ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Las personas heterosexuales lideran los diagnósticos de sida en España. En lo que llevamos de 2025 ha habido 11 diagnósticos de la enfermedad en hombres que tienen sexo con hombres (HSH) frente a 20 en heterosexuales ―11 hombres y 9 mujeres―, según los datos de Sanidad (tomados hasta el 30 de junio y aún provisionales, pues luego hay que incorporar las correcciones por diagnóstico tardío).
Menos hombres heterosexuales en el activismo seropositivoLos hombres heterosexuales son uno de los grupos que menos participa en el asociacionismo seropositivo, confirman desde Cesida. “En general, la participación ha bajado en las entidades con respecto al inicio de la pandemia [de VIH]”, explica la presidenta de la organización, Carmen Martín. Hace unos años, la participación parecía más necesaria, más urgente. “Las personas seropositivas ya no nos morimos, estamos envejeciendo. Además, ahora hay más derechos conquistados y parece que hay menos necesidad. Yo creo lo contrario: aún queda mucho por conquistar”, continúa Martín. En España hay unas 250.000 personas que conviven con el VIH, según los datos de la organización. A pesar de ello, la visibilidad seropositiva sigue teniendo un coste emocional y social: “La sociedad sigue juzgando a las personas con VIH”.
Algo se mueve en el corazón VIP de Madrid. Mientras los precios del alquiler siguen disparados, y los de compra de vivienda imposibles para la mayoría, el Gobierno de España y el de Madrid se han puesto de acuerdo para una operación inmobiliaria que parece sacada del juego del Monopoly. En su corazón está la creación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo frente al Congreso de los Diputados. Para construirlo, el Estado necesita hacerse con varias plantas del edificio apetecido en la calle Duque de Medinacelli, con vistas al hotel Palace, que son propiedad de la Comunidad de Madrid. Y para conseguirlas ha propuesto un trato jugoso, según documentación a la que accedió EL PAÍS: pagar 1,7 millones de euros y entregar al gobierno de Isabel Díaz Ayuso una vivienda de 300 metros cuadrados que permitirá que Madrid complete la propiedad de un palacete en la calle Núñez de Balboa. Un pelotazo que rechazan los vecinos, “hartos” de la turistificación de la capital de España.
Los dos días de huelga celebrados la semana pasada en las universidades públicas de Madrid han sido el reflejo del descontento y la preocupación por la situación de los campus dependientes de la Comunidad. El principal objetivo del paro fue presionar al Gobierno regional para que revise los presupuestos autonómicos, incremente la financiación de los centros de enseñanza superior y compense así los años de recortes que los han llevado a una situación financiera crítica. Esta es especialmente grave en la Universidad Complutense, que en julio del año pasado anunció un recorte del 30% solo para sobrevivir esos 12 meses. En 2025, la Complutense se ha endeudado con la propia Comunidad por 34,5 millones de euros (el equivalente a un 5% de su presupuesto) para pagar las nóminas. El préstamo —que obliga a lo que el rector, Joaquín Goyache, ha llamado “presupuestos de guerra” para los próximos tres años— le costará 4,4 millones solo en intereses.
La convivencia no ha sido un elemento fuerte y esencial de la sociedad española en nuestra historia, pero sí lo ha sido desde hace casi 50 años. No obstante, en los últimos años el deterioro de la convivencia es algo que se percibe tanto en las relaciones más cercanas y privadas —como las relaciones familiares y las de amistad—, como en la confrontación política expresada con dureza y sin el menor respeto a las reglas democráticas y al buen hacer político en el Congreso de los Diputados.
Uno sabe que un político no dice la verdad cuando empieza a recurrir a frases prefabricadas. Son varias las formulillas enlatadas con las que los representantes públicos suelen esquivar la realidad incómoda. “No todo vale en política”, “a mí ustedes no me dan lecciones de democracia” o “hay que tener altura de miras” son algunas de esas tristes letanías que demuestran algo más que pobreza verbal: suelen ser afirmaciones con las que, en no pocas ocasiones, se intenta ocultar alguna verdad.
Pongamos que las 83 personas a las que ha matado Trump en el Caribe en los dos últimos meses estuvieran transportando drogas. No hay pruebas de que lo hicieran pero, técnicamente, tampoco hay pruebas de que no. Podrían haber sido pescadores, como aseguran sus desoladas familias. Pero también podrían haber sido pescadores pobres dispuestos a cobrar 300 dólares por llevar un pequeño cargamento de cocaína a algún sitio. No sería la primera vez. Pero, si fuera una operación contra el narcotráfico, el protocolo estándar de interdicción marítima no es volarlos en pedazos y rematar a los supervivientes con un segundo misil. El protocolo es detener, inmovilizar y capturar las embarcaciones sospechosas, disparando a la propulsión para paralizar el bote y detener a la tripulación.
Estos días, X, la plataforma que un día fue Twitter, está dejando a la vista algunos datos de sus usuarios que habían permanecido ocultos. Una nueva función permite ahora cotillear en sus cuentas con más fundamento. Es posible consultar, por ejemplo, la ubicación de cada perfil o el número de veces que el dueño de una cuenta le ha cambiado el nombre. No es para echar cohetes, pero se agradece una pequeña dosis de transparencia en un momento como este, en el que las todopoderosas plataformas digitales cierran las escotillas para mostrar cada vez menos de lo que pasa dentro. Por razones que hoy se nos escapan, Elon Musk nos ha encendido la linterna para iluminar uno de los recovecos de su red social, donde demasiadas cosas permanecen en la penumbra.
Cuando me dan una bofetada, no pongo la otra mejilla. La verdad es que no llego a tanto, pero tampoco me importa que quieran crucificarme por defender aquello en lo que creo. Fuera de Madrid, me prometí a mí mismo que iba a recordar algunas canciones de Joaquín Sabina el día de su último concierto. Y en México, ayer, me puse a cantar Calle Melancolía. La vida no es ninguna pradera. Perece un desolado paisaje de antenas y de cables. Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles, resuelvo un crucifijo…. ¡Un momento! ¡¿Qué digo?! Vaya lapsus, es un crucigrama. Después de pensarlo, comprendí que había tenido el lapsus porque acababa de leer Cristianismo radical (Trotta, 2025), el nuevo libro de Juan José Tamayo.
Hubo un pasado, no tan lejano, en el que las estadísticas sobre la deuda pública solían ir acompañadas de terminología fatalista: rescate, corralito, quiebra… Y no era para menos. En 2012, en plena crisis de la deuda soberana europea, la actividad económica no levantaba cabeza, tanto el sector privado como el público estaban asfixiados, los ataques especulativos en los mercados eran constantes y el precio de la financiación rozaba máximos. Hoy, cerca de una década después, esa sensación de angustia se ha atenuado, aunque España está, en volumen, el doble de endeudada que entonces. ¿Qué ha cambiado para que una cantidad tan abrumadora de pasivo ya no sea sinónimo de riesgo inminente? Las razones son múltiples, pero la respuesta podría resumirse en que ahora hay confianza en que el país puede pagar sus compromisos financieros.
Antonio Garrigós, bautizado como el tío Toni en La Chaparra, forjó su condición de líder espiritual desde el mismo patrón emocional con el que captó a sus adeptos. Desde su propia vulnerabilidad y sufrimiento. Lo describe ya en uno de sus libros autoeditados, Los secretos del padre (1993), que movió entre su entorno: “A través del sufrimiento he llegado a encontrarme”.
En el verano de 2021, a Nieves Pueyos (19 años, Granada) le dieron la peor de las noticias. Un trastorno de la conducta alimenticia (TCA) se había apoderado de ella y le diagnosticaron, en concreto, anorexia nerviosa de tipo restrictiva, ansiedad depresiva y dismorfia corporal. Tenía 14 y con el primer ingreso, en octubre de ese mismo año, empezaría una nueva vida, dejando atrás la esperada adolescencia que acababa de empezar para ella. Pero empezó a escribir un diario. Un cuaderno en el que quedaban reflejados los miedos, desafíos y, también, atisbos de luz de aquellos oscuros meses. Cogió carrerilla con el lápiz y, animada por uno de sus terapeutas, comenzó a transformar esos pensamientos en poesía, algo que le ayudó en su camino a la recuperación. Tras finalizar el ingreso y salir de la clínica Unidad ELCA de Granada en febrero de 2024, cuatro años después del comienzo de todo, esas líneas escritas en consulta han sido recopiladas con mimo y se han convertido en un emotivo poemario titulado La niña que dejó de comer (querer) (Talón de Aquiles, 2025), que ya se puede conseguir en la web de la editorial y en algunas librerías.
Con más de 35 años de experiencia en la lucha contra el crimen organizado y el terrorismo, Giovanni Melillo, de 65 años, asegura que cada día aprende algo nuevo de organizaciones criminales cada vez más complejas, modernas y adaptables. El fiscal italiano antimafia ha visitado España, invitado por la Fiscalía Antidroga, en el marco de unas reuniones anuales de cooperación bilateral, aunque ya dice de entrada que no puede “ni siquiera mencionar” los proyectos en los que han trabajado. La amplia gama de sus competencias —crimen organizado, terrorismo y ciberdelincuencia— ha hecho que las reuniones con los representantes de la Fiscalía de la Audiencia Nacional casi no le hayan dejado ni respirar en dos días.
Peroamigo es una de las aldeas que dependen del municipio sevillano El Castillo de las Guardas (1.514 habitantes). Desde el 3 de noviembre la hija de Carmen Cabeza, una de sus 12 vecinos, no puede ir al instituto de Gerena, a una media hora de su casa, porque el autobús que hacía la ruta dejó de prestar el servicio alegando que no le era rentable. La Junta de Andalucía se comprometió a buscarle un transporte alternativo, pero ninguna empresa quiere asumir ese servicio y en esa zona tampoco hay taxis disponibles. Su madre exige una solución porque no quiere que la niña, de 15 años, tenga que verse obligada a seguir dando las cases online, como lleva haciendo desde entonces.
“Se los llevan; se los llevan”. Benita Navacerrada nunca olvidará aquellos gritos que le hicieron salir corriendo. Tenía siete años cuando los franquistas subieron a su padre, Facundo, a un camión abarrotado de hombres en la plaza de San Sebastián de los Reyes. Iban de pie en la parte trasera. No tardaron en desaparecer ante sus ojos. Los ejecutaron en la localidad vecina de Colmenar Viejo. Hoy, con 93 años, Benita no pierde la esperanza de identificar los restos de su padre y enterrarlo dignamente.
¿Estarías dispuesto a hacer el servicio militar? Esa es la pregunta a la que se enfrentarán a partir del año próximo todos los jóvenes alemanes nacidos en 2008, y sucesivamente cada año, quienes vayan cumpliendo la mayoría de edad. Alcanzar los 18 llevará adherida la obligación de contestar un formulario con los datos personales y acudir a un examen médico en el que las autoridades comprobarán las capacidades físicas y psicológicas de los jóvenes. Después, ellos decidirán si alistarse o no; porque, al menos de momento, la nueva mili alemana es de carácter voluntario. Pero en todo caso el Gobierno ya tendrá un registro oficial militar de todos los posibles reclutas.
Mónaco es provinciana y paleta, refugio de millonarios que hacen ruido con sus lamborghinis y ferraris creyéndose Ayrton Senna en la curva del casino entre tiendas de lujo, y al lado mismo sus tubos de escape sofocan el murmullo suave de una cascada deliciosa en un jardín zen, pero, curiosamente, todo el decorado feo del país en el que tiene la sede World Athletics agiganta la figura de María Pérez, una princesa a lo Grace, la primera atleta española elegida la mejor del año en pruebas fuera del estadio por la Federación Internacional de Atletismo. Y tampoco ningún hombre lo había conseguido antes. Tampoco ningún atleta español, hombre o mujer, había ganado nunca cuatro medallas de oro en Mundiales y un oro olímpico también, que es el logro de la marchadora de Orce (Granada), quien, a los 29 años, disfruta jugando a la brisca con su bisabuela, de 87, que le reclama un tataranieto que se junte a los que ya tiene del hermano de la atleta. “Y, de hecho”, dice Pérez, “mi plan es que Los Ángeles 28 sea mi último ciclo olímpico y después dejarlo para ser madre”.
Hace ahora cinco años fue enterrado un hombre sin corazón. Nombre: Diego Armando Maradona. Profesión: genio del fútbol y prócer. El órgano fue extraído del cuerpo para convertirse en prueba pericial en la causa que investiga su muerte, de modo que el futbolista yace en una tumba junto a sus padres en el cementerio privado de Bella Vista (Buenos Aires) y el motor que lo encendía permanece a 70 kilómetros, conservado en formol en el Departamento de Anatomía Patológica de la Policía Bonaerense. Dicen los que lo han tenido en sus manos que pesa 503 gramos, casi lo que una pelota de fútbol, y que eso el doble de lo normal para una persona de esa edad, 60 años. Es un corazón castigado, arañado por microinfartos previos, y lastimado probablemente por todas las decepciones que se llevó y que provocó, las heridas que no figuran en la autopsia y que —esas sí— el difunto se llevó a la tumba.
El 3 de enero de 1972 cayó en domingo. Ese día Derry, ciudad de Irlanda del Norte, amaneció con el cielo despejado. Al mirar hacia arriba solo se veía -y se oía- un helicóptero. En la tierra, el ambiente era diferente. Había una manifestación convocada contra la detención sin juicio de sospechosos de terrorismo. Hacía apenas cuatro años que había comenzado la etapa conocida como The Troubles -los problemas, en español-, un periodo de tres décadas en el que el conflicto religioso, político y territorial entre republicanos -favorables a la existencia de un única Irlanda- y los unionistas -defensores de la existencia de una Irlanda del Norte que forme parte del Reino Unido- alcanzó su punto álgido. Murieron más de 3.000 personas y cerca de 50.000 resultaron heridas. Problemas. Qué cosa, las palabras.
Eduardo Casanova (Madrid, 34 años) se disculpa desde la entrada. Le habría gustado, dice, tener algo más ordenada y ambientada su casa-oficina-museo-decorado, donde recibe a EL PAÍS en una mañana de noviembre. Aunque lleva año y medio instalado con su pareja en este pequeño adosado a las afueras de Madrid, su actividad imparable apenas le deja tiempo. Cuesta creerlo porque su universo, tan reconocible, lo invade todo.