir que las redes sociales son un cáncer. Me escalofrió su aseveración no tanto porque me pareciese un ataque a la libertad de expresión que obviaba que cualquier oligofrénico puede comprarse un arma en Estados Unidos sino porque la última vez que unos políticos soberbios coquetearon con la prohibición de las redes, el pueblo se organizó para quemarles el Parlamento. Eso sí que es lo más interesante del mundo digital.
“Se pueden hacer dos tipos de travesías del desierto: con camellos y cantimplora, o sin ellos. Y nosotros no tenemos ni dromedarios ni cantimplora. Vamos a pie y sin agua. Por tanto, alguien habrá que empuje, porque de lo contrario se habría cumplido el pronóstico que se hizo en su momento: que a estas alturas deberíamos estar todos muertos”. Artur Mas exponía, con exceso de carga dramática, la resistencia de CiU en la oposición en un foro de Esade en diciembre de 2009. Acumulaba seis años persiguiendo la presidencia de la Generalitat, en combate permanente con el tripartito, y le faltaba uno más para conseguirla. Las metáforas de Mas todavía no eran náuticas, pero para el nacionalismo conservador transmitían la confianza del capitán que divisaba puerto. El duelo por la pérdida del reinado pujolista tocaba a su fin. El momento de Mas acabó llegando en 2010, con más turbulencias de las deseadas: asomaba la crisis y se engendraba el procés, que acabaría dinamitando el mapa político.
Es curioso que la votación más cabal del Congreso en un lustro (el rechazo a la reducción de la jornada laboral por obra de la pura lógica izquierda contra derecha, como si fuéramos un país normal) se considere la más contraria a la voluntad popular. Se dice que la propuesta ya ha triunfado “en la calle” y fue tumbada por la política “destructiva” de la oposición. Aunque admiro el compromiso social de Yolanda Díaz y no comparto la visión ideológica de la oposición, esta es, en buena lid, la mayoritaria en la cámara, que es donde reside la soberanía popular.
Las democracias europeas dan hoy la espalda a Gaza del mismo modo que hace solo 90 años esas mismas democracias dieron la espalda al gobierno legítimo de la República Española, cuando la población civil de Madrid, cercada por las tropas de Franco, era bombardeada a diario por la aviación de los sublevados, generosamente apoyada por las potencias fascistas de entonces. Las razones para esta vergonzante conducta sostenida en el tiempo, se pueden encontrar en el diario de sesiones de la Sociedad de Naciones, organismo precursor de la ONU creado por el Tratado de Versalles con el objeto de sentar las bases de la paz al término de la Primera Guerra Mundial. Desde su tribuna de oradores, Julio Álvarez del Vayo, ministro de Estado, reclamaba el 25 de septiembre de 1936 ante la asamblea amparo para la República Española. Lejos de otorgárselo, Europa respondió con la formación del Comité de No Intervención, impulsado por Reino Unido y Francia, que impediría a lo largo de todo el conflicto el auxilio a la República. La política de no intervención en la guerra de España no fue sino la continuación de la “política de apaciguamiento” liderada por el gobierno británico de Chamberlain, que consistía en hacer concesiones políticas y territoriales a la Alemania nazi para evitar un conflicto armado, con los resultados ya conocidos.
Le llaman el “tren caracol” porque circula a cámara lenta. Tarda algo más de tres horas en realizar el trayecto de 118 kilómetros por vía estrecha entre Santander y Bilbao, un recorrido que se suele hacer en poco más de una hora en coche o en autobús de línea. Es un servicio ferroviario que realiza 31 paradas (18 de estas en pequeñas localidades del interior de Cantabria) y todos coinciden en que está muy lejos de ser competitivo. “Es nuestra principal conexión ferroviaria, pero no funciona bien, es un desastre”, reconoce el consejero de Fomento, Roberto Media. El secretario de Estado de Transportes, José Antonio Santano, también admite las deficiencias: “Es una línea muy vieja y realmente hay muy poca gente que la usa para desplazarse entre Santander y Bilbao”.
La pregunta a contestar era la siguiente: “¿Qué ocurriría si los superhéroes existieran en el mundo real?”. La respuesta que da Garth Ennis (Holywood, Irlanda del Norte, 55 años), estrella de la reciente 30ª edición de las Jornadas Internacionales del Tebeo de Avilés, se reduce a una palabra: “Pesadilla”.
“Meritxell me llama por teléfono y me dice: he estado leyendo a Consencio, ¿Centcelles podría encajar en esto? De repente, sentí miedo, pero le respondí: ‘¡Claro, puede encajar perfectamente!”. La llamada (o, más bien, la revelación) fue en 2010. Entonces, los especialistas Josep Anton Remolà y Meritxell Pérez buscaban una pista que les permitiera investigar el conjunto tardorromano de Centcelles (Constantí, Tarragona) con una mirada distinta a la que se había aplicado hasta el momento, y que había dejado múltiples incógnitas. El Consencio al que se refería Pérez fue un erudito del siglo V que puso por escrito un sorprendente hecho que, en efecto, podría encajar en la verdadera función que tuvo este recinto arqueológico en su tiempo. Un importante cargo militar, llamado Asterius, se había establecido con su ejército junto a la antigua ciudad romana de Tarraco en torno al año 420. Se habla de una residencia o praetorium, de un campamento militar… Lo que se conserva en la actualidad de este enigmático espacio arqueológico, un edificio coronado por extraordinarios mosaicos, ¿pudo ser el santuario militar de aquel complejo?
Queda algo más de una hora para el Turquía-España y Dani Carvajal y David Raya se baten al ajedrez con el móvil. Ya están en la caldera del estadio de Konya, pero encuentran tiempo para dos partidas en las que se impone el madridista. Este parón internacional de septiembre supuso el regreso de Carvajal a una convocatoria de la selección después de destrozarse la rodilla derecha en octubre del año pasado. Ya había probado su restablecimiento físico con el Real Madrid, pero en la vuelta al grupo de Luis de la Fuente testó también su progreso en el tablero, una obsesión adquirida durante la recuperación.
El cronómetro agotó su vida, Alemania era campeona del Eurobasket y los jugadores y técnicos se abrazaban en una piña en el pabellón de Riga después de vencer en la final a Turquía por 83-88. Todos menos la gran estrella, el base Dennis Schröder, que cruzaba la pista a toda velocidad, el último de sus innumerables sprints, para quedarse con el balón del partido. El director de juego de la máquina alemana quería conservar ese recuerdo para un museo particular que incluye el oro mundial (2023) y europeo (2025) con su selección, y los premios de mejor jugador, MVP, en ambos campeonatos. La lista de quienes acaparan este doble galardón individual habla por sí sola: Drazen Dalipagic, Sergei Belov, Drazen Petrovic, Toni Kukoc, Dirk Nowitzki y Pau Gasol tienen un nuevo socio en el olimpo.
El día de la entrevista, Marta Ros (Barcelona, 29 años) no puede evitar “venirse arriba”. Tras años como coreógrafa, por fin puede volcarse por completo en Ouineta, su alter ego musical: una popstar performativa, irónica y libre que ha convertido su gira en la mejor pista de baile. “Ouineta es el hada de la verdad, una explosión de creatividad”, resume. Su propuesta nace de una búsqueda artística que empezó en el patio del colegio, imitando a María Isabel o Shakira. Hoy, aquella niña que se avergonzaba al cantar ha hecho del escenario su lugar seguro: “Ouineta es el personaje que me permite cumplir los sueños que tenía de pequeña”.
Mucho antes de que hacerse rico jugando a videojuegos fuese algo concebible, las cifras más mareantes estaban en las máquinas recreativas. Puntuaciones absurdamente altas e inalcanzables que iban acompañadas del nick con el que se identificaran las leyendas locales, jugadores en torno a los que se formaban corrillos a lo largo de eternas partidas, donde los clientes del bar, lejos de enervarse por la espera, se sentían privilegiados viendo esas pantallas del juego a las que ellos nunca llegaban. Al principio del documental Tribute, que se estrenó el pasado jueves en Amazon Prime Video, el director Nacho Vigalondo recuerda a Pindorro, figura casi mitológica a la que, de niño, contemplaba hipnotizado frente a la máquina en la villa cántabra de Cabezón de la Sal, su lugar de nacimiento. Traído al lenguaje actual, bromea el cineasta en el mediometraje, Pindorro fue el primer gamer a cuyo canal se suscribió.
La adolescencia, su llegada, marca un antes y un después en la vida del niño, pero también en la de sus padres. Progenitores que se creían comprensivos hasta que se ven a sí mismos perdiendo la paciencia, gritando, convirtiéndose en alguien que no reconocen. Con este eje conductor, la psicopedagoga Sonia López Iglesias (Igualada, Barcelona, 50 años), también maestra de Primaria, vertebra su segundo libro, Cuando la adolescencia duele (Ediciones Destino), publicado el pasado 10 de septiembre. Un volumen que tiene como objetivo acompañar a las familias a transitar desde el amor esta etapa vital llena de “cambios y desafíos”.
“Si quieres que la gente camine, debes hacer aceras anchas y cómodas que impulsen que se camine”, explica David Lois mientras mira resignado la que tiene detrás: el estrecho espacio peatonal del paseo del Prado en el que se agolpan quienes quieren entrar al Museo Thyssen y quienes caminan, rodeados por 10 carriles para coches en una auténtica autovía urbana. La percepción, aquí, es que el automóvil es el rey y que caminar es incómodo. Es el tipo de temas que estudia Lois (Madrid, 54 años), profesor de Psicología Social en la UNED e investigador en el Centro de Investigación del Transporte (Transyt-UPM), donde analiza los condicionantes sociales que influyen en cómo nos movemos. Atiende a EL PAÍS al inicio de la Semana Europea de la Movilidad.
Seila Fernández Arconada no es una artista que se proponga pintar un lienzo en un estudio que acabe en las paredes de un museo, sino una especie de activista del arte con los pies firmes en territorios complejos. Esta artista ecosocial y multidisciplinar nacida en San Felices de Buelna, Cantabria, en 1986, ha trabajado en lugares de la Amazonía, Colombia, China, Inglaterra, Países Bajos, Francia o Ucrania y defiende la creación como algo compartido. Hoy desarrolla el proyecto Río Dnipró: pertenencia ecosocial en tiempos de guerra. De todo ello ha hablado en Santander en un curso de la UIMP.
La ausencia más significativa de los Emmy del pasado domingo no la ha protagonizado ningún nominado, ni ninguna vieja gloria televisiva. Paradójicamente, es la de alguien a quien nadie querría haber visto allí. No se mencionó a Donald Trump ni una vez en toda la descafeinadísima ceremonia, que ha sido la primera entrega de premios importante con su segundo mandato avanzado —los Oscar se celebraron seis semanas después de su toma de posesión y tampoco se le mencionó—. Las almas cándidas especularán con un posible intento de Hollywood por unir a estadounidenses de todo signo. O con eso de que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. El resto sabemos que es solo un síntoma más del miedo generalizado.
Nadia Anjuman (Herat, 1980) escribió la mayoría de sus poemas a escondidas, porque nació afgana y mujer. “No soy como ese frágil sauce que se estremece a la mínima brisa, soy una mujer afgana y justo es que no ceje en mi lamento”, dice uno de sus versos, que se refiere al primer régimen talibán (1996-2001), aunque cobró notoriedad a partir del 2021, cuando los fundamentalistas tomaron de nuevo el poder.
Christian Dior no empezó su romance con el sur de Francia al comprar el château de La Colle Noire, en 1951, sino mucho antes. Fue en una localización bastante más humilde a cinco kilómetros del castillo decimonónico. Todo arrancó en los años treinta, cuando su apellido aún no era sinónimo de lujo, su familia acababa de arruinarse y su hermana pequeña, Catherine, todavía era adolescente. Fue en Callian, un bello pueblo provenzal que presume de bucolismo desde lo alto de una colina y en cuyas inmediaciones se ubica la granja a la que se trasladó la familia tras morir la madre.
Victoria Camps regresa con un libro que duele en los lugares precisos. La sociedad de la desconfianza es un bisturí filosófico aplicado sobre el cuerpo social enfermo, donde cada página confirma lo que intuíamos pero preferíamos no nombrar: hemos construido una civilización de soledades conectadas, de individuos que confunden la autonomía con el aislamiento y la libertad con la irresponsabilidad.
La sociedad de la desconfianzaVictoria Camps Arpa, 2025 216 páginas, 19,90 euros