ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Hace un año Gisèle Pelicot se enfrentaba por primera vez en un tribunal a 50 hombres desconocidos acusados de haberla violado mientras estaba inconsciente, drogada por su marido, Dominique Pelicot, que los reclutaba a través de una web y también participaba en los actos. El 19 de diciembre, en una sentencia histórica en Francia, los 51 fueron condenados a penas de entre tres y 20 años por haberla violado o agredido sexualmente. Gisèle Pelicot, que durante el proceso se convirtió en un icono mundial, vuelve este lunes a un tribunal para enfrentarse esta vez a un único acusado, que recurrió el fallo.
El encuentro es un viernes en horario laborable en uno de los nuevos hotelazos de superlujo de Madrid, el Mandarin Oriental Ritz. Los interesados comienzan a entrar a las 10.00 en una sala con alfombra gruesa y paredes cubiertas de madera: un chico bangladesí con una camiseta del Real Madrid, un joven español que trabaja para un fondo de inversión pero también hace sus compras personales o una rusa con tacones afincada en la capital española que llama a Dubái “su segunda casa”. Suena música techno y se sirven café y pastelitos. Se forman corros en los que pronto queda claro que Madrid se le ha quedado pequeño a estos inversores. Se habla de que Polonia es un buen sitio para comprar porque “va como un tiro”, pero al poco se acercan los "brokers" (agentes inmobiliarios) para poner orden en esta partida de Monopoly. Aquí toca hablar de Dubái.
En España existen ocho delfinarios ―es el país de Europa con más instalaciones, seguido de Italia con tres― en los que se exhiben 75 delfines mulares, cuatro orcas y cuatro belugas. Una investigación de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) realizada entre 2023 y 2025 concluye que las condiciones en las que viven no garantizan su bienestar. Los cetáceos participan en espectáculos multitudinarios en los que saludan con las aletas, realizan piruetas, levantan a los entrenadores o bailan con ellos y son obligados a salir del agua y colocarse en el suelo. En seis de los delfinarios, los espectadores pueden, incluso, interactuar con ellos llegándolos a tocar.
Europa sufrió, entre 1337 y 1453, un devastador enfrentamiento bélico conocido como la Guerra de los Cien Años. Todos contra todos y sin excepción. La península ibérica no fue ajena a esta lucha sin cuartel entre los ejércitos franceses e ingleses. Los hermanastros Pedro I el Cruel (1334-1369) y Enrique II de Trastámara (1334-1379) reprodujeron esos enfrentamientos en Castilla.
Nadie avisó a unas 2.000 pacientes andaluzas que se han realizado mamografías en los últimos tres años de que sus resultados eran dudosos y harían falta nuevas pruebas para descartar una lesión tumoral. Ese retraso en los diagnósticos, que la Junta de Andalucía conocía al menos desde comienzos de 2024 y nadie corrigió, ha supuesto que algunas de las afectadas —la cifra no se ha concretado— tuvieran que recibir quimioterapia o radioterapia al avanzar la enfermedad, e incluso someterse a una mastectomía. Alguna ha fallecido, según los testimonios recabados. Una cascada de declaraciones de víctimas y la actuación de la asociación andaluza de mujeres con cáncer de mama (Amama) han sacado a la luz un caso del que aún hay numerosos datos imprecisos, pero que revela una negligencia inadmisible en la sanidad pública que ha puesto en riesgo vidas.
En el infierno en que se ha convertido Gaza no caben discusiones partidistas o semánticas (aunque no veo mejor descripción que genocidio) y, como ya se ha señalado en estas páginas, esto explica el inmediato soporte generalizado al Plan para la paz de Trump y Netanyahu. Lo urgente es parar la matanza, titulaba el editorial de EL PAÍS del 1 de octubre. Cierto, pero en todo acuerdo de paz hay que separar: lo que se dice con rotundidad (el compromiso), lo que se dice con ambigüedad (es decir, no creíble) y lo que no se dice. Por ejemplo, el ambiguo punto 19 sobre el futuro Estado palestino ya ha dejado claro Netanyahu que es papel mojado. Y, sobre las ausencias, la que más se ha notado es la de la otra parte, como todo acuerdo de paz requiere: ni Hamás, a la que se derrota, ni la Autoridad Palestina, a la que se le da largas. Pero hay otra ausencia que es casi tan importante.
Que lo personal es político es un viejo lema feminista que la gente repite mucho pero mal. No significa que nuestra vida privada o nuestro cuerpo constituyan una forma de activismo político. Ser trans o ser homosexual puede parecer un acto de resistencia en aquellos lugares donde se enfrenta a la discriminación o la violencia, pero nadie elige serlo por razones ideológicas o políticas. Es una identidad. Lo personal es político quiere decir que las experiencias que a veces vivimos como faltas personales, como la incapacidad para ascender por encima de determinado puesto, o recibir el sueldo y el reconocimiento que merecemos, pueden ser consecuencias de una condición de clase. “Lo que pasa en la casa, en la cama o en el cuerpo no es neutro, sino que está moldeado por el poder, las normas y la cultura”, decía Carol Hanisch en su ensayo de 1969. Ponte traje de chaqueta, córtate el pelo y fuma puros con los pies sobre la mesa, pero te pasa lo mismo que a Ray Liotta en Goodfellas: si no eres italiano, no puedes ser uno de los nuestros. Yo no había entendido lo que significa poner el cuerpo hasta hoy.
Es posible que Platón tuviera razón. De lo contrario, resulta difícil comprender de dónde proviene la angustia que nos invade cada vez que contemplamos el mundo. A menos que mantengamos los ojos cerrados o que el umbral de tolerancia haya arrasado nuestra sensibilidad, tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a un dolor inexplicable. En ocasiones, ese daño ni siquiera será nuestro y la vida ejercerá un paradójico favor haciéndonos simples espectadores de la desgracia. Pero esa agonía y ese desgarro también nos pertenecen. O deberían pertenecernos.
El PP propone un visado por puntos, Vox plantea expulsiones masivas, el PSOE promete un plan de integración y sus socios más a la izquierda defienden una regularización. En los últimos tiempos, la ultraderecha lidera el debate y el resto reacciona: los populares intentan no mostrarse blandos, los socialistas contraatacan con la contribución de los extranjeros y el resto de partidos a su izquierda subrayan el enfoque humanitario. Todos tienen propuestas —del cierre de los centros de internamiento a las expulsiones masivas— pero, ¿son aplicables? Más allá de las promesas aisladas, ¿cuál es el modelo que proponen?
La sal y el viento que gobiernan a su antojo la bahía de Cádiz son capaces de hacer que un trozo de acero al desnudo pierda un milímetro cada dos años, hasta quedar inservible al cabo de una década. El entorno, por muy idílico que parezca, está catalogado como nivel CX, el más extremo en la categoría internacional de exposición a la corrosión que manejan los ingenieros. Es un factor de peso para que un cerebro digital, alimentado con miles de datos de 525 sensores, monitorice las 24 horas del día el puente Constitución de 1812 desde que se inauguró hace ahora una década. Los miles de coches y camiones que cruzan cada día la infraestructura más larga de España, junto a los barcos y plataformas petrolíferas que surcan el mar bajo el que también es el tercer viaducto más alto del mundo, tampoco son razones baladíes para bajar la guardia.
Cosas del destino, Nach (Albacete, 51 años) cumple años el día de esta entrevista, el pasado 1 de octubre. Y tiene mucho que celebrar. Porque coincide con el lanzamiento de su álbum, tras una época alejado de todo (y de todos). Ahora vuelve el Nach de siempre. El de la poesía emocional. Uno los mejores de la historia del rap en español, según la revista Rolling Stone. Pero también un Nach renovado. “He trabajado para sentirme bien física y mentalmente. Antes fumaba mucho, llegué a pesar 104 kilos... Ahora como sano, cuido el diálogo interno con mi cabeza y si me fumo un cigarro me da taquicardia”, dice mientras se saca del bolsillo un dispositivo de tabaco calentado. ¡Pillado! “Vale, sigo fumando, pero esto no cuenta”, admite con una sonrisa, pocos días antes de empezar una de las giras más emocionante de su carrera.
El pequeño dragón azul (Glaucus atlanticus), admirado por su colorido y temido por su toxicidad, ha llegado este septiembre por primera vez (que se sepa) a la costa catalana. Los tres ejemplares hallados en la arena de calas de Tamarit (Tarragonès), fueron recogidos por los Agentes Rurales y trasladados al Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (UB), donde se estudiarán. Su presencia permitirá a los investigadores ampliar el conocimiento sobre esta desconocida especie. Además, gracias a la colaboración con investigadores del Instituto Senckenberg de Frankfurt (Alemania), han empezado a trabajar para secuenciar el genoma de esta babosa marina “para que con tiempo y rigor puedan construirse aplicaciones biotecnológicas reales y se puedan usar sus toxinas en fármacos, como se está haciendo con otras especies marinas en tumores cancerígenos”, detalla Juan Moles, profesor y doctor en biología de la UB.
Igual son los torreones o sus paredes casi color salmón a la luz del atardecer. Quizás el contraste con el azul cobalto de su tejado. O una mezcla de todo lo que le da a los Castillos de Valderas, en Alcorcón, un aire más de palacio de cuento que de residencia centenaria de un noble. Pero fue un marqués el que mandó construirlos hace ya más de 100 años. Recibieron la visita de Alfonso XIII, sirvieron de cuartel militar durante la Guerra Civil. Han sido también emisora de radio, colegio de monjas y hasta oficina de venta de pisos. Ahora, ya salvados del abandono que casi acaba con ellos, son la pintoresca sede del Museo de Arte contemporáneo de Vidrio de Alcorcón (MAVA).
El Parlament de Cataluña decidió suspender el pleno del pasado jueves como reacción de solidaridad y apoyo a los integrantes de la flotilla propalestina que, unas horas antes, habían sido detenidos por las fuerzas armadas de Israel. En el grupo de arrestados constaban una veintena de catalanes, entre ellos un concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, la exalcaldesa Ada Colau y una diputada de la CUP. Junts, que ostenta la presidencia del Parlament con Josep Rull, se posicionó en contra de suspender la sesión, junto con el PP y las formaciones de ultraderecha Vox y Aliança Catalana. “No se ha detenido ningún pleno por la guerra entre Israel y Palestina ni por los miles de muertos y ahora se quiere detener por la interceptación de la flotilla”, criticó la portavoz de Junts, Mònica Sales. La salvaje represión del Gobierno de Benjamin Netanyahu sobre la población de Gaza ha aflorado una contestación social que ha arrastrado, también, a los partidos políticos y ha puesto a Junts per Catalunya ante la necesidad de hacer equilibrios para no quedar señalado, pero sin erosionar su acostumbrada buena relación con Israel.
El president Salvador Illa se someterá este martes a su segundo debate de política general en el Parlament desde que asumió el cargo. Su propósito es exhibir su obra de gobierno y la estabilidad de la Cataluña del posprocés. Con los segundos presupuestos de la legislatura en el aire y el modelo de financiación en el limbo, Illa se enfrentará a la más que probable censura de toda la oposición. Tampoco lo tendrá fácil con Esquerra y comunes, sus socios del bloque de investidura. Los dos grupos han alertado de que no negociarán las cuentas hasta que el Govern cumpla sus compromisos en financiación y en materia de vivienda, respectivamente. La sesión examinará el grado de confianza entre el Ejecutivo y ERC, su principal aliado y sobre el que descansa la legislatura.
El entorno rural que retrata Pilar Fraile (Salamanca, 50 años) en su última novela, Las leyes de la caza (Candaya), no es un lugar amable ni tranquilizador. Los dos primeros párrafos marcan el tono de libro: “Oliver ha desaparecido, mi hijo ha desaparecido’. La lluvia arrecia y los chubasqueros empiezan a calar mientras ella se repite: ‘Oliver está ahí fuera, solo’, pero sigue sin poder creer lo que está sucediendo”. La búsqueda de ese niño en un espacio agreste articula la trama de una novela que refleja muchos temores ancestrales del campo —la presencia de lobos, la oscuridad de los bosques—; pero que también relata el choque entre aquellos que viven en esos espacios y los que buscan en ellos un refugio impostado, como los integrantes de una secta new age de la que forma parte la madre del menor perdido.
Los pinos de la sierra de Guadarrama anhelan la lluvia. El cielo permanece despejado y el sol se eleva con fuerza en esta mañana de septiembre que bien merecería un diluvio. “Estuvimos muy preocupados por los incendios del verano”, recuerda Milo Fitzpatrick (Southampton, el Reino Unido, 40 años) cuando la pinocha que cubre el sendero cruje bajo sus pies. El músico asciende este escarpado paraje madrileño con el contrabajo a la espalda hasta llegar a un claro. Allí desenfunda el instrumento, llena de aire sus pulmones y entorna los ojos. Sus dedos comienzan entonces a percutir las cuerdas y a recorrer el mástil, que destaca entre los troncos de los árboles, cuyas copas mece el aire seco. Suenan los primeros acordes de Els, una composición incluida en su segundo trabajo en solitario, Sierra Tracks, concebido en este entorno al que ahora llama hogar.
A mediados de la década de los setenta, la crisis del petróleo puso en peligro el paraíso turístico en que se había convertido Magaluf (Mallorca). Así empezó la guerra de precios que desembocó en la experiencia low-cost. Una frase de Harry Goodman, líder de los turoperadores británicos, se hizo célebre: “Todo el mundo debe poder viajar a Magaluf con una libra en el bolsillo”. Paseando por las cuatro calles de su núcleo turístico parece que aún sobreviva algo de aquella promesa de opulencia para la clase trabajadora. Pero los turistas que apuran la temporada veraniega en octubre, tomando caipiriñas baratas en un bar llamado Tipsy Turtle, son perfectamente conscientes de la mentira, y no pasa nada por alargarla un poco más.
Golpe de luzRita Bullwinkel Traducción de Ce Santiago Sexto Piso, 2025 196 páginas. 20,50 eurosCop de llumRita Bullwinkel Traducció de Ferran Ràfols Gesa Segona Perifèria, 2025 232 pàgines. 20,50 euros