ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El sistema público de salud es, junto al educativo, uno de los pilares fundamentales del Estado del bienestar. Su importancia como elemento clave en lucha por la equidad social deriva de su eficacia y de la demostrada capacidad de sus profesionales, pero también de su transparencia y de cómo responda a las preocupaciones de los ciudadanos. En lo que respecta a estos dos últimos factores, España sigue teniendo en las listas de espera uno de sus principales fallos de gestión. Pese a que no son ni el único baremo de cómo funciona un sistema sanitario ni la imagen que arrojan resulta siempre fidedigna, siguen siendo uno de los mejores termómetros de la actuación de los poderes públicos y una de las cuestiones que causa mayor malestar social si la demora resulta desmesurada. Muestra palpable de esos fallos es que cinco autonomías (Andalucía, Comunidad Valenciana, Baleares y Aragón, todas gobernadas por el PP, y Navarra, con Ejecutivo socialista) oculten las listas de espera de las pruebas diagnósticas pese a que un decreto de 2003 obliga a publicar dicha estadística.
“El mundo en el que crecimos ya no existe”. Esta frase es el pie de foto perfecto para cualquier imagen de los devastadores incendios de este verano. Otra catástrofe anunciada que vuelve a traducir a experiencia traumática un mensaje que la ciencia lleva décadas advirtiendo: por sus condiciones geográficas, España es el país europeo más vulnerable al cambio climático. Si a esto se le suman malas decisiones políticas, como el abandono forestal acumulado, la infradotación de servicios públicos o la incompetencia de gobiernos en manos de retardistas, el resultado es agosto de 2025.
Pedro Sánchez quiere ganar las elecciones de 2027. No es tan descabellado pensar que eso pudiera ocurrir, viendo el estancamiento del Partido Popular en varias encuestas. La actualidad judicial se recrudece, pero aún queda mucho tiempo por delante. El Gobierno ha llegado a la conclusión de que su mayor baza en lo que queda de legislatura no será aprobar unos presupuestos ni exhibir músculo de gestión, sino lanzarse a la batalla cultural, a izquierda y derecha. De eso han ido las últimas semanas. La Moncloa ha sacado del cajón la propuesta de Sumar sobre incluir el derecho al aborto en la Constitución, tras los últimos envites de Vox. Sin embargo, cabe sospechar que el objetivo del Gobierno no pasa tanto por blindar ese derecho como por arrinconar a un PP timorato ante el auge de la ultraderecha. Si la reforma se llevara a cabo mediante el procedimiento que publicó EL PAÍS, el derecho a la interrupción del embarazo podría quedar incluso menos protegido que ahora. Así lo explican catedráticos de Derecho Constitucional como Miguel Presno Linera. Al incluirlo en el artículo 43 de la Carta Magna —en lugar del artículo 15, para evitar la reforma agravada del texto constitucional, que implicaría convocar elecciones y celebrar un referéndum—, el aborto podría perder su actual estatus de derecho fundamental. Se podría regular —a la baja— por ley, y quizás no podría ser protegido por el Tribunal Constitucional. Sánchez ha encontrado así un filón para dejar fuera de juego a Alberto Núñez Feijóo, aunque sea a costa de alimentar a la derecha más desacomplejada. Isabel Díaz Ayuso ya ha entrado en la polémica.
Una de las frases que, después del franquismo, quedaron en la conciencia de los españoles, es que lleves cuidado con lo que dices o haces, porque un día podrían ir a por ti. La frase se escucha todavía recurrentemente, cincuenta años después, y responde a un modo netamente mafioso de entender el ejercicio del poder imponiendo una especie de omertà, es decir, de silencio forzosamente cómplice, ante los abusos y atropellos. No es algo, ni mucho menos, que haya pasado solamente en España —acuérdense del pobre Émile Zola en Francia—, pero sí que es un comentario que se escucha con frecuencia en España, y no realmente en el resto de países europeos.
En un episodio de Padre de familia, los hermanos Jake y Maggie Gyllenhaal discuten sobre quién es peor actor de los dos. En estas entra el padre y dice, con tono conciliador: “Niños, niños… Los dos sois de pena”. El chiste es injusto con los Gyllenhaal, pero ayuda a ilustrar el sentir de muchos con la opa del BBVA al Sabadell, accionistas incluidos, y con el intercambio de anuncios y declaraciones. Da igual quien gane, por mucho que le pueda costar al BBVA 17.000 millones de euros, lo importante es que al menos dejen de discutir.
El Gobierno está en el lado correcto de la historia y el lado correcto de la historia es en el que está el Gobierno. Es un lugar concurrido. En septiembre Abascal declaró que Vox estaba en el lado bueno de la historia y la lista que se puede hacer es casi infinita. Cualquiera diría que la historia no tiene un lado malo, lo que me hace pensar en el fotógrafo de un pueblo de Teruel que decía hace casi un siglo: “Póngase de perfil, que le voy a sacar dos orejas como dos abadejos”.
No fue casual que Julio César pusiera la mirada en la ciudad romana de Obulco para preparar la contienda contra los hijos de Pompeyo. La batalla de Munda, que puso fin a las guerras civiles y a la época de la República para dar paso al Imperio, se fraguó desde Obulco, que llegó a ser la ciudad romana más extensa de Hispania, con 100 hectáreas amuralladas.
Hay un cuento de los hermanos Grimm de nombre enrevesado, Rumpelstiltskin, que narra cómo una joven promete entregar su primogénito a una especie de duende cruel a cambio de que este le otorgue la habilidad de hilar paja para convertirla en oro. Cuando el hombrecillo va a cobrar la deuda, ella pide clemencia y él le ofrece una salida: si adivina cómo se llama, estarán en paz y el niño podrá quedarse con ella. La joven lo intenta una y otra vez, repasa todos los nombres conocidos, pero no lo adivina. Hasta que un sirviente llega con un extraño mote, Rumpelstiltskin. Ella lo pronuncia, acierta y se libera de cumplir el trato. El problema se resuelve.
Cuando llegaron a La Moncloa, a los asesores de Mariano Rajoy les llamaba la atención una sala que siempre estaba cerrada. Un día, por fin, se acercaron a la puerta, oyeron a alguien, finalmente, se atrevieron a entrar.
Para Eric Wamugu (Nairobi, Kenia), director sénior de programas y del laboratorio de datos de Code for Africa, la mayor red de laboratorios de tecnología cívica y democracia del continente africano, invertir en datos es capital para “acelerar el progreso” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de cara a 2030. “Por cada dólar invertido en ecosistemas de datos en países de ingresos bajos y medios, se obtiene un retorno económico promedio de 32 dólares”, explica durante una entrevista con EL PAÍS en Vitoria, donde participa en el evento Diseñando la participación pública que deseamos en un mundo digitalizado: IA y tecnologías cívicas, organizado por Political Watch y My Society durante la Cumbre de la Alianza para el Gobierno Abierto. “Queremos un desarrollo sostenible basado en datos y evidencia”, enfatiza.
Habla a ratos en español y a ratos en un perfecto inglés aunque, a veces, se adivina un acento italiano que no han borrado ni sus numerosos trabajos en producciones extranjeras ni su eterna y tormentosa relación con la actriz Vanessa Redgrave, con la que comparte un hijo, Carlo, nacido en 1969. El actor Franco Nero (Parma, 83 años) tiene siete décadas de trabajo a sus espaldas y es una fábrica de anécdotas. Historias que narra de corrido, con gusto, sabiéndose casi el último integrante de un cine ya extinto: un pabellón de hombres ilustres como John Huston, el director que lo descubrió, o su querido Luis Buñuel.
La recuperación de la Mezquita de Córdoba afectada por el incendio que puso en jaque al monumento patrimonio de la humanidad el pasado 8 de agosto está más cerca. El Cabildo anunciaba este miércoles a las 20.30 vía X que la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico había autorizado la primera fase del plan de recuperación que afecta a las cuatro capillas que resultaron dañadas por las llamas y al vestíbulo de la Puerta de San Nicolás, que el Obispado utilizaba como almacén en el que se encontraba la barredora eléctrica que provocó el fuego.
En la casa donde nació Maria Luiza Jobim (Rio de Janeiro, 38 años), la religión era la música. A los siete años entró en un estudio para grabar con su padre, António Carlos Jobim, sumo sacerdote de la internacionalización de la bossa nova. Sin él, el mundo no cantaría ese himno a la felicidad que es Garota de Ipanema. Tras la muerte del padre, guardó la música en un cajón metafórico. Hizo su vida: estudió arquitectura y luego letras, mientras deambulaba por la electrónica con una banda que tocaba en pequeños locales ocultando su apellido, necesitada de probarse a sí misma. Así fue hasta que se convenció de que no tenía sentido seguir esquivando ni la música ni el origen y en 2019 publicó Casa Branca, donde homenajea a su padre. A punto de lanzar su tercer disco, este jueves comienza en Madrid (Recoletos Jazz) una minigira europea en la que participa el portugués António Zambujo. Están recién casados y, en su concierto en Lisboa, llevaron al escenario una química de sala de estar.
Desde la muerte del dictador Francisco Franco hasta la actualidad han transcurrido más años —en un mes se cumplirá medio siglo— que los que gobernó el militar golpista. Y, sin embargo, el cine y las series españolas han tratado poco, muy poco, la figura de Franco, y menos aún se han hecho comedias sobre él. El estreno este próximo viernes de La cena, de Manuel Gómez Pereira, basada a su vez una obra cómica de José Luis Alonso de Santos, que su autor no logró estrenar durante una década, subraya cómo el último tabú de la comedia audiovisual española se llama Francisco Franco Bahamonde.
Cuando Luis de la Fuente llegó a la Real Federación Española de Fútbol en 2013, lo hizo solo para tres meses. Le firmaron un contrato breve como seleccionador sub 19 que vencía el 30 de junio, el mismo día que terminó la mayor racha de la absoluta de Vicente del Bosque de partidos seguidos de competición sin derrota, 29. Brasil arrolló a España en la final de la Confederaciones en Maracaná (3-0) y se intuyó que se apagaba una época maravillosa. Pero en aquel día que no fue el fin de De la Fuente en la federación se puede rastrear también el comienzo del siguiente ciclo, en el que el riojano igualó el martes contra Bulgaria los 29 encuentros seguidos sin perder.
Svetislav Pesic (Pirot, Yugoslavia; 76 años) ingresa este jueves en el Salón de la Fama del baloncesto español, organizado por la Federación Española y el diario As, por la puerta grande. El veterano entrenador es una enciclopedia de la canasta. Ganó la Copa de Europa como jugador del Bosna Sarajevo en 1979 poco antes de comenzar una inesperada y larga carrera en los banquillos. En la pizarra fue oro mundial con Yugoslavia en 2002, ganador al año siguiente de la primera Euroliga del Barcelona y también ha sido seleccionador de Alemania y Serbia y técnico del Girona y el Valencia.
Hay fotógrafos que capturan; otros construyen. Julia Toro (Talca, Chile, 1933) observa, mira de cerca, y se deja sorprender. No invade. No impone. No busca la imagen perfecta: la deja aparecer.
Fear no esconde ninguna de sus cartas. Desde el título apela a una sensación ancestral, y desde la primera imagen el espectador sabe que algo terrible va a ocurrir con esa familia que empieza una nueva vida en una casa de ensueño. La pesadilla de este matrimonio con dos hijos se llama Jan, tiene una cara que perturba y vive en el sótano del edificio. Su acoso, su juego, su maldad llevarán a Martyn (Martin Compston) y Rebecca (Anjli Mohindra) hasta límites que no podrían imaginar.