ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
El escándalo por los falsos títulos de los políticos es un trampantojo. Es sabido que en política demasiado a menudo se asciende por hacer la pelota, callar debidamente o tener un núcleo leal. Maquillar el currículum quizás solo les sirva a algunos para aliviarse ese sonrojo. Lo que debería soliviantarnos, en realidad, es cómo se está degradando el hecho de tener a académicos, altos funcionarios o profesionales de prestigio en las instituciones, si los partidos cada vez premian más a quienes repiten sus relatos prefabricados sin pestañear.
Donde antes había un bar con mantel de hule y olor a vino peleón, ahora hay alojamientos rurales con nombres en inglés y cortinas de lino. Donde había abuelos jugando al dominó y vecinas tomando el fresco, hoy hay silencio, códigos QR y café de cápsula. Es la España vaciada. Así la llaman, como si se hubiese vaciado sola. Como si la gente hiciera las maletas por capricho, y no por una decisión política sostenida: desmontar lo común para que el mercado lo ocupe todo. Allí ya no sobrevive quien quiere, sino quien puede convertir su casa en decorado. Confiamos en el progreso y este dejó a medio país convertido en pueblos fantasmas, llenó barrios enteros de Airbnb, y transformó nuestras decisiones más íntimas —tener hijos, quedarnos, volver— en lujos de clase. En el camino vendimos el pan recién hecho, la siesta larga, la puerta abierta. Lugares en los que lo cotidiano y lo compartido daban espesor a la vida. Quizá no baste mirar al futuro con esperanza sino empezar a hacerlo también con memoria si queremos conservar el lugar desde el que imaginarlo.
Este episodio forma parte de una selección para el verano de EL PAÍS Audio.
A los cinco años, Alba S. Torremocha (Salamanca, 32 años) ya tenía un violín entre las manos. A los siete, lo tocaba en el Conservatorio Profesional de Música de su ciudad. Pero lo que verdaderamente le fascinaba era entender lo que salía de sus entrañas. “Me interesaba más el contrapunto y la armonía que tirarme cuatro o cinco horas tocando el violín todos los días”, recuerda. Estudió el bachillerato de Ciencias Tecnológicas, un “trato” para no molestar a sus padres, pero al mismo tiempo empezó a alternar el arco con la batuta. Entró en el Musikene —el Centro Superior de Música del País Vasco— para estudiar composición y con solo 20 años decidió trasladarse a Estados Unidos para especializarse en la composición de música para cine en la New York University (NYU).
Hay un director casi desconocido en España practicando un cine que (casi) nadie hace. Un cine de género, sin mayores pretensiones sociales (aunque subyazcan algunas esquirlas), fresco, entretenido y efervescente, cuyos referentes parecen estar lejos de este país, aunque en algún momento se pueda pensar que sus dos últimas películas hubieran encajado bien en la ola de nuevos directores de los años noventa del pasado siglo, la de los jóvenes Alejandro Amenábar y Álex de la Iglesia. Se llama Alberto Utrera y, aunque ya tiene una edad (45 años), se ha destapado con dos películas singulares y estimables. Desmontando a Lucía, del año pasado, era un neonoir en tono de comedia negra con toques de thriller. Uno equis dos, ahora, es un thriller generacional sobre la ambición y el desconsuelo, que desemboca casi en el terror, ambientado en un único escenario y con apenas cinco personajes, alrededor de un pleno al 15 en una quiniela de fútbol.
Uno equis dosDirección: Alberto Utrera.
Intérpretes: Paco León, Stéphanie Magnin, Raúl Tejón, Kimberley Tell.
Género: thriller. España, 2025.
Duración: 87 minutos.
Estreno: 8 de agosto.
Como uno de esos superhéroes con doble identidad, Freida McFadden (Nueva York, 45 años) es, durante la jornada laboral, una médica especializada en lesiones cerebrales que trabaja en Boston, Estados Unidos. Su tiempo libre seguramente lo dedique a escribir, porque fuera del hospital es una autora de novelas superventas, la escritora de moda dentro del género del thriller psicológico, que levanta pasiones y vende ejemplares por toneladas. “Vive con su familia y su gato negro en una casa de tres pisos y siglos de antigüedad frente al mar”, dice en la solapa de sus libros, y es de la poca información personal que se conoce de ella. Con sus historias llenas de intriga e inesperados giros de guion, esta mujer de gafas y flequillo, tan prolífica (más de 20 libros en 12 años), ha despachado más de 750.000 ejemplares en España (solo desde 2023) y más de 20 millones en todo el mundo. Parece pegada con superglue a la lista de los más vendidos: siempre está ahí. Y, como una superheroína, es muy celosa de su identidad secreta.
Los directores Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha (El perdón, 2020) rodaron de forma semiclandestina su nueva película, Mi postre favorito, una tierna y sombría tragicomedia que se estrenó en la última Berlinale sin la presencia de sus dos creadores, condenados en su país a 14 meses de cárcel, una multa de 14.000 dólares y cinco años de inhabilitación.
'Mi postre favorito'Dirección: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha.
Intérpretes: Lili Farhadpour, Esmaeel Mehrabi, Mohammad Heidari.
Género: tragicomedia, Irán, Suecia, Alemania, 2024.
Duración: 97 minutos.
Estreno: 8 de agosto.
En el centro de coordinación de los Mossos d’Esquadra —una sala con todos los altos mandos del cuerpo implicados en la seguridad de la investidura de Salvador Illa y el anunciado regreso de Carles Puigdemont— la huida del expresidente de la Generalitat se vivió entre gritos, estupefacción y parálisis. Con una orden de detención en vigor dictada por el Tribunal Supremo, y casi siete años de jugar al gato y el ratón, el expresidente catalán se esfumó en los morros de la policía catalana en Barcelona, el 8 de agosto de 2024. De nada sirvieron ya las operaciones jaulas [cerrar el tráfico], y las carreras por detenerlo. Un año después de aquella fuga televisada en directo, las heridas siguen abiertas, marcadas por el proceso judicial contra los tres mossos que ayudaron al expresidente a huir.
Sallent, un comisario marcado por la detención fallidaLa carrera del comisario Eduard Sallent ha quedado marcada por la detención fallida del expresidente Carles Puigdemont. Aupado en su trayectoria dentro de la policía catalana por los partidos independentistas, Sallent arremetió con dureza contra Puigdemont en rueda de prensa por su actitud en su regreso fugaz a Cataluña. “Se enemistó con todos”, analizan fuentes policiales. El comisario enseguida ordenó un informe del operativo, que se entregó al juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, con todos los detalles de lo ocurrido el 8 de agosto de 2024. Poco después, el PSC le cesó y fue nombrado jefe del área sud de Barcelona.
Sallent, además, estaba inmerso en un proceso de ascenso al máximo rango en la policía catalana: el de major. Es un galón que hasta ahora solo tiene Josep Lluís Trapero, en excedencia para ejercer de director de la policía catalana, un puesto de designación política. ERC quiso ascender a Sallent antes de dejar la consejería del Interior, pero varios sindicatos torpedearon el nombramiento, denunciando las bases de la convocatoria Un juez dictó medidas cautelares que frenaron el proceso, y Sallent fue destituido sin una resolución definitiva sobre su ascenso.
Dos sentencias han dado finalmente la razón a Sallent, tal y como avanzó la cadena Ser, y otorgado luz verde a que finalice su promoción a major. Los sindicatos han recurrido de nuevo la decisión, pero en esta ocasión no hay medidas cautelares. Fuentes policiales aseguran que es probable que en septiembre Sallent pida el galón, para el que fue elegido por el anterior director general, Pere Ferrer. La decisión última recae el Departamento de Interior, pero depende de un informe de idoneidad del actual director, Trapero, con el que históricamente ha estado enfrentado.
“Señor presidente, si no se aplican sanciones inmediatas a Israel, lo que acabará por reconocer será un cementerio”. Así se expresaban hace unos días los historiadores Elie Barnavi, también exembajador de Israel en Francia, y Vincent Lemire en una tribuna en el periódico Le Monde en la que pedían a Emmanuel Macron más presión a Israel ante la grave situación en Gaza. El anuncio del presidente francés de que reconocerá el Estado palestino durante la Asamblea de la ONU en septiembre ha agitado el debate en una Francia muy dividida ante esta cuestión. Es el país con la mayor comunidad judía de Europa (500.000 personas, menos de un 1% de la población) y también con más musulmanes, casi seis millones, un 8% del total.
“¿No hay más preguntas? Pues querría hacer un comentario”, dijo Salvador Illa el sábado en Shanghái (China) ante un grupo de periodistas en la rueda de prensa de balance del curso político. El president sorprendió y reiteró que aún esperaba que el Gobierno de Aragón diera las gracias al Museo Nacional de Arte de Cataluña por cuidar 80 años de las pinturas de Sijena que por mandato judicial (él llama a acatar la sentencia) deben volver al monasterio de Huesca. La entrega de esos murales irrita y no deja indiferente a buena parte del Parlament, pero solo 50 personas, convocadas por la Asamblea Nacional Catalana, han protestado ante las puertas del museo. Casi es una metáfora de cómo ha decaído el pulso soberanista justo un año después de la investidura de Illa cuando Cataluña, agotada, ha cerrado el libro del procés y encara el pulso por la financiación.
A través de las redes sociales, Javi Martínez Onsalo, dirigente de las juventudes de Vox, calificaba este miércoles de “hazaña” lo conseguido por su partido en la localidad murciana de Jumilla y exhibía una noticia de La Gaceta de la Iberosfera. “Una moción de Vox logra prohibir celebraciones islámicas en dependencias municipales y en la vía pública”, titulaba el periódico de la fundación Disenso, que preside el propio Santiago Abascal. Pese a la euforia del joven, la noticia ha desaparecido de la web ultra, quizá porque era exagerada —la moción, enmendada por el PP, no prohíbe celebraciones religiosas musulmanas en la vía pública, sino solo en instalaciones deportivas municipales— o por temor a provocar reacciones adversas, como la de la Conferencia Episcopal, que la ha reprobado por atentar contra los derechos fundamentales de todo ser humano.
El despacho de la alcaldesa de Jumilla era este jueves una trinchera. La edil, Seve González, del Partido Popular, ha observado perpleja cómo la aprobación de una enmienda del municipio murciano de 27.000 habitantes el 28 de julio abría esta semana todos los telediarios en España. La medida —que había propuesto Vox y que su partido aceptó con la enmienda para evitar los motivos que ella misma considera “inconstitucionales”— impide de facto que la comunidad musulmana, compuesta por unos 1.500 vecinos, celebre en una instalación deportiva sus dos grandes festividades religiosas, la del fin del Ramadán y la Fiesta del Cordero, como veían haciéndolo hasta ahora. “Se ha sacado todo de contexto. Nosotros no hemos prohibido rezar a nadie”, advierte antes de conceder una entrevista a EL PAÍS desde su oficina.
A un lado de un césped cuidadosamente cortado y vacío, caminan con prisa unos niños con chanclas. Otro grupo manda pelotas de tenis fuera de la pista, un conserje rescata a un gato esquelético y una concejala se da un baño en la piscina minutos antes de que comience un curso de natación. Hay un circo pegado al recinto. Y la noche de este jueves, está previsto un evento para la “exaltación del vino” de Jumilla. En este macroespacio público de la localidad vinícola por excelencia de Murcia se pueden hacer muchas cosas al mismo tiempo. Pero ya no se puede rezar.
Castigar a la India por comprar petróleo ruso es un arma contundente dirigida al objetivo equivocado. La decisión de Donald Trump de imponer un arancel adicional del 25% a las importaciones estadounidenses procedentes del país asiático puede resultar muy dañina para Nueva Delhi. Pero es poco probable que perturbe los flujos que mantienen en marcha la maquinaria bélica de Vladímir Putin. Al igual que algunas de las medidas comerciales anteriores del presidente de EE UU, es posible que el ruido supere al impacto. Eso explica por qué los inversores petroleros no se muestran preocupados.
La grave sequía, los frecuentes apagones y el calor extremo afectan profundamente la vida cotidiana en Irán. La falta de energía y agua llevó al Gobierno a declarar este miércoles día no laborable en prácticamente todo el país (28 de las 31 provincias, incluyendo la de Teherán). En varias provincias, las actividades se suspendieron por completo, mientras que en otras las oficinas redujeron su horario u optaron por el teletrabajo. Además, el Gobierno recomendó a la población aprovechar el fin de semana largo para trasladarse a las regiones del Caspio, donde aún se conservan mayores reservas de agua. Estas estrecheces coinciden con una intensa ola de calor que ha elevado las temperaturas por encima de los 40 grados en muchas ciudades, agravando la escasez de agua y electricidad y dificultando la vida cotidiana.
Son casas singulares y únicas en un entorno privilegiado, pero que no tienen nada que ver con las villas lujosas que se anuncian en otros portales con el reclamo de la ostentosidad. Viu Empordà es una plataforma de alquiler de alojamientos que funciona de modo parecido a los hoteles boutique. Además de alquilar el inmueble, ofrece una atención al cliente personalizada, proponiendo a los hospedados experiencias a medida para descubrir el lugar a través de proyectos locales, que siguen la misma filosofía de respeto por el entorno. En cinco años, se ha posicionado como una plataforma de alquiler vacacional para viajeros que quieren vivir de la forma más verdadera posible la tierra que pisan.
La soledad en la adolescencia, o en cualquier etapa de la vida, es un estado de aislamiento que, cuando no es elegido, se considera una emoción secundaria que proviene de la tristeza, que sería la emoción primaria; así la define Irene Ampuero López, psicóloga general sanitaria especializada en terapia infanto-juvenil y adultos. “Es decir, sentimos soledad cuando percibimos que no tenemos vínculos con los demás, y eso nos genera esa sensación de desconexión. En ese caso, la función de esa emoción es informarnos de que necesitamos vincularnos, que necesitamos conexión”. Ahora bien, la soledad también puede ser una elección personal. Hay personas que buscan esos momentos de aislamiento de manera voluntaria, para escucharse, disfrutar de su propia compañía o hacer cosas que les gustan, según prosigue Ampuero: “En estos casos, no está relacionada con la tristeza, sino más bien con la alegría, porque ese tiempo en soledad aporta a la persona bienestar”.
¿Cómo le afecta a un adolescente que sus amigos no cuenten con él para hacer planes?Rafa Nadal ha ganado. Ya no se puede hacer casi nada sin esforzarse, sin sacrificarse. Nos pasamos el día remontando dos sets a 40 grados en Melbourne. En una sociedad que ha glorificado cualquier acción, por muy banal que sea, hasta elevarla a la categoría de experiencia, resulta cuando menos paradójico que cada vez resulte más complicado colmar nuestras aspiraciones, que, a su vez, son cada vez más inanes. Nos iban a democratizar la vida hasta convertirla en algo 24 horas fácil, domótica y emocionante, una existencia en la que iba a ser rematadamente imposible escapar de la diversión. El problema es que se han creado necesidades a gran velocidad y se está siendo mucho más lento en fabricar formas de colmarlas, lo que redunda en una sociedad con infinidad de personas frustradas porque el lanzamiento de una colección exclusiva online de su marca favorita les pilló haciendo cola virtual para comprar una entrada para un concierto de un artista del que no conocen ningún tema, mientras se matriculaban en un máster. El esfuerzo debería reservarse para lo que vale la pena, y es imposible que haya tantas cosas que valgan la pena. No soy un experto, pero dudo que esto fuera así en el Imperio Romano.
Muchos de los detenidos tras los altercados nocturnos que se produjeron en Francia tras la celebración de la fiesta nacional del 14 de julio eran menores. La violencia no ha cesado, y los disturbios se prolongaron sobre todo en distintos lugares del sur: quema de coches, enfrentamientos con la policía. Lo contaba el domingo en este diario Raquel Villaécija en un reportaje significativamente titulado “Francia extiende el toque de queda a menores para prevenir disturbios y guerrillas urbanas“. Resulta que el problema son unos muchachos que tienen entre 13 y 17 años y a los que hay que mantener encerrados en casa entre las 22.00 o las 23.00 horas hasta las seis de la mañana. Ciudades como Nîmes, Béziers, Compiègne o Limoges, en distintas zonas del país, y municipios de la región parisina como Villecresnes, Vitry, Triel y Saint-Ouen son algunos de los lugares que han adoptado la medida.
Benjamin Markovits (Palo Alto, California, 1973) había tenido hasta la fecha una mínima aparición en nuestras librerías. Fue en 2011 de la mano de la editorial Papel de Liar, con Impostura, uno de los tres libros dedicados a novelar parte de las peripecias en este mundo de Lord Byron. Su última novela, El resto de nuestras vidas, está narrada por Tom, abogado que está casado con Amy. Tienen dos hijos. La pequeña empieza la universidad y Tom la acompañara en coche hasta allí para que dé lugar al curso. Pero desde el momento, se nos expone la herida de aquel matrimonio y aquella familia. Una relación adúltera de Amy hace 12 años que fue descubierta por su marido fue solventada con un armisticio sellado por Tom con él mismo: aquella familia sería un hogar hasta que los hijos estuvieran fuera del nido. Llegado a ese punto, Tom se divorciará de Amy. Así que el viaje hasta la Universidad de Tom y su hija tiene mucho del inicio de lo que les queda por vivir a todos. La huida hacia cualquier parte (su pasado, su presente y quién sabe si su futuro) es el meollo de la novela que ha de dar sentido a todo el engranaje, pero hay un primer problema y es un conejo.
El resto de nuestras vidas Benjamin Markovits Traducción de Juan Nadalini Chai Editora, 2025. 228 páginas, 19,90 euros.