ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Miquel Raïch (Sant Joan Despí, Barcelona, 38 años) considera que las escuelas deberían enseñar primeros auxilios, que el transporte público debería ser más silencioso, que el catalán tiene que promocionarse en los entornos digitales y que Cataluña requiere de una ley de transparencia algorítmica. De todo ello, y mucho más, pretende que se debata en la Comisión de Peticiones del Parlament de Cataluña, donde una de cada cuatro propuestas ciudadanas registradas desde 2022 lleva su firma. En los últimos tres años ha presentado 31 propuestas, más que nadie, pero sigue sin respuestas porque el órgano que despacha las peticiones ciudadanas apenas ha celebrado con normalidad tres sesiones en dos años. “Si los diputados pueden vivir tranquilos sabiendo que hay peticiones acumuladas desde hace años, será que esta Comisión no les interesa”, lamenta Raïch, matemático de formación.
Un día, después de casi 30 años en pareja, la esposa de Jaume Colom le preguntó qué le pasaba. “Suena tópico, pero solía ser yo quien buscaba las relaciones sexuales, y es verdad que últimamente no lo hacía”, cuenta él. Tenía 53 años. Acudió a una clínica especializada, le hicieron pruebas, comprobaron que los niveles de testosterona estaban bajos, le prescribieron una terapia de reemplazo y, en cosa de una semana, todo cambió: “Mejoró la libido, tenía más energía, incluso las resacas son más leves y, con el tiempo, bajé la barriguilla de cincuentón”.
Los hermanos Cristóbal, Jesús y David Romero llevan toda su vida pastoreando los montes de Sierra Mágina, en Jaén, pero tienen claro que cuando les llegue su jubilación dirán adiós a su explotación ganadera de 1.500 cabras y ovejas que heredaron de sus antepasados. “Esto es un trabajo de subsistencia, pero ¿cómo vamos a seguir adelante si nos recortaron las ayudas europeas casi un 50% y cada vez nos ponen más trabas?”, comenta, abatido y desmotivado, Cristóbal, el mayor de los hermanos, de 63 años.
La ventana por la que Lee Harvey Oswald disparó al presidente Kennedy sigue hoy entreabierta en el sexto piso del edificio anaranjado de la plaza Dealey, en Dallas. Es una metáfora de cómo el recuerdo de aquel magnicidio continúa incrustado, como una bala, en el cerebro de quienes entonces eran unos niños. Ninguno de ellos estaba preparado para vivir el shock —televisado en bucle y narrado por la voz rota de Walter Cronkite— de aquel drama en tres actos: el asesinato de Kennedy ante una masa que lo aplaudía, la muerte del magnicida a manos de Jack Ruby en el sótano de una comisaría dos días después, y el luctuoso entierro del presidente en el cementerio nacional de Arlington.
“Tengo el corazón griego y la mente alemana. Soy una mezcla”, afirma Odysseas Vladochimos (Stuttgart, Alemania; 31 años), portero del Sevilla y un auténtico trotamundos del fútbol europeo. Hijo de padres griegos emigrados a Alemania, su carrera como deportista se forjó en el país germano. Fue internacional en todas las categorías con Alemania e incluso le ganó a España un Europeo sub-21 en 2017. Después de ese triunfo, ante rivales como Dani Ceballos, Saúl, Deulofeu, Bellerín, Oyarzabal y Marcos Asensio, el portero tomó la decisión de jugar con la selección absoluta de Grecia. “Lo hice por mi familia, por ese corazón griego que tengo. Quizás sea un poco más griego que alemán. Fue una decisión difícil”, relata Odysseas en inglés a EL PAÍS en la luminosa mañana del pasado jueves en la ciudad deportiva del Sevilla, antes de recibir este domingo (16.15, Movistar) al Barcelona.
Andrés Feliz tiene una mirada clara y profunda. Esos ojos vieron muchas cosas que un niño no debería ver, pero que era imposible evitar cuando la infancia transcurría en Guachupita, uno de los barrios más pobres y peligrosos de Santo Domingo, la capital de la República Dominicana. Allí nació hace 28 años el base del Real Madrid y allí aprendió a sobrevivir en medio de la delincuencia, las drogas y los tiroteos. La pelota de baloncesto le sirvió para esquivar no solo rivales en la pista sino también las amenazas en la calle. Feliz no olvida nada de aquello, sino que lo tiene muy presente en su carrera y en su vida. Los ojos bien abiertos le sirven para desempeñarse con atrevimiento y carácter en la dirección del juego del Real Madrid, que este domingo comienza la ACB ante el Gran Canaria (12.30, Dazn) en el Movistar Arena.
Todo preparado. Cada uno en su sitio. Entonces el director, Giuseppe Tornatore, se puso tras la cámara: “¡Acción!”. Un abogado salía de la Corte de Nápoles, dos mafiosos se acercaban con una moto y le acribillaban las piernas. Ficción, pero inspirada en un suceso real. Y en la guerra criminal que sacudía de verdad la ciudad en esos mismos años, los ochenta. Tanto que, al oír los disparos, varios transeúntes se pusieron a gritar; hubo vecinos que corrieron al balcón. Y, desde el último piso del tribunal, dos policías apuntaron sus metralletas hacia los sicarios en fuga. Solo un aviso gritado por megafonía, como recuerda un jovencísimo Tornatore en un viejo vídeo del Archivo Luce, evitó problemas aún mayores. Aunque para la serie que filmaban, El camorrista, las dificultades solo acababan de empezar: afrontó escándalos, pleitos, secuestros. Pudieron terminarla, pero no estrenarla: del plató fue directa a un cajón de los estudios Titanus. Ahí se pasó cuatro décadas oculta, inédita y, poco a poco, olvidada. Hasta ahora.
Ya nos habíamos acostumbrado a separar la obra del artista, como se hace con las yemas y las claras. Ahora toca algo mucho más difícil: separar al artista del sátrapa. Los dictadores se pegan a ellos con el mismo cemento con el que sellan las fosas de sus disidentes. Habría que taladrar tanto para rescatar un gramo de la admiración que inspiraron antes de convertirse en bufones de los tiranos que no merece la pena.
El 29 de diciembre de 1890, en Dakota, el séptimo de caballería hizo prisioneros a 300 indios sioux, tanto guerreros como mujeres, ancianos y niños. Los rodearon con ametralladoras y los instaron a entregar las armas y rendirse. Un tal Coyote Negro no arrojó su fusil (luego resultó que era sordo), hubo un forcejeo, se disparó un tiro y los soldados abrieron fuego contra la multitud inerme. Hay fotos en blanco y negro. Durante un tiempo hubo debate sobre cómo llamar a aquello: en principio fue la batalla de Wounded Knee, luego empezó a ser la masacre de Wounded Knee, aunque algunos no estaban de acuerdo. De hecho, a los soldados que participaron en la matanza se les dio la medalla de honor del ejército estadounidense. Más de un siglo después esto parecía un poco fuerte y la Casa Blanca comenzó a retirarlas. Pero las cosas han cambiado, como seguramente saben.
Mientras escribo esto, varios días antes de que lo leáis, he alcanzado el punto máximo de saturación ante la espeluznante manipulación trumpista del asesinato de Charles Kirk. Y no porque el atentado no me parezca terrible, sino por el uso y abuso de la víctima para avivar el fuego de un odio fanático que sólo puede agravar la situación. De hecho, que me repugnen las ideas del muerto no debe hacer que me repugne menos su asesinato, pero veo a mi alrededor, en alguna gente progresista, cierto incremento de la demonización de Kirk, como si él mismo fuera de algún modo culpable de su violento fin, un pensamiento que me parece inadmisible pero por otro lado asquerosamente comprensible, porque el sectarismo es muy contagioso y propicia rebotes en el bando contrario. También me extraña que, durante todas estas semanas de inacabable escándalo en torno a Kirk, no se haya recordado mucho más a la pobre congresista demócrata de Minnesota Melissa Hortman y a su marido, asesinados a tiros en el pasado mes de junio por un tipejo llamado Vance Boelter, de 57 años, republicano censado desde 2000, admirador de Trump, antiabortista y homófobo (también disparó e hirió muy gravemente en el mismo día al senador demócrata John Hoffman y a su esposa). ¿Y por qué no mencionamos esto casi nunca, aun siendo tan grave y tan reciente? Porque el arrasador discurso sectario trumpista lo ha borrado. Una pena, porque ser conscientes de ambos crímenes nos proporciona una idea más real de lo que está sucediendo en Estados Unidos. De cómo esa sociedad se está crispando y desgarrando, hundida en la vorágine extremista.
La izquierda se enfrenta tradicionalmente a cuatro enemigos formidables: los intereses de los ricos, las élites políticas, los principales medios de comunicación, y, sobre todo, la izquierda misma. Lo escribe el ensayista Owen Jones, el apreciado autor de un best seller de las ciencias sociales contemporáneas: Chavs, la demonización de la clase obrera (publicado en España en Capitán Swing), a cuenta de lo que está sucediendo ahora mismo en Gran Bretaña.
Financial Times publicó hace días una nueva investigación según la cual el sistema político establecido fue el que abrió la puerta a la derecha populista. No fue la inmigración la que hizo crecer a la extrema derecha. Solo despegó cuando los conservadores primero y los socialdemócratas después empezaron a asumir ese discurso, un discurso relacionado con la identidad y con lo que ella lleva siempre oculto, el nacionalismo.
Uno de cada siete habitantes de la Comunidad de Madrid ha nacido en Latinoamérica. La emigración en Madrid se cuela en cocinas, obras, bares… y en la élite de los centros culturales. Por primera vez, cuatro instituciones madrileñas de alto nivel están dirigidas por mexicanos y el último en llegar ha sido el escritor Jorge Volpi, actual Director del Centro Cultural Conde Duque que presentó a mediados de septiembre la programación para esta temporada. Antes de llegar aquí, Volpi (Ciudad de México, 1968) ha escrito algunas de las novelas más impactantes de los últimos años en el universo del español, como Una novela criminal, Premio Alfaguara 2018 o la más reciente La invención de todas las cosas. Paralelamente, ha sido Director del Instituto Cultural de México en París, del Festival Cervantino y coordinador cultural de la UNAM, el departamento cultural más grande y que más presupuesto maneja de México después del ministerio. Su aterrizaje forma parte del Madrid mestizo que gasta casi 500.000 euros en traer a Gloria Estefan y casi cuatro millones de euros en el festival de la Hispanidad al mismo tiempo que apuesta por los más importantes referentes culturales del otro lado del charco.
Frente al Reggae Bar de playa Negra, en Cahuita, se percibe el entusiasmo por ver actuar a Danny Williams, genuino y carismático compositor de calipso, auténtico calipsonian. Las coloridas palmeras y los tucanes de su camisa se adaptan como luz natural a la oscuridad del escenario donde aguardan los músicos con un bajo de una sola cuerda, un banjo y unas congas. En esta cabaña de madera y banderas rastafaris todo fluye ante la orilla de un mar de tonalidades cambiantes y en torno a la música. Cuando suena Segundo, su particular homenaje al maestro Walter Ferguson, se mueven hasta las sillas vacías. “Segundo eh, segundo ah / you are father of calypso. Segundo eh, Segundo ah, we went follow your example…”.
El próximo martes se cumplen dos años desde la matanza del 7 de octubre, cuando milicianos de Hamás entraron en territorio israelí y asesinaron a casi 1.200 personas. Ese mismo día comenzaron los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza que se han cobrado por el momento más de 66.000 vidas.
MetodologíaLas zonas de la Franja de Gaza que se muestran en los primeros mapas muestran el acumulado de las órdenes de evacuación que Israel ha anunciado entre octubre de 2023 y la fecha mostrada, recopilados por la web gazamaps.
Las cifras de ataques en la Franja en los que se ha visto involucrado el ejército israelí ascienden a más de 21.000 y son recopilados por la organización internacional ACLED, que mantiene un recuento desde el inicio del conflicto. Incluyen ataques aéreos, de artillería y enfrentamientos armados que han sido identificados en la Franja. Los datos están actualizados hasta el pasado 19 de septiembre.
Las cifras de palestinos muertos desde el inicio de la invasión proceden de la Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA), que emplea el recuento publicado por el Ministerio de Sanidad gazatí, gazatí, controlado por Hamás.
El rostro de Hind Khoudary, cansado y ojeroso, pero repleto de fuerza y hasta de rabia, aparece al otro lado de la pantalla del ordenador. “¿Cómo estoy? Llevo más de 700 días trabajando sin descanso. Me siento exhausta, traumatizada, deprimida”, lanza esta periodista palestina. Khoudary, de 30 años, habla rápido y claro, en un inglés impecable. Es periodista de la cadena de televisión catarí Al Jazeera y su vida desde el 7 de octubre de 2023 refleja la de muchos reporteros de Gaza. Se ha desplazado varias veces, su casa ha sido bombardeada, varios colegas queridos han muerto bajo las bombas israelíes y sus familiares más cercanos se marcharon de Gaza cuando todavía era posible, con un pasaporte extranjero o pagando una importante cantidad de dinero. Ella también pudo haber salido, pero no quiso, y desde el día uno de esta guerra la nostalgia de los suyos, sumada al indescriptible horror que la rodea, la desgarra por dentro. “Pero sin nosotros nadie sabría qué está pasando aquí”, repite varias veces esta reportera. “Hoy me desperté con la noticia de que habían disparado a mi colega Osama, ayer otros dos periodistas resultaron heridos cuando cubrían el bombardeo de un edificio. Empiezo mi turno en un rato y no tengo ninguna garantía de llegar viva a mañana. ¿Hasta cuándo vamos a ser objetivos militares? ¿Cómo puede justificarse todo esto?”, prosigue, indignada, en un encuentro por Zoom organizado por una ONG palestina.
Mariam Abu Dagga33 años. Fotoperiodista freelance palestina que trabajó con medios como Associated Press e Independent Arabia. Murió el 25 de agosto de 2025 en un bombardeo israelí al Hospital Nasser de Jan Yunis, al sur de Gaza.
Ismail Abu Hatab32 años. Fotoperiodista y cineasta palestino que trabajaba como freelance para varios medios de comunicación. Murió el 30 de junio de 2025 en un ataque aéreo israelí en el café Al Baqa, en Ciudad de Gaza, un lugar de reunión habitual de periodistas.
Anas Al Sharif28 años. Reportero palestino del canal Al Jazeera. Fue asesinado el 10 de agosto de 2025 en el deliberado ataque israelí a la carpa de periodistas en la que vivía con otros cinco periodistas a las puertas del Hospital Al Shifa, en Ciudad de Gaza.
Fatma Hasona25 años. Fotógrafa freelance palestina. Murió el 16 de abril de 2025 en un ataque israelí que ocurrió un día después de que se anunciara la proyección en Cannes del documental Put Your Soul on Your Hand and Walk, del que es protagonista.
45 años. Operador de cámara de Al Jazeera. Murió el 15 de diciembre de 2023 por un ataque con drones mientras cubría las consecuencias de los ataques israelíes contra una escuela de la ONU que albergaba a refugiados en Jan Yunis.
Hamza Murtaja32 años. Copropietario y operador de cámara de la productora Record Media. Un ataque aéreo israelí lo mató el 20 de agosto de 2024 en la escuela Hafiz Mustafá, en Ciudad de Gaza, con otras 11 personas. Estaba filmando un reportaje sobre refugiados.
Mohamed SalamaPeriodista y operador de cámara palestino que trabajaba para Al Jazeera. Murió en el ataque contra la carpa de los periodistas del 25 de agosto de 2025 cerca del Hospital Nasser de Jan Yunis, junto a otros cuatro compañeros.
Nafez Abdel Jawad59 años. Director palestino del canal oficial Palestine TV. Murió el 8 de febrero de 2024 junto con su hijo en un bombardeo con misiles israelíes a la casa en la que se alojaban en el centro de la Franja de Gaza.
Mohamed Isa Abu Saada31 años. Fotógrafo y videógrafo palestino que trabajaba como freelance para medios como Sahat y Al Sharqiya Pulse. Murió con al menos dos miembros de su familia en un ataque israelí contra la casa en la que se alojaba en Jan Yunis.
Hamza Al Dahdouh29 años. Periodista y cámara de la cadena Al Jazeera, hijo del jefe de la oficina de Al Jazeera en Gaza. Murió el 7 de enero de 2024 en un ataque israelí con drones junto con el periodista Mustafa Thuraya, de camino a una zona humanitaria al noreste de Rafah.
Al Hasan Hamad
18 años. Periodista y fotógrafo palestino que colaboró con Al Jazeera. Murió el 6 de octubre de 2024 a causa del disparo de un dron mientras grababa desde el tejado de su casa una nueva incursión israelí.
Bilal Jadallah45 años. Periodista palestino y director de la organización no gubernamental Casa de la Prensa Palestina. Murió el 19 de noviembre de 2023 después de que su coche fuera alcanzado por un proyectil en un bombardeo israelí en Ciudad de Gaza.
Mohamed Abed Rabbo35 años. Periodista palestino y director del departamento técnico de la agencia Al Manara. Murió el 27 de agosto de 2024 en un ataque israelí junto con su hermana en un apartamento alquilado en el campo de refugiados de Nuseirat.
Ayat Jadoura27 años. Periodista freelance y podcaster. Murió, junto con su abuela y tres de sus hermanos, el 20 de noviembre de 2023 en un ataque israelí contra su casa. Días antes publicó un vídeo titulado Mi último mensaje al mundo.
Mohamad Balousha38 años. Periodista palestino y director del canal de televisión Palestine Today. Murió el 17 de octubre de 2023 en un ataque aéreo israelí contra el barrio Al Saftawi, a las puertas de Ciudad de Gaza.
Wafaa Abu Dabaan28 años. Periodista palestina que trabajaba para la Radio de la Universidad Islámica y el Instituto Europeo para la Formación
y el Desarrollo. Estaba embarazada de cinco meses cuando murió, junto con su marido, en un ataque israelí el 6 de julio de 2024.
“No se sorprendan si las personas de Gaza les repiten que la muerte es una salvación”, asegura, sentado en la arena bajo el incesante sol de mediodía, Hamada Abu Hassan, mientras vuelve sus ojos vacíos de vida hacia las voces de sus hijos, Salama, de 18 años, y Anas, de 15, y les da instrucciones sobre cómo cavar en una duna del sur de la Franja.
Los jóvenes están mal, se sienten muy tristes, de bajón absoluto. Lo peor no es la ansiedad, ni estar enganchado al móvil, ni sentirse solo, ni estar sin trabajo, ni siquiera saber que es imposible comprarse una casa; lo peor es que, hasta hace unos pocos años, ninguno de ellos esperaba encontrarse con nada de esto.
Paz Torralba (Salamanca, 51 años) sabe demasiado. Por ejemplo, la terapia antiacné de toda la plantilla del Atlético de Madrid y de buena parte de la del Real Madrid; lo que se hace en el cuerpo Katia Ancelotti, hija del entrenador de fútbol Carlo Ancelotti; el nombre del empresario que va con dos guardaespaldas a su centro de estética: uno espera fuera y el otro, sentado en el vestíbulo; lo que gasta la suegra de Marta Ortega en belleza; lo que se dejan los Roig, sí, los dueños de Mercadona, en tratamientos de rejuvenecimiento; los días de la semana que Pedro J. se hace las manos y los pies o las terapias antiestrés de Margarita Robles, la ministra de Defensa. También quién va a qué evento en Madrid y qué se hace para impresionar. Torralba conoce exactamente cuántas mentiras piadosas contiene el eufemismo: “No me hago nada, pero duermo ocho horas y tomo dos litros y medio de agua”.
Perea es joven, sí, pero todavía lo parece más que en las fotos. Y con más aplomo. Se presenta a la entrevista y a la sesión fotográfica vestido con un ajustadísimo peto de lentejuelas fucsia —lo tiene en todos los colores, cual imagen de marca— sobre lampiño pecho descubierto y posa con absoluta naturalidad haciendo que cose un tul azul eléctrico en la terraza de un hotel rabiosamente urbano sobre los tejados del centro de Madrid. Es viejo conocido de la casa. Aquí presentó su colección durante el Orgullo LGTBI+ y agotó todos los modelos entre el público asistente. Ese es su método de trabajo: traje cortado, traje cosido, traje vendido. No es que se haya impuesto coser a destajo, dice, es que no puede evitarlo. Dejemos que se explique.
MODA PARA LLAMAR LA ATENCIÓNEso es, según propia confesión, lo que más le gusta hacer a José Perea (Hinojosa del Duque, Córdoba, 28 años). Crear trajes para el escenario, las alfombras rojas y los días especiales desde a celebridades a cualquiera que quiera dar la nota y abonar los entre 400 y 600 euros que cuestan sus vestidos. Diseñador y modisto completamente autodidacta, Perea se ha curtido en programas de televisión como Sálvame, o la versión argentina de Maestros de la costura, donde realizaba, y aún realiza si lo llaman, vestidos exprés en directo para cualquiera que se le ponga por delante. Debajo del espectáculo, del que no reniega, hay un artesano que se ha buscado la vida desde adolescente y que, hoy, vive de la moda.