ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
La satisfacción ciudadana con la sanidad pública está en horas bajas. Según el último barómetro sanitario del Ministerio de Sanidad y el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la percepción de que funciona mal y necesita cambios profundos no hace más que crecer. Antes de la pandemia, en 2019, el 72% de la ciudadanía pensaba que el sistema de salud marchaba razonablemente bien y solo un 4% de la gente consideraba que funcionaba mal; ahora, en cambio, menos de la mitad de la población está satisfecha y el 21% defiende que necesita rehacerse. Los expertos achacan este giro en la opinión pública al lastre de las listas de espera y advierten de que los escándalos, como la crisis de los cribados de Andalucía o los recortes planeados en el Hospital de Torrejón, también erosionan la confianza ciudadana.
Kyle MacLachlan (Washington, 66 años) no acostumbra a pensar en el apocalipsis. “Me conformo con llegar al final del día”, bromea el actor desde su casa de Los Ángeles. En una mano sostiene un taza de café solo, como lo haría el agente Cooper de Twin Peaks, y en la otra un puñado de nueces. “Me voy a tomar un desayunito mientras hablamos”, advierte con su habitual mezcla de cortesía y extrañeza. La razón por la que el eterno muso de David Lynch se lanza de buena mañana a discurrir sobre el fin del mundo es Fallout, adaptación de Prime Video de la exitosa saga de videojuegos cuya segunda temporada acaba de estrenarse. Su personaje es un científico dispuesto a traicionar a su familia por mantenerse fiel a Vaul-Tec, la empresa que saca rédito a una catástrofe nuclear con sus búnkeres. Pero, y el propio MacLachlan, ¿qué haría ante un apocalipsis inminente?
La escena nos suena a todos: una mesa grande, mantel, vajilla y cubiertos que solo se usan en diciembre, varias conversaciones superpuestas y la misma comida de todos los años. Sin embargo, para muchas personas hay un elemento silencioso que domina toda la celebración: una silla vacía, real o metafórica; la ausencia de alguien que ya nunca vendrá a cenar. El dolor tras la muerte de un ser querido se parece a veces a un ruido de fondo que nadie más que uno escucha. Está ahí en todo momento, también durante las fiestas navideñas. Un periodo que idealiza el “vuelve, a casa vuelve”, las reuniones familiares y la alegría y que, por contraste, puede transformar el duelo en algo mucho más doloroso.
Hace algo más de treinta años estuve por primera vez en el palacio de La Moncloa. Llamarlo palacio es quizás excesivo. Me pareció más bien una de esas mansiones con techos de pizarra y columnas y un aire entre neoclásico y franquista que son a la vez ostentosas y mediocres, y hacia las que muestran una notable propensión las clases altas de Madrid, cuando se expanden en dirección a las distancias heráldicas de la sierra de Guadarrama. Nada más tocar las columnas del patio cubierto que sale en las noticias me di cuenta de que estaban huecas. En esos años penosos, desde la victoria inesperada de Felipe González en el 93, hasta el derrumbe sin remedio del 96, los escándalos de corrupción dinamitaban uno tras otro a un gobierno que venía durando demasiados años. Habrá quien recuerde que en las elecciones de 1993 todo el mundo había dado por segura la victoria de la derecha, y que ese fracaso inesperado provocó en el Partido Popular y en sus aliados en los medios una agresividad que muy probablemente no había existido hasta entonces en la vida pública española. La mala leche nacional ya existía mucho antes de que las redes sociales vinieran a multiplicar su toxicidad letal de armas biológicas. Como ahora, la impaciencia y la ira de quienes sabían que la próxima vez sí iban a ganar lo arrastraba todo. Del papel que ahora cumplen panfletos digitales subvencionados se ocupaban entonces con menos tecnología pero con la misma bilis los miembros de un autodenominado “sindicato del crimen”, una cofradía de columnistas y escritores —incluido todo un premio Nobel de Literatura— que se jactaban de sus ataques contra todo lo que tuviera algo que ver con la izquierda, y en particular contra los novelistas todavía jóvenes que en esos años habíamos alcanzado un cierto reconocimiento, y que además no rendíamos pleitesía de discípulos al antes citado premio Nobel. Aquellos sindicalistas de la injuria se celebraban a sí mismos por un presunto ingenio para insultar que según ellos heredaba el de las sórdidas peleas entre Góngora y Quevedo. Todavía se estará riendo con una carcajada bronquítica alguno de ellos. Sus objetivos predilectos éramos Julio Llamazares, Javier Marías y yo. Decían que escribíamos “novelas de ordenador”, o tan desabridas que parecían traducciones del inglés. Nos llamaban “angloaburridos”. A mí el premio Nobel me distinguió llamándome en una columna “doncel tontuelo”, y aconsejándome que me frotara vaselina para aliviar “el dolor de los cuernos”. Qué tiempos aquellos.
El Gobierno de coalición agrava su crisis interna. PSOE y los partidos de Sumar no lograron acercar posturas este viernes en la reunión para abordar una posible salida a la endiablada situación que atraviesa el Ejecutivo y tanto los comunicados enviados a posteriori como las fuentes consultadas después dan cuenta de ese alejamiento entre los socios. En Sumar, que exige cambios profundos y ha endurecido el tono advirtiendo de que “persistir en el bloqueo de la legislatura pondría en riesgo el acuerdo de investidura”, se reabre el debate interno sobre su permanencia en el Gobierno. Mientras, el PSOE, que se enroca e ignora sus peticiones, señala únicamente que hay “más puntos en común que discrepancias”.
Cuando, hace menos de un año, Bart De Wever acabó su primera cumbre como primer ministro de Bélgica, bromeó con que sus nuevos compañeros, el resto de líderes de la UE, le había preguntado quién era. Ahora, este político ultranacionalista flamenco, de 54 años, ya no es en absoluto un desconocido en la escena europea. Se ha hecho un importante hueco tras aferrarse a su terquedad y negarse a dar luz verde a financiar a Ucrania a través de las reservas soberanas rusas inmovilizadas en la Unión por las sanciones, la mayoría bajo custodia de una entidad financiera belga. De Weber, o BDW, como se le conoce en su país, rechazó plegarse a las presiones de una mayoría de la UE, encabezada por el canciller alemán, Friedrich Merz, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Se ven. Se escuchan. Se mueven. Forman parte del 56% de energía renovable que España produjo el año pasado y de la vida de Atalaya del Cañavete, Cañada Juncosa y Tébar, tres pequeños pueblos de Cuenca que superan por poco los 500 habitantes. Allí, las hileras de las turbinas del mayor parque eólico del país, Gecama, camuflan el éxodo rural. Giran mientras su propietaria, la empresa israelí Enlight Renewable Energy, mantiene proyectos similares en la franja de Gaza y en territorios declarados ocupados según la ONU, pese a que España ha adoptado un embargo de armas a Israel y pese a los ataques sobre la población palestina con el alto el fuego vigente.
El próximo 1 de enero entra en vigor la obligación de llevar la luz amarilla conocida técnicamente V-16, que emite destellos de manera intermitente y que está conectada con la Dirección General de Tráfico (DGT), de forma que el vehículo que ha sufrido una avería o un accidente está geolocalizado. Detrás de este invento, están dos guardias civiles de Galicia que han desarrollado un modelo puntero por el que ya se están interesando más países, como Portugal, Chequia y Hungría, además de varios en Latinoamérica y Japón, entre otros. Uno de los promotores, Jorge Costas (Vigo, 43 años), rechaza mucho de los bulos que se han vertido sobre el dispositivo y asegura que no se ha hecho millonario, como muchos le recriminan.
La gran rebaja fiscal que prometió Isabel Díaz Ayuso al comienzo de este mandato se encuentra más en el aire que nunca. El entorno de la presidenta ya no afirma con la misma contundencia de antes que podrá llevarse a cabo antes del final de la legislatura, en 2027. “Depende de Pedro Sánchez...”, se excusan. Ahora mismo, todo son dudas alrededor de uno de los asuntos que se suponía central para este segundo mandato.
Durante décadas, el franquismo convirtió el deseo homosexual en delito, la intimidad en expediente psiquiátrico y la diferencia sexual en sinónimo de peligrosidad pública. Hubo redadas, centros de clasificación como el de Carabanchel y cárceles como la de Badajoz, donde se separaba a activos y pasivos, tras examinar la anatomía más íntima de los detenidos, para impedir cualquier posibilidad de penetración. Existieron colonias penitenciarias como la de Tefía, donde se encerraba a los invertidos que se atrevían a salirse de la norma. Y, ya casi en los setenta, algunos médicos se empeñaron en corregir la desviación a golpe de electroshock. Cuando el régimen empezó a resquebrajarse, esa violencia no se evaporó. Cambió de forma, se desplazó a nuevas instituciones y, pese a los avances legislativos, dejó una estela de miedo y silencio que se alargó hasta no hace tanto, si es que ya ha terminado.
Sexo en el franquismo Manuel Espín Almuzara, 2025 352 páginas 23,95 euros Sodomitas, vagas y maleantes Mikel Herrán Planeta, 2025 384 páginas 19,90 euros Obscenidad queer. Archivos eróticos en la España dictatorial Javier Fernández Galeano Bellaterra, 2025 274 páginas 22 euros Una luz tímidaÀfrica Alonso Seix Barral, 2024 440 páginas 21,90 euros El látigo y la pluma. Homosexuales en la España de Franco Fernando Olmeda Dos Bigotes, 2023 424 páginas 22,90 euros Los elegidos Nando López Destino, 2023 512 páginas 20,90 eurosLas locas en el archivo. Disidencia sexual bajo el franquismoGeoffroy Huard y Javier Fernández Galeano (directores) Marcial Pons, 2023 480 páginas 35 eurosQue no se olvide Marina Velasco Marta Salamandra Graphic, 2023 216 páginas 23,95 eurosKarlos Arguiñano asegura que sus recetas nunca fallan porque son “fáciles, ricas y saludables”. Como cada año —y ya van 12—, antes de que asome diciembre el cocinero vasco publica las recetas que ha preparado a lo largo del curso. En Cocina para todos (Planeta) reúne 560 platos sencillos y “con fundamento”, donde no faltan dos de sus comodines fetiche: el perejil y la menta. Seleccionamos cinco recetas fáciles de preparar para estas fiestas navideñas.
En apenas unos días se celebra el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad y uno de los 100.000 números que girarán en el bombo el 22 de diciembre será el agraciado con cuatro millones de euros: el Gordo. Quienes ganen este premio se verán tentados de dejar sus empleos o realizar gastos extraordinarios, pero los expertos recomiendan paciencia y prudencia a la hora de tomar estas decisiones.
En 2005 se estrenó la película De boda en boda, una comedia protagonizada por los actores Owen Wilson y Vince Vaughn. Interpretan a dos amigos y compañeros de trabajo que comparten una peculiar afición: colarse en bodas. Para la mayoría de novios, que una persona se cuele en su enlace es una de las pesadillas más frecuentes. Pero para muy pocas parejas —y con mucha suerte—, que un famoso haya asistido a la celebración de uno de los días más importantes de su vida se convirtió en un recuerdo épico.
La Unión Europea ha dado un paso clave para ayudar a Ucrania en su combate contra la agresión rusa al decidir la emisión de bonos por valor de 90.000 millones de euros. Tomada en la madrugada del viernes durante la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno más determinante de los últimos tiempos, se trata de una medida con un doble significado. En lo inmediato, supone una vía de soporte vital para Kiev, que en tres meses iba a entrar en bancarrota y, como consecuencia, a hacer imposible su defensa. Con una perspectiva más de fondo, abre paso de nuevo a la emisión de deuda conjunta de la Unión, los llamados eurobonos, a los que se recurrió por primera vez para la recuperación de la pandemia de covid. Contra las inveteradas reticencias de Alemania, los partidarios de profundizar en la integración europea siempre los han defendido como un instrumento para impulsar el proyecto común.
La Unión Europea ha aprobado la erogación de un nuevo préstamo de 90.000 millones de euros a Ucrania que insufla un crucial chute de oxígeno a Kiev, cubriendo más o menos dos tercios de su estabilidad financiera durante dos años a intereses cero y sin tener que devolver mientras haya guerra y Rusia no repare los daños. Es un claro mensaje de que los europeos están dispuestos a sostener a su socio ante la embestida del Kremlin, a seguir adelante pese a la espantada de la Casa Blanca, y lo hacen evitando los riesgos que sin duda entrañaba la opción del uso de los activos rusos congelados. La decisión además representa un paso notable hacia la normalización del endeudamiento común, que se repite, aunque con un formato diferente, después de la experiencia pandémica. Todo ello no es un resultado menor.
Estamos en la era de las identidades. La cultura del “yo” impregna nuestra percepción del mundo y está presente en los espacios que lo forman, desde las lógicas del mercado hasta la retórica política, las luchas sociales o incluso las relaciones personales. No se trata solo de una cultura individualista o egocéntrica, sino, sobre todo, de una cultura capaz de convertir algo tan íntimo y complejo como la identidad en una figura de ajedrez. La angustia existencial que envuelve una pregunta infinita –quién soy, quiénes somos– se canaliza mediante la consolidación artificial de grupos identitarios.
La escena está en la segunda temporada de The Chosen (Los elegidos), la primera serie que se ha hecho sobre la vida de Cristo. La Virgen María está compartiendo hoguera con los apóstoles en ausencia de su hijo, que se encuentra curando enfermos, cuando María Magdalena le pregunta por el nacimiento de Jesús. La Virgen sonríe y le responde que no fue en absoluto como esperaba. Que tuvo que limpiarlo porque estaba sucio. Que era muy pequeño, que tenía frío, lloraba y necesitaba ayuda. Su ayuda, la de una adolescente de Nazaret. Al calor de la lumbre, la madre de Cristo les confiesa a sus seguidores que por un momento se preguntó si ese ser tan pequeño y desvalido podía ser realmente el hijo de Dios.
Esta columna requiere un poquito de paciencia por su parte, sobre todo si es alérgico a los anglicismos. Y al odio.
Ya siento sacar esto un sábado, pero los datos confirman lo que todos habíamos sospechado desde que existe algo parecido a un calendario: que los lunes son odiosos. En ese día funesto la ansiedad se dispara, el estrés se agudiza y la probabilidad de infartos y demás eventos cardiovasculares aumenta en casi un 20%. De los suicidios ni hablemos. Menos mal que este año la Navidad cae en jueves.
Puede que en San Pedro del Pinatar no toque el Gordo este 22 de diciembre, pero allí se han propuesto celebrar el día a lo grande, con lluvia de millones o sin ella. Y lo harán rindiendo homenaje al que es probablemente el rostro más conocido de la ilusión, el actor británico Clive Arrindell, “el calvo” del anuncio de la Lotería, que falleció el 25 de julio de 2024, aunque la noticia no había trascendido hasta hace apenas un mes. Y fue en ese municipio de la Región de Murcia, de unos 29.000 habitantes, a orillas del Mar Menor, donde se dieron cuenta.