ARTICULO PRIMERO.- Conformar, el Comité de Dirección de...
"Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad”
Matteo Renzi (Florencia, 50 años) fue el primer ministro más joven de Italia, entre 2014 y 2016, con el Partido Democrático (PD), formación que luego dejó para encabezar en 2019 un proyecto más de centro, Italia Viva. Pequeña, pero suficiente para Renzi para sacar petróleo y ser influyente: fue decisivo en 2019 para rehacer sobre la marcha el primer Gobierno de Giuseppe Conte, echando a la Liga de Matteo Salvini, y también para hacer caer el segundo en 2021 y sustituirlo por otro de Mario Draghi. Con fama de genio táctico y de saber leer en el confuso mapa de la política italiana, Renzi juega ahora sus cartas para ser la pata de centro de una gran coalición de izquierda que pueda vencer a Giorgia Meloni en las elecciones previstas para 2027.
Algunas decisiones en la vida solo admiten consecuencias extremas: se puede quedar como un genio o como un idiota. Wang Chuanfu (Wuwei, China, 59 años), el CEO de BYD, quiso demostrar la seguridad y limpieza de las baterías que desarrollaba su empresa durante una reunión con Berkshire Hathaway, la firma de Warren Buffett, bebiéndose un vaso del líquido electrolítico de una de ellas. Todos quedaron atónitos. Años después, convertido en el hombre más rico de China, el veredicto es evidente: es un genio.
Un hombre familiarEn OurChinaStory, un portal de noticias chino, se menciona que, incluso después de hacerse rico, Wang decidió permanecer cercano a su familia: vivió con su hermano y cuñada en Shenzhen para “retribuir su apoyo”.
Marella Rossi (Hauts-de-Seine, 52 años) camina con prisa sobre los magníficos suelos de madera de Aveline, la galería de antigüedades de París que tiene los mejores muebles del siglo XVIII francés. De vez en cuando se vuelve para comprobar que la sigo o para hacerle una gracia a Gigie, su perrita, o para responder las tres o cuatro preguntas que le lanzan al mismo tiempo desde todas las esquinas del palacete. No es el mejor día para verla, esta noche inaugura la 23ª edición de Chambres à part para Art Basel, cuya curadora es la artista Laurence Dreyfus, es mediodía y aún le queda mucho por hacer. En las dos plantas de Aveline se instalan luces y se mueven de sitio objetos muy valiosos… “Si está la jefa se supone que tiene solución para todo y a veces no es así”, me dice en voz baja. Marella tiene una palabra amable para todos, reparte bonjours y mercis, pero no se desvía de su objetivo: llegar al único lugar donde podemos hablar un rato, su despacho. Más bien el de su padre, Jean-Marie Rossi, el decano de los anticuarios de París, fallecido en 2021 y que en España es conocido por su matrimonio con Carmen Martínez-Bordiú.
La guerra ha terminado en Gaza, debe terminar en Ucrania y puede empezar contra Venezuela. Este es el guion de Donald Trump en su semana de gloria, entre su viaje a Israel y Egipto el pasado fin de semana y el encuentro ayer con Volodímir Zelenski en la Casa Blanca. Contradictorio luchador por la paz en el mundo y a la vez comandante en jefe en las guerras americanas; en casa contra el “enemigo interior”, para recuperar la grandeza perdida, y en el patio trasero contra Venezuela, en aplicación de la vieja doctrina Monroe que adjudica América a los americanos.
Evan Osnos, Susan Glaser y Jane Mayer. ‘The Ceasefire and the Business of Trump’s Diplomacy’. The Political Scene. The New Yorker, 18 octubre.Lawrence Freeman. ‘Trump had to choose between Israel and Qatar. He chose Qatar’. ‘Financial Times‘, 18 de octubre.David Ignatius. ‘Superpower brinkmanship gives way to an uncertain resolution’. ‘The Washington Post’, 17 de octubre.Howard W. French. ‘Trump’s foreign policy is not as successful al You Think’. ‘Foreign Policy’, 15 de octubre.Donald Trump consiguió un indudable éxito con su Plan de Paz para Palestina, aunque, como siempre que interviene este personaje, toda su escenificación mediática e inflamación retórica superó con mucho la verdadera realidad del problema. Hubo un inmenso alivio por la consecución del alto el fuego y el retorno de los rehenes; también, por haber logrado unir en un mismo proyecto a países islámicos como Qatar, Egipto y Turquía, alineándolos con Israel y el grueso de la comunidad internacional. Por primera vez en muchos años, algo comienza a moverse en Oriente Próximo, más por el peso específico de los Estados Unidos y el capricho egocéntrico de Trump que por la propia acción de la ONU, cada vez más empequeñecida ante el nuevo protagonismo de las superpotencias. Y algo similar cabe decir de la UE, que no consigue salir de su papel de comparsa.
La historia avanza así, jamás en línea recta. Aunque, como dijo Martin Luther King, “el arco moral del universo es largo, pero tiende hacia la justicia”, el progreso siempre se mueve a trompicones, dos pasos hacia delante y uno atrás. Sucede también con los derechos de las mujeres y con la igualdad.
“Ni una sola mujer” acabará en “una cárcel de tela” por la “islamización” de España, promete desde Logroño el secretario general de Vox, Ignacio Garriga. Durante la inauguración de una oficina de empleo en Madrid, Isabel Díaz Ayuso desafía a Pedro Sánchez y su “tono machito”: “Soy una mujer libre”. El líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo, dice en el Congreso que en el PSOE “corren los billetes como en un prostíbulo”. En una entrevista en la SER, Sánchez advierte contra la “amenaza” para el derecho al aborto de un PP “ultraderechizado”. Los cuatro mensajes, todos de esta semana, tienen algo en común: responden a las estrategias de los principales partidos para librar la decisiva batalla por el voto femenino. ¿Por qué decisiva? No solo por obvias razones cuantitativas: en el censo de votantes de las generales de 2023 había 19,32 millones de mujeres, el 51,6%. También porque en el electorado femenino hay más por decidir.
José Luis Ábalos dejó el miércoles pasado el Congreso, se montó en un taxi él solo, llegó al Supremo, compareció ante el juez, y salió tan solo como llegó. De vuelta al Parlamento bajó por la rampa del parking, se metió por una puerta lateral que da acceso a la comisaría que hay en el Parlamento y, a través del túnel que comunica el complejo a ambos lados de la carrera de San Jerónimo, llegó a su despacho esquivando a los periodistas. Los mismos periodistas con los que en los días de gloria compartía unos corrillos multitudinarios mientras se fumaba un Ducados. Esos tiempos ya quedan lejos: el otrora todopoderoso ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE se ha convertido en un alma en pena en las Cortes. Su aislamiento es absoluto. Apenas se relaciona con nadie. Se refugia a comer en una cafetería recóndita en la sexta planta. Los antiguos compañeros socialistas que antes le halagaban cuando era el mandamás de Ferraz ahora le evitan. Ábalos tampoco les busca. Si no hay más remedio y hay que saludar, el saludo es protocolario. “Me lo encontré en un ascensor hace un par de semanas y fue una situación incómoda. Le solté el típico, ‘¿qué tal?’ y me contestó ‘muy solo, son todos contra mí”, cuenta un diputado del PSOE. “Si coincidimos le saludo. No hay que perder la educación ni la humanidad”, añade otro. Su única defensora estos días ha sido René, su asistente en el Congreso, que se empleó a fondo para tratar de interponerse ante los cámaras que trataban de grabar su salida hacia el Supremo. “René, déjalo, déjalo”, le pidió Ábalos antes de meterse en el taxi, dar los buenos días al taxista y encaminarle hacia el Supremo.
Decían que el mejor señuelo para atrapar atención es el sexo. Hoy las redes sociales han demostrado que el odio es mucho más adictivo, más orgiástico, más contagioso, más irresistible. El insulto excita al algoritmo y los nuevos magnates hacen caja con nuestros conflictos. El extremismo calculado vende. La furia está bien financiada. Por eso, la temperatura de los discursos se está calentando aún más deprisa que el clima.
La vanguardia reaccionaria tiene la maquinaria mejor engrasada de España; nadie trabaja con más descaro y con mayor eficacia en el activismo político. Después del protagonismo de Vox durante el Día de la Hispanidad, con Abascal Campeador como héroe popular, el penúltimo ejemplo ha sido el arranque de la gira de agitación del follonero Vito Quiles, el creador de contenido ideológico con mayor impacto entre las nuevas generaciones.
Decía Maquiavelo: si tienes que hacer daño, que sea rápido, contundente y demoledor. Al enemigo que no puedas matar, no lo hieras, puesto que estarás siempre a merced de su venganza. Extírpalo con toda su familia como se arranca una hierba con sus raíces y semillas. En cambio, si tienes que hacer el bien, adminístralo en pequeñas porciones para que la víctima crea que es larga tu misericordia. Si alguien te está ahogando y al llegar al punto de la asfixia decide aflojar la zarpa sobre tu cuello, pensarás que estás obligado a darle las gracias. Después del abominable atentado de Hamás, el haber asistido en directo durante dos años al espectáculo de los bombardeos de Gaza con la muerte de decenas de miles de mujeres y niños; después de contemplar a diario el panorama de la completa devastación de una ciudad, uno puede llegar a pensar que también ha sido demolido por dentro y que su alma forma parte de los escombros. Entre los escombros puede haber muchos cadáveres aplastados. Podrías llegar a creer que también tú eres uno de ellos. De hecho, ir de zombi por la vida es lo último que se lleva. Uno está muerto y no lo sabe si no reacciona ante la maldad y la estupidez que contempla cada día. Mientras sucedía el genocidio de Gaza, Netanyahu se hacía injertar pelo para peinarse el flequillo disimulando la calva. ¿Es posible mayor escarnio? Pero ha sido suficiente que se declarara el alto el fuego para que la crueldad de Netanyahu mostrara el rostro humano, como si el Yahvé feroz del Antiguo Testamento se tornara de repente en el ser bondadoso del Evangelio. Moisés fue llamado por Yahvé a la cumbre del Sinaí para recibir las tablas de la ley. El pueblo esperó al pie del monte 40 días a que el profeta bajara la roca tallada con los diez mandamientos. El quinto decía: no matarás. Pero durante la espera el pueblo decidió adorar a un becerro de oro y Moisés oyó a su espalda que Dios le gritaba: “Mátalos”. Así puede terminar el alto el fuego. Gracias por el regalo.
Salir a la calle ha sido como entrar en un mar con oleaje. Quién es él entre la gente que lo esquiva apresurada, se pregunta. Soy un hombre anciano que pasea a su perra, se responde. Tal vez no sea en rigor un anciano, aunque sin duda lo es para los jóvenes con los que algunas noches se cruza, grupos testosterónicos que parecían haber desaparecido del mapa y han vuelto más temibles que antes. A veces los une el fútbol, otras, como el viernes pasado, el Cara al Sol no tan improvisado en la esquina de su casa: mismo corte de pelo, misma vestimenta, musculación hormonada, esa férrea voluntad de algunos hombres de parecerse unos a otros. Él es el hombre solo, aturdido y temeroso, sin más propósito que comprar un periódico. Ya en sí este es el inicio de una historia anacrónica. Pasea a una cachorrilla atolondrada. Sujeta con fuerza la correa porque los autobuses recorren la calle a una velocidad inusitada, acercan tanto las ruedas a la acera que siente un escalofrío al pensar que podrían llevársela por delante. Decía Buñuel en sus memorias que de la vida eterna solo esperaba poder salir cada veinte años de su tumba, comprar el periódico, ver cómo estaba el mundo y regresar al sueño eterno. Qué pensaría Buñuel de este mundo precipitado que él atraviesa ahora con el mismo propósito: asomarse a unas páginas para luego volver a refugiarse en casa. Qué pensaría su padre, se pregunta, si levantara la cabeza esta mañana y observara atónito a toda esta gente que se le cruza sin mantener un mínimo contacto visual porque anda sumergida en una pantalla. ¿Sabría aquel hombre del campo ponerle un nombre apropiado a esta extrañeza? Hace tiempo que se siente fuera de época, pero no lo dice, ni lo escribe, porque teme afianzar una misantropía que lo recluya y lo induzca a rehuir a la multitud. ¿No acusan con frecuencia a los hombres de edad, de la suya, de ser iracundos? Él no se ve como una amenaza para nadie, es que no tendría fuerzas para serlo, muy al contrario, siente que ya no ocupa casi espacio, como si se fuera poco a poco desvaneciéndose. Se acobarda cuando ocupan la acera estas nuevas hordas de varones enormes, el renovado furor de motoristas que atraviesan la ciudad dejando a su paso una estela de ruido o al sentir el estruendo de esos coches deportivos tan en boga que arañan el asfalto y son alquilados por un día para asustar a los hombres de pobres propósitos como él: comprar el periódico, pasear a su perra, seguir una rutina que lo aferre a la vida, contrarrestar su creciente invisibilidad. No hay vida sin ambición, dicen, y se pregunta cuál es la suya. Refugiarse en su cuarto de juegos, como cuando era niño; los juegos son prácticamente los mismos. No ha cambiado nada en él, los mismos miedos, las mismas fantasías. Qué fracaso de aprendizaje, piensa cuando se entrega a pensamientos negros. Echa de menos la presencia de su padre en la huerta, aunque ya no tiene ni edad para ser huérfano. Aun así, la vida no lo ha tratado mal, se dice, al fin y al cabo, cuántos pueden entregarse a tareas solitarias y lanzar luego aviones de papel por la ventana para dar cuenta al mundo de su existencia: “¡Sigo aquí!”. A menudo se encuentra con un viejo en una silla de ruedas empujada por una chica de acento dulce. El viejo tiende la mano para acariciar a la perra y él se la sube al regazo. La perrilla le devuelve algo de la memoria perdida. Ignorado perro de la dicha, escribió Onetti. “Mejores que las personas”, murmura el viejo antes de emprender uno de sus últimos paseos.
En septiembre de 1981, Bruce Springsteen, entonces 32 años, terminó la gira de su disco doble The River. El cantante no había estado nunca en una posición tan triunfal. Gozaba de lo que siempre anheló: que su rock and roll teñido de musculoso soul y sus historias de personajes en busca de libertad prendieran en una audiencia masiva. Era el héroe del pueblo. Sin embargo, a los pocos días del último concierto, se derrumbó. “Me topé con un muro personal que ni siquiera sabía que existía”, dijo el protagonista. Este fue el oscuro caldo de cultivo del álbum más atípico de su discografía, Nebraska (1982), un trabajo que la disquera no quería publicar porque le parecía “demasiado deprimente”. La respuesta de Springsteen enervó más a los ejecutivos: “No habrá singles, no habrá gira para apoyarlo, no habrá entrevistas de prensa”. Ni siquiera quiso salir en la portada. A pesar de las protestas de CBS, su multinacional, el álbum se editó y alcanzó un meritorio tercer puesto de las listas de ventas en Estados Unidos.
Fue un instituto y ahora es un pueblo. Las aulas se han transformado en habitaciones. El patio, en un almacén al aire libre donde se acumulan bicicletas, neveras, mesas, sillas, cintas de correr, tendederos y cualquier objeto con partes metálicas: la chatarra es la principal actividad económica de este enclave africano en Badalona (Barcelona, 227.083 habitantes) habitado por más de 400 personas y que, pese a la amenaza de desalojo, crece día tras día. Los residentes del antiguo centro de enseñanza B9 han forjado en dos años una pequeña comunidad, con sus reglas de convivencia (el patio como ágora donde dirimir conflictos), sus representantes (seis hombres, uno por cada nacionalidad del África subsahariana con presencia en el asentamiento) y hasta sus modificaciones urbanísticas: las aulas se han quedado pequeñas para acoger al creciente número de migrantes desarraigados y el poblado se ha apropiado de un patio anexo, un arrabal formado por chabolas de chapa y madera de autoconstrucción.
La primera alerta sobre la muerte de un varón de 71 años tras caer por un barranco en Collbató (Barcelona) en un camino que lleva a la montaña de Montserrat adquirió una nueva dimensión al trascender el nombre de la víctima: Isak Andic. Tanto si se trata de un ciudadano anónimo como del fundador de Mango, la policía investiga siempre un hecho de esa naturaleza y lo pone en manos de un juzgado. Pero a ningún investigador se le escapan las derivadas que tiene la muerte inesperada del hombre más rico de Cataluña cuando, la mañana del sábado 14 de diciembre de 2024, caminaba con su hijo mayor, Jonathan, por la montaña, sin más testigos que ellos dos.
A medida que se ha ido abriendo paso el otoño, el PP se ha ido sumiendo en la incertidumbre. “Vox está rompiendo su techo”, reflexiona, alarmado, un dirigente territorial del PP. No es el único. En Galicia o Madrid, hasta ahora fortines casi inexpugnables del PP, los populares están detectando crecidas inusuales de los ultras en sus territorios, que llegan a un 20% de intención de voto para generales, según sus encuestas internas. Es decir, casi tres puntos más de lo que reflejaba el último sondeo de 40dB. para EL PAÍS, en el que escalaban hasta el 16,4%, su resultado más alto, mientras el PP cae al más bajo reciente (el 30,5%). “Y van a seguir creciendo”, advierte un presidente autonómico del PP.
El famoso productor José Luis Moreno vive atrapado en la telaraña societaria y de testaferros que presuntamente él mismo utilizó y urdió —con ayuda de otros procesados por la Audiencia Nacional— para engañar a entidades financieras, inversores privados y a la Hacienda Pública con el objetivo de enriquecerse. Las pesquisas dirigidas por el magistrado Ismael Moreno, que ha propuesto esta semana que el ventrílocuo sea juzgado por hasta siete delitos (incluido el de pertenencia a organización criminal), ha sacado a la luz una enrevesada red de mercantiles y cientos de sospechosas operaciones bancarias y de crédito, con la que buscaba supuestamente eludir los controles. Pero ahora, una vez desenredada por los investigadores, esta misma maraña se erige como la gran baza para sentar en el banquillo al promotor de series de enorme éxito, como Aquí no hay quien viva.
Es media tarde y Kamla Abu Sitta, de 65 años, todavía espera fuera de la cocina del campo de desplazados en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza mientras ve, ansiosa, cómo tres ollas se vacían una tras otra. Los meses de hambre le han enseñado a ser paciente, pero comer hoy depende de ese plato de pasta con salsa de tomate.