ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
María Pombo, una de las influencers de estilo de vida más populares de España, con más de tres millones de seguidores solo en Instagram, tenía una estantería vacía en casa. Hace un par de días empezó a decorarla, desembalando y colocando todo tipo de objetos en ella. En los comentarios, alguien dijo que la estantería era preciosísima, pero que si estuviera llena de libros leídos “lo sería mucho más”. Pombo, con cierto mosqueo, contestó diciendo que “hay que empezar a superar que hay gente a la que no le gusta leer, y encima no sois mejores porque os guste leer”. Después, matizaba que sí disfruta de obras sobre sus intereses concretos y enseñaba algunos tomos visuales sobre fotografía o decoración y varios cuentos de sus hijos. La reacción que ha provocado en las redes ha sido sorprendentemente visceral. En un vídeo posterior, respondía a la polémica (“he notado poca comprensión para lo mucho que leéis”) y enseñaba algunos volúmenes más de su mesilla de noche. No entraré demasiado en este insólito debate sobre la moralidad de la lectura porque estoy de acuerdo con ella: ni leer, ni hacer deporte ni tener un doctorado o tres millones de seguidores o mil millones en el banco te hacen mejor que otro ser humano. Me sorprende incluso la alegría con la que se ha planteado la idea de “ser mejor que alguien”. Para que yo me crea superior, el otro ha debido hacer algo muy grave, como asesinar a alguien indefenso o comprarse un Labubu.
En el escándalo de los abusos sexuales cometidos durante décadas en el ámbito de la Iglesia católica española —y en cuyo conocimiento público ha sido fundamental la investigación realizada por EL PAÍS— el capítulo de reparación a las víctimas constituye, junto al esclarecimiento de los hechos y al castigo a los culpables, un pilar básico. Sin embargo, con los datos en la mano, resulta evidente que la jerarquía eclesial no está respondiendo como esperan los damnificados y la sociedad en su conjunto.
Simple y llanamente, la cuestión de confianza que el primer ministro François Bayrou plantea este próximo lunes en el seno de la Asamblea Nacional francesa equivale a poner su propia cabeza bajo la guillotina. Es un acto suicida de un Gobierno que, confrontado a la prueba de fuego que supone aprobar los presupuestos generales antes de fines de diciembre, ha tenido que rendirse a la evidencia: no lo conseguirá sin importantes concesiones a cambio.
Puesto que el negociador habitual del Partido Socialista con Carles Puigdemont se encuentra en prisión preventiva por corrupción, tuvo que hacer de emisario el presidente de la Generalitat. Un año antes, el prófugo había intentado boicotear la investidura del presidente con una aparición anunciada en Barcelona, tras la que logró esfumarse ante cámaras, policías y un operativo especial que no pudo enfrentarse al desafío del cambio de una “fase semafórica”. Esta reunión, por tanto, es un paso más hacia la normalidad y quién podría dudarlo.
El cacao espacial, de Mortadelo y Filemón (1985), comienza con una asamblea de la ONU a la que el líder soviético se dirige “con paso firme y seguro”. El texto contrasta con la imagen del político, medio mareado y al que un asistente mueve las piernas con ayuda de un par de palos. En la viñeta siguiente aparece ya en un ataúd, en referencia a las muertes de Leónidas Brezhnev (1982), Yuri Andropov (1984) y Konstantin Chernenko (1985). Pero nada más lejos de Ibáñez que ser un esbirro a sueldo de la CIA: en la página siguiente Ronald Reagan aparece colgado de un gancho mientras un señor le da cuerda y una señora (hace 40 años de esto) lo plancha, asegura, por novena vez.
La duda es la grieta que permite poner las cosas bajo interrogación, preguntarnos por las razones, conocer más y mejor. El paso que permite pasar de la afirmación “yo soy” a “yo creo” requiere de algo tan esencial como la duda. La duda siempre está cuando el propósito que nos mueve es saber más de un asunto, comprenderlo. No sorprende que el vestido de la creciente ola de extrema derecha sea justamente lo opuesto a la duda. La arrogancia con que muchos afirman y sentencian hoy parece propia de quien no se hace preguntas, porque asume directamente las respuestas que otros le lanzan, como herramientas o como armas.
Hasta la fecha, El Salvador era un destino casi ignorado por el turismo más convencional. El más pequeño de los países centroamericanos, con apenas 21.041 kilómetros cuadrados (un poco menos que la provincia de Badajoz o que la Comunidad Valenciana), ha empezado a despuntar en los últimos años como alternativa a otros rincones más saturados. Con una interesante cultura prehispánica y una naturaleza volcánica tan impresionante como la de sus famosos destinos vecinos (Guatemala, Costa Rica...), El Salvador permanecía en la sombra hasta que llegaron las primeras celebrities de todo el mundo en busca de un rincón discreto para pasar sus vacaciones y de buenas olas para surfear.
El terremoto que sacudió la provincia afgana de Kunar el pasado 31 de agosto, muy cerca de la frontera con Pakistán, dejó más de 1.400 muertos y unos 3.500 heridos en una de las regiones más aisladas de Afganistán. Las labores de rescate continúan, por lo que la cifra de víctimas podría aumentar, al tiempo que se siguen produciendo réplicas de gran magnitud. Entre aldeas reducidas a escombros y caminos bloqueados por desprendimientos, las primeras en llegar han sido organizaciones locales. Vision Development, fundada y dirigida por la joven afgana Madina Mahboobi (Kabul, 30 años) es una de ellas. Con un equipo de 450 personas —muchas de ellas mujeres de las propias comunidades rurales—, la ONG intenta salvar vidas en un contexto marcado por la falta de recursos, la reducción de la ayuda internacional y las restricciones impuestas por los talibanes. “Más allá de todos los desafíos y barreras que encontramos, seguimos operando sobre el terreno”, afirma en una entrevista telefónica la cooperante, que también es miembro del equipo de Naciones Unidas en Afganistán.
La histórica sicav Torrenova de Inversiones, de la saga de banqueros de la familia March, está de capa caída. Su rendimiento medio anual en la última década ha sido del 1,47%, un nivel insuficiente para cumplir con su mandato: la preservación del capital. El aumento del coste de la vida en este periodo ha sido en España del 2,4%, de media anual, según el INE. Quien invirtiera en 2015 un dinero a través de Torrenova tendría hoy menor poder adquisitivo con ese capital del que tenía al principio.
El viaje al infierno de Dante Alighieri, en la Divina comedia, termina cuando al fin vuelve a ver las estrellas. En la última película de Julian Schnabel también aparecen unas cuantas. Y, de alguna manera, ayudaron al director a dejar atrás su propio abismo. He aquí el homenaje más involuntario del filme al poeta italiano, centro neurálgico del proyecto, titulado In the Hand of Dante. El largo se pasó años sepultado bajo todo tipo de imprevisto y bien pudo haberse quedado para siempre en algún círculo demoniaco. Vio la luz, sin embargo, este miércoles, en el festival de Venecia, fuera de concurso. Y desplegó en la pantalla a sus múltiples astros: Oscar Isaac, John Malkovich, Al Pacino, Gal Gadot, Martin Scorsese, Jason Momoa o Gerard Butler. Algunos ya lo definieron como un filme de culto, antes incluso del estreno. Tras la proyección cabe ponerlo en seria duda. El paraíso se le queda muy lejos. Al menos, eso sí, ha salido del purgatorio.
Las citas de clásicos que Emilio del Río salpica en la conversación son tan apabullantes que no caben en esta entrevista, pero sí en sus libros y en los cursos de oratoria como el que acaba de impartir en la UIMP en Santander, donde le pillamos entre clase y clase. Nacido en Logroño en 1963, este doctor en Filología Clásica, profesor en la Complutense y director de Bibliotecas Públicas del Ayuntamiento de Madrid lamenta el simplismo del discurso político actual.
Gallegos de Arganán (Salamanca, 260 habitantes) es una población sin rastro documental de su memoria. Se quemó en diversas guerras y desastres que redujeron sus archivos a cenizas. Pero el proyecto de instalación de una planta solar, en un terreno yermo de 60.000 metros cuadrados, a poco más de un kilómetro de su centro urbano, puede ayudar a recuperar su pasado. Un total de 320 objetos arqueológicos (monedas, botones, proyectiles esféricos, hebillas, terminales correa, restos de armas...) han sido localizados por los expertos de la empresa Vacceo Integral de Patrimonio cuando llevaban a cabo una prospección electromagnética. Los materiales localizados abarcan un periodo que se inicia en el 2000 a. C, atraviesa el dominio romano, cruza la Edad Media, y concluye en el reinado de Juan Carlos I.
El actor Roger Casamajor (Sant Julià de Lòria, Andorra, 48 años) vive desde hace años en un pueblo de 600 habitantes en el Alto Penedés, un escenario aparentemente muy similar, al menos en dimensiones, al pueblo de la montaña navarra donde se desarrolla La Caza. Irati, la serie que se estrena este jueves en Movistar Plus+, donde Casamajor interpreta un personaje importante. Pero, aclara, ahí acaban las coincidencias entre ambas localidades. “No hombre no, aquí no matamos a nadie”, estalla a reír.
Se ha hecho habitual ver en los medios de comunicación que el nuevo talento musical venga siempre de las orillas de la música urbana o de todo un pop que epata con las nuevas tendencias amparadas por la electrónica. Por eso, quizá sea conveniente destacar cuando el talento, el auténtico, ese que tanto cuesta tener y reconocer, viene de propuestas ancladas en el rock de toda la vida o, al menos, en el tradicional mundo de los compositores de canciones con guitarra.
¿Quiénes somos cuando amamos? ¿Esa versión de nosotros que se ríe de ciertos chistes, que acepta silencios sin pedir explicaciones, que repite una y otra vez el mismo ritual antes de dormir? ¿Eso es lo que somos o se trata de una versión escenificada de lo que creemos que se espera de nosotros? Ese “yo” que escucha, que aguanta, que cuida, ¿nos representa realmente? ¿O simplemente estamos ante la versión pulida y presentable, que se esfuerza por gustar o que repite gestos aprendidos?
Qué duro es afrontar la incertidumbre. Constantemente analizamos su magnitud, y aunque la percibimos como omnipresente, no siempre es fácil identificarla. Cuando nuestras suposiciones sobre el orden mundial se ven perturbadas es imposible proyectarse en el futuro. Muchas veces se manifiesta con crisis expresadas como derrumbe de ideales, violencia o angustiosos enunciados como: no puedo imaginarlo, no sé dónde estoy… Otras veces se vive como una saturación de noticias imposibles de procesar. Tal incertidumbre reduce a la persona a estados de confusión e impotencia, incapaz de activar su potencial creativo. Entonces, en medio de todo esto, ¿cómo encontrar una manera de vivir y volver a nosotros mismos sin dejarnos llevar?
El tema de los deberes escolares genera opiniones encontradas entre la comunidad educativa. Mientras que algunas personas los consideran una carga innecesaria de trabajo que invade el tiempo familiar, de juego y de descanso del niño, otras los defienden como una estrategia para fomentar su responsabilidad y consolidar aprendizajes trabajados en el aula. Pero utilizados con criterio y en su justa medida, los deberes pueden convertirse en una oportunidad valiosa para crear buenos hábitos de estudio, desarrollar la autonomía y crear vínculos con el proceso educativo. La clave está en saber muy bien por qué se ponen, cómo y el tiempo que va a llevar al alumno realizarlos. Cuando son claros, significativos y están adaptados a la etapa y necesidades educativas del estudiante dejan de ser una carga y se transforman en una herramienta que refuerza lo aprendido en clase y fortalece el sentido de responsabilidad personal.