ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Una ola de descontento, rebeldía y frustración ha sacudido la aparente estabilidad de Marruecos. Desde hace más de una semana, ciudades como Rabat, Casablanca, Tetuán o Tánger son el escenario de protestas callejeras de jóvenes. Las manifestaciones pacíficas derivaron durante varias noches en actos violentos. Tres jóvenes han muerto. Las protestas están lideradas por el colectivo GenZ 212. Este grupo, que toma su nombre de la llamada generación Z y del prefijo telefónico marroquí, ha puesto voz a una juventud que ha dicho “basta” a un modelo económico que le condena a la exclusión social. El 55% de los menores marroquíes de 30 años quieren emigrar.
Los insultos sólo hacen verdadero daño cuando el enemigo tiene razón. Vamos a pensarlo. Como las ambiciones económicas cultivan el descrédito de la política para tener las manos libres en sus negocios, conviene que la conciencia política reflexione sobre las dinámicas que procuran infectar su prestigio. Una muy peligrosa es el sectarismo. Resulta peligroso en la teoría y muy dañino en la práctica, hasta el punto de convertirse en un arma de degeneración individual. Creerse en posesión de la verdad y considerar que el otro es un enemigo hace inviable el respeto a las diferencias que caracteriza las relaciones sociales. Más que convivir, se trata de habitar el infierno con el insulto en la boca.
Ya tengo pensado el caprichito que incluiré en mi próxima carta a los Reyes Magos. Voy a pedir una granja de bots. Son monísimas, fáciles de manejar y puedes llevarlas a todas partes como el maletín de la señorita Pepis, la otra fantasía navideña de las niñas de mi generación. Para alimentar la apetencia por este nuevo objeto de culto, conviene primero desterrar la imagen que teníamos de estas máquinas de generar actividad falsa en las redes sociales. Durante años creímos que las granjas de bots y de trolls se escondían en oscuras oficinas. Como las de aquel edificio de San Petersburgo que en 2016 se hizo famoso en todo el mundo porque, según la prensa occidental, fue allí donde Putin montó un chiringuito de desinformación con el que interferir en la campaña electoral americana que acabó con la victoria de Trump. Decenas de chavales se sacaron un dinerillo publicando lo que se les ordenaba en un perfecto inglés estadounidense y siempre desde cuentas de X o grupos de Facebook inventados para la ocasión.
En 1984, la historiadora Barbara W. Tuchman publicó The March of Folly, traducido por Fondo de Cultura Económica como Marcha de la locura. Estudiaba casos de dirigentes políticos y religiosos que tomaban decisiones catastróficas, incluso a pesar de que eran contrarias a sus intereses, ignorando la lógica y hasta la información disponible. Tuchman iba desde relatos míticos, como el del caballo de Troya, hasta épicas meteduras de pata entonces frescas, como la implicación de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, donde se repitieron los mismos errores que Washington había denunciado cuando el país era una colonia francesa.
El PSOE recorta distancias con el PP, primera fuerza en las últimas elecciones generales, celebradas en julio de 2023. El barómetro del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER muestra una subida en estimación de voto para los socialistas de casi dos puntos respecto al mes anterior, lo que sitúa al partido de Pedro Sánchez a solo 1,1 puntos (29,4%) de la formación liderada por Alberto Núñez Feijóo (30,5%). Es la diferencia más baja desde los comicios. Por bloques, sin embargo, la derecha y la extrema derecha mantienen una amplia ventaja sobre la izquierda.
La ciudadanía española parece mucho menos dividida que los partidos políticos respecto a la guerra de Gaza, según la encuesta específica realizada por el instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER. La mayoría de la población (56,7%) la describe como un “genocidio” y menos de un 11% considera que se trata de una “respuesta militar legítima” tras los atentados de Hamás que acabaron con la vida de casi 1.200 personas el 7 de octubre de 2023. También son mayoritarios los partidarios de la solución de los dos Estados (57,5%), del ofrecimiento de ayuda humanitaria (77,2%), del despliegue de tropas de paz (66,7%), de la imposición de sanciones (65,2%) y del embargo de armas a Israel (58,7%). La llamada flotilla de la libertad,y las propuestas para que España no participe en Eurovisión o en competiciones deportivas si también lo hace Israel cuentan con más apoyos —aunque por debajo de las medidas anteriores— que oposición.
Contando con la situación militar sobre el terreno y situados en el marco político definido por la propuesta de Trump para Gaza, claramente sesgada a favor de Israel, ¿cabía esperar algo distinto a su aparente aceptación por parte de Hamás?
Si alguno de ustedes sigue habitualmente el programa La Noche en 24 horas sabrá que todas las semanas le dedicamos un amplio espacio a la historia de nuestro país. Creo que se me puede definir en ese sentido como un friki. Desde niño he devorado libros de historia, la única asignatura que nunca he dejado para septiembre, algo que en mi muy discreto currículum académico es sin duda meritorio.
La farmacéutica estadounidense Bristol Myers Squibb (BMS) lanzó el pasado día 22 un anuncio sin precedentes en el complejo, pero hasta ahora previsible, mercado mundial de los medicamentos. La compañía comunicó que venderá en el Reino Unido una nueva terapia para la esquizofrenia, Cobenfy, al mismo precio que en Estados Unidos (unos 1.600 euros mensuales). La noticia no solo rompe una práctica vigente en el sector desde hace décadas —los precios son mucho más altos en EE UU, donde las compañias tienen libertad total para fijarlos—, sino que incluye un aviso para las autoridades británicas si no acceden a pagar más. “Estamos preparados para tomar la difícil decisión de retirarnos si no se reconoce mejor el valor que el tratamiento aporta a los pacientes”, responde un portavoz de BMS.
Hace un año Gisèle Pelicot se enfrentaba por primera vez en un tribunal a 50 hombres desconocidos acusados de haberla violado mientras estaba inconsciente, drogada por su marido, Dominique Pelicot, que los reclutaba a través de una web y también participaba en los actos. El 19 de diciembre, en una sentencia histórica en Francia, los 51 fueron condenados a penas de entre tres y 20 años por haberla violado o agredido sexualmente. Gisèle Pelicot, que durante el proceso se convirtió en un icono mundial, vuelve este lunes a un tribunal para enfrentarse esta vez a un único acusado, que recurrió el fallo.
El encuentro es un viernes en horario laborable en uno de los nuevos hotelazos de superlujo de Madrid, el Mandarin Oriental Ritz. Los interesados comienzan a entrar a las 10.00 en una sala con alfombra gruesa y paredes cubiertas de madera: un chico bangladesí con una camiseta del Real Madrid, un joven español que trabaja para un fondo de inversión pero también hace sus compras personales o una rusa con tacones afincada en la capital española que llama a Dubái “su segunda casa”. Suena música techno y se sirven café y pastelitos. Se forman corros en los que pronto queda claro que Madrid se le ha quedado pequeño a estos inversores. Se habla de que Polonia es un buen sitio para comprar porque “va como un tiro”, pero al poco se acercan los "brokers" (agentes inmobiliarios) para poner orden en esta partida de Monopoly. Aquí toca hablar de Dubái.
En España existen ocho delfinarios ―es el país de Europa con más instalaciones, seguido de Italia con tres― en los que se exhiben 75 delfines mulares, cuatro orcas y cuatro belugas. Una investigación de la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA) realizada entre 2023 y 2025 concluye que las condiciones en las que viven no garantizan su bienestar. Los cetáceos participan en espectáculos multitudinarios en los que saludan con las aletas, realizan piruetas, levantan a los entrenadores o bailan con ellos y son obligados a salir del agua y colocarse en el suelo. En seis de los delfinarios, los espectadores pueden, incluso, interactuar con ellos llegándolos a tocar.
Europa sufrió, entre 1337 y 1453, un devastador enfrentamiento bélico conocido como la Guerra de los Cien Años. Todos contra todos y sin excepción. La península ibérica no fue ajena a esta lucha sin cuartel entre los ejércitos franceses e ingleses. Los hermanastros Pedro I el Cruel (1334-1369) y Enrique II de Trastámara (1334-1379) reprodujeron esos enfrentamientos en Castilla.
Nadie avisó a unas 2.000 pacientes andaluzas que se han realizado mamografías en los últimos tres años de que sus resultados eran dudosos y harían falta nuevas pruebas para descartar una lesión tumoral. Ese retraso en los diagnósticos, que la Junta de Andalucía conocía al menos desde comienzos de 2024 y nadie corrigió, ha supuesto que algunas de las afectadas —la cifra no se ha concretado— tuvieran que recibir quimioterapia o radioterapia al avanzar la enfermedad, e incluso someterse a una mastectomía. Alguna ha fallecido, según los testimonios recabados. Una cascada de declaraciones de víctimas y la actuación de la asociación andaluza de mujeres con cáncer de mama (Amama) han sacado a la luz un caso del que aún hay numerosos datos imprecisos, pero que revela una negligencia inadmisible en la sanidad pública que ha puesto en riesgo vidas.
En el infierno en que se ha convertido Gaza no caben discusiones partidistas o semánticas (aunque no veo mejor descripción que genocidio) y, como ya se ha señalado en estas páginas, esto explica el inmediato soporte generalizado al Plan para la paz de Trump y Netanyahu. Lo urgente es parar la matanza, titulaba el editorial de EL PAÍS del 1 de octubre. Cierto, pero en todo acuerdo de paz hay que separar: lo que se dice con rotundidad (el compromiso), lo que se dice con ambigüedad (es decir, no creíble) y lo que no se dice. Por ejemplo, el ambiguo punto 19 sobre el futuro Estado palestino ya ha dejado claro Netanyahu que es papel mojado. Y, sobre las ausencias, la que más se ha notado es la de la otra parte, como todo acuerdo de paz requiere: ni Hamás, a la que se derrota, ni la Autoridad Palestina, a la que se le da largas. Pero hay otra ausencia que es casi tan importante.
Que lo personal es político es un viejo lema feminista que la gente repite mucho pero mal. No significa que nuestra vida privada o nuestro cuerpo constituyan una forma de activismo político. Ser trans o ser homosexual puede parecer un acto de resistencia en aquellos lugares donde se enfrenta a la discriminación o la violencia, pero nadie elige serlo por razones ideológicas o políticas. Es una identidad. Lo personal es político quiere decir que las experiencias que a veces vivimos como faltas personales, como la incapacidad para ascender por encima de determinado puesto, o recibir el sueldo y el reconocimiento que merecemos, pueden ser consecuencias de una condición de clase. “Lo que pasa en la casa, en la cama o en el cuerpo no es neutro, sino que está moldeado por el poder, las normas y la cultura”, decía Carol Hanisch en su ensayo de 1969. Ponte traje de chaqueta, córtate el pelo y fuma puros con los pies sobre la mesa, pero te pasa lo mismo que a Ray Liotta en Goodfellas: si no eres italiano, no puedes ser uno de los nuestros. Yo no había entendido lo que significa poner el cuerpo hasta hoy.
Es posible que Platón tuviera razón. De lo contrario, resulta difícil comprender de dónde proviene la angustia que nos invade cada vez que contemplamos el mundo. A menos que mantengamos los ojos cerrados o que el umbral de tolerancia haya arrasado nuestra sensibilidad, tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a un dolor inexplicable. En ocasiones, ese daño ni siquiera será nuestro y la vida ejercerá un paradójico favor haciéndonos simples espectadores de la desgracia. Pero esa agonía y ese desgarro también nos pertenecen. O deberían pertenecernos.